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¿Corre riesgo el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea?

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Foto: Archivo El País

APERTURA POSTERGADA

El convenio enfrenta su primer obstáculo tras su aprobación en 2019. La UE duda ante un Brasil que vuelve a arder y Uruguay intenta avanzar en un contexto político regional incierto.

Una llamada entre el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, y la canciller alemana, Angela Merkel, no trajo las mejores noticias. Al menos, no la que esperaban los diplomáticos y empresarios que estuvieron 20 años persiguiendo la concreción del acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea (UE), que tuvo luz verde en julio del año pasado, pero que necesita la firma de todos los países de los bloques para que entre en vigencia. “Tenemos serias dudas”, dijo tras la llamada Steffen Seibert, el portavoz de Merkel.

Según informó el gobierno alemán, las dudas tienen su origen en la situación de la Amazonia. La forestación, los incendios que no cesan y la reticencia del presidente Jair Bolsonaro enfrían poco a poco el acuerdo. Después de la llamada entre el presidente y la mandataria, el canciller Francisco Bustillo comentó que era poco probable que el convenio se firmara este semestre, como esperaban los negociadores.

Alemania es uno de los países —si no el país— que más ha promovido la realización de este acuerdo, que crea el mercado de bienes y servicios más grande del mundo, con 778 millones de consumidores en total. La integración de ambos mercados representa un tercio del comercio global, en el que la UE se compromete a liberalizar el 92% de las importaciones del Mercosur, mientras que nuestro bloque liberará el 91% en un plazo más extendido.

Los plazos difieren para cada bloque. Según los documentos preliminares, el 85% de las importaciones de la UE provenientes del Mercosur serán liberalizadas junto a la entrada en vigencia del acuerdo. El porcentaje restante se liberará gradualmente, en un plazo de 10 años. Por otro lado, el porcentaje de importaciones del Mercosur provenientes de la UE que será liberalizado de inmediato es el 6%. Entre los cuatro y ocho años siguientes, se liberará el 25%, y entre 10 y 15 años desde la entrada en vigencia del acuerdo será liberalizado el 60%. Además, hay un 0,1% de bienes del Mercosur que serán liberalizados parcialmente o con cuotas, y corresponden a lácteos.

Pero además del pilar del comercio, el acuerdo se construye sobre dos cimientos más: la cooperación y el diálogo político.

Hay quienes dicen que más que un acuerdo comercial, este tratado es una estrategia que obedece a motivos geopolíticos. Europa tendrá que enfrentar la pospandemia como testigo de una guerra comercial entre China y Estados Unidos, viendo cómo China acapara los mercados en un mundo que tiende a hacer acuerdos para comerciar. Un mundo que, al mismo tiempo, vira hacia el proteccionismo —como ya se vio con el Brexit—, y donde el Mercosur es todavía una tierra a conquistar, con 300 millones de clientes potenciales.

Entonces, ¿por qué hay dudas? ¿Qué tan real es que los incendios en Brasil frenen un acuerdo comercial, de cooperación y político que llevó 20 años negociar, y que según los estudios de impacto es equilibrado y beneficioso? Pero primero: ¿por qué quiere Uruguay este acuerdo?

Hoy por hoy, los aranceles que deben pagar los exportadores uruguayos representan el obstáculo más grande para llegar al mercado europeo. En 2019, a la UE se le pagaron US$ 59,3 millones de aranceles (18% del total de aranceles), según estimaciones de la Asesoría de Política Comercial del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y del Instituto Uruguay XXI. Esta cifra solo es superada por China, donde se paga el mayor monto (US$ 184,4 millones el año pasado, que equivale al 55% del total pagado por concepto de aranceles). De todos modos, hay que tener en cuenta que China es el principal cliente de Uruguay; en 2019 concentró el 31% de sus exportaciones, mientras que la UE, el 17%.

Hasta 2014 Uruguay contaba con un Sistema Generalizado de Preferencias —un mecanismo en el que los países desarrollados ofrecen un trato preferencial sin reciprocidad a los productos originarios de países en desarrollo—, pero desde que esto se perdió, los exportadores pagan aranceles de entre 3,5 y 5% al vender a Europa.

“El mundo se mueve con tratados que facilitan el comercio. Desde hace unos años la tendencia es que se hagan tratados por bloque, y facilita poder dar preferencias a quien haga el acuerdo”, explica Teresa Aishemberg, gerenta general de la Unión de Exportadores. “No pagaríamos tantos impuestos al entrar en esos países como lo hacemos hoy y seríamos más competitivos”.

Por otro lado, Aishemberg destaca que en el acuerdo se promociona el multilateralismo, “no acciones bilaterales como las que está promoviendo Estados Unidos”. Para la empresaria, el retraso de la firma significa que Europa está “perdiendo la oportunidad” de entrar en un mercado amplio. “Nosotros vamos a seguir con firma activa de acuerdos como con Canadá, Corea del Sur o Singapur”, comenta. Quien firme primero se beneficiará primero, dice .

Para Willie Tucci, presidente de la Cámara de Comercio e Industria Uruguayo-Alemana, el acuerdo es una oportunidad para combinar la materia prima uruguaya con tecnología europea, y así generar productos “de mayor valor agregado”. En particular, sobre productos agroindustriales.

Pero como en toda apertura comercial, hay quienes se verán desafiados de un lado y del otro. Tucci pone un ejemplo: para competir con el aceite de oliva español o italiano, que seguramente venga de a montones, los aceites de oliva uruguayos van a tener que buscar su lugar en el mercado uruguayo u ofrecer una particularidad que les interese a los europeos.

“Son los riesgos. Te desnudás un poco, ellos entran y tenés que competir. Cualquier apertura comercial implica eso, que tenés chance de vender, pero ellos también”, comenta Tucci, quien además sostiene que, según los estudios de impacto que se han hecho, el balance es positivo; el acuerdo es equilibrado.

De no concretarse, “estamos aislados”, dice el presidente de esa cámara. “Hoy nuestros competidores tienen acuerdos con los mercados. Estamos con desventaja grande en materia impositiva. Si no empezamos a generar acuerdos con alguien, estamos absolutamente aislados del mundo, encerrados en la jaula de oro que es el Mercosur, con un comercio del bloque que sabemos que nunca llegó a funcionar con plenitud”, dice Tucci.

Ignacio Bartesaghi, doctor en relaciones internacionales y decano de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica, concuerda con esa visión. “Uruguay puso todo su esfuerzo en que este acuerdo iba a entrar en vigencia, y el riesgo de que se quede sin nada, con las manos vacías en política internacional, es altísimo”, sostiene. Para Bartesaghi es imperativo “un plan B” para no quedar rehenes del Mercosur, cuyos dos socios principales —Brasil en particular— preocupan a Europa. Y ese plan B, “que debería ser el plan A”, es “sincerarse con el Mercosur”, dice el académico, parafraseando a Lacalle en la Unión de Exportadores el 19 de agosto.

En un escenario de dudas, con el acuerdo tambaleándose, Bartesaghi se hace la pregunta: “Si China te golpea la puerta diciéndote que quiere un TLC, ¿podés darte el lujo de decirle que no? ¿A la segunda economía nivel mundial?”.

Pero, ¿cómo se podría compaginar un acuerdo de Uruguay con China, y al mismo tiempo, un acuerdo del bloque Mercosur con la UE?

Bartesaghi explica que el acuerdo con Europa ya está cerrado, y que en lo práctico, Europa no va a exportar a una región integrada. “Cuando Alemania vaya a exportar un producto, si el acuerdo entra en vigencia, va a exportar de Alemania a Brasil, de Alemania a Uruguay, de Alemania a Argentina. No somos Europa, en esa lógica de que no somos una región integrada. Esto quiere decir que no somos realmente una unión aduanera, un mercado común”, dice. “Perfectamente, nosotros podemos cerrar nuevos acuerdos comerciales y esperar que esto entre en vigencia. Y seguir negociando acuerdos nosotros”.

Por otro lado, limitar el beneficio del acuerdo a lo comercial es simplificar el impacto real del mismo. “El verdadero impacto es una asociación estratégica donde Europa y el Mercosur dan un primer paso en la profundización comercial, pero se abren en los otros dos pilares: el de la cooperación y el diálogo político”, sostiene el experto.

Un convenio histórico que tardó 20 años en concretarse

Las relaciones entre el Mercosur y la UE fueron guiadas por un acuerdo de cooperación firmado en 1995, que no entró en vigencia hasta el 1° de julio de 1999. A partir de ese año, comenzaron las negociaciones que desembarcaron en el acuerdo histórico al que se llegó el 28 de junio de 2019. Desde 1999 en adelante, hubo estancamientos.
En 2004, durante una reunión ministerial en Lisboa, los negociadores remarcaron lo prioritario de concretar un acuerdo de asociación. Fue ese año en el que se estuvo más cerca de cerrarlo, pero las negociaciones se suspendieron. En noviembre de 2017, los cancilleres del Mercosur le entregaron al vicepresidente de la Comisión Europea una propuesta integral para llegar a la concreción del acuerdo.
Las negociaciones siguieron hasta el año pasado, cuando se llevaron a cabo las que dieron luz verde a la firma de un Acuerdo de Asociación Estratégica en Bruselas, Bélgica. En el tercer foro económico llevado a cabo en julio por la Fundación Konrad Adenauer, junto con la Embajada Alemana y la Cámara de Comercio Uruguayo-Alemana, una de las negociadoras por el Mercosur, la embajadora uruguaya Valeria Csukasi, auguró las voces en contra y pidió que todos fueran “embajadores” de lo logrado: “Tenemos que ir a explicar y predicar las ventajas del acuerdo y las oportunidades que se abren a nuestros países y a los países europeos”.

Del otro lado.

Las voces contrarias al convenio se alzan en Europa. El acuerdo está en la agenda política y de una opinión pública signada por el discurso verde.

Lo que preocupa a los europeos a nivel comercial es, naturalmente, el sector agrícola. Desde Bruselas, el jefe de Gabinete del la Secretaría General del Partido Popular Europeo, Luis Blanco, señala que hay países específicos como Francia e Irlanda que podrían verse afectados frente a la competencia de la producción de carne y del sector agrícola del Mercosur. “La carne del Mercosur es muy buena y el precio es más barato; esos sectores pueden sufrir. Pero el acuerdo tiene indicativos que intentan corregir esas distorsiones”, afirma Blanco.

Pese a esas contemplaciones del acuerdo, el lobby existe. El ambientalista, en particular, pisa fuerte.

“Brasil se ha comprometido en el acuerdo con el Mercosur al manejo forestal sostenible”, dijo Julia Klöckner, ministra de Agricultura alemana, un mes después de haberse aprobado el acuerdo. “Si el país no cumple, no nos quedaremos de brazos cruzados”, agregó. En ese momento, el ministro alemán de Economía, Peter Altmaier, dio una señal opuesta. Altmaier dijo en Berlín que no solo se llegó a un acuerdo con Brasil: “Es de interés para la Unión Europea, pero también para otros países como, por ejemplo, Uruguay, que también están involucrados”.

Pasó un año y la ministra de Agricultura no cambió su postura. El pasado martes, en una reunión con sus colegas de la UE en la ciudad alemana de Coblenza, Klöckner manifestó que no veía que el pacto fuera ratificado, según informaron medios alemanes. “En América del Sur, las selvas tropicales se talarían para tierras cultivables, y los agricultores europeos tendrían que competir con alimentos nocivos para el medio ambiente”, dijo la ministra en la reunión.

Luis Blanco reafirma que lo ecológico no se puede ignorar. “Se ha convertido en un tema de ‘mainstream’ en Europa; es políticamente incorrecto no tener en cuenta (el ambiente)”, dice. Blanco reconoce el trabajo de la comisión europea y de la contrapartida del Mercosur al darle trascendencia al desarrollo sostenible y al cuidado del ambiente en el acuerdo. De hecho, en el texto se menciona la implementación efectiva del Acuerdo de París en pos de la lucha contra el cambio climático. “Pero es muy fácil para los sectores que están en contra utilizar el argumento ambiental para deslegitimar el acuerdo”, dice Blanco.

A un año de la crisis que arrasó con la reputación de Bolsonaro a nivel internacional, la deforestación aumentó más de un 30%, por lo que se espera que los incendios en la Amazonia vuelvan a ocurrir con la misma intensidad —o mayor aún— que la del año pasado. En tanto, según informó el portal brasileño UOL, el Parlamento europeo evalúa demandar al gobierno de Bolsonaro ante La Haya por no proteger debidamente ese ecosistema.

Mientras el fuego crece, el acuerdo se enfría y Uruguay, como puede, da la batalla para abrirse al mundo.

Un Uruguay seguro en medio de un contexto político incierto

“Hoy aprovechemos esta alineación de los astros con Uruguay y Alemania en las presidencias (del Mercosur y de la Unión Europea)”, dijo la embajadora uruguaya Valeria Csukasi en el tercer foro económico “El acuerdo entre Mercosur-UE: una oportunidad para las relaciones uruguayo-alemanas”, celebrado en julio de este año. “Pocas veces se alinean tanto en la historia del Mercosur y de la Unión Europea los astros”, agregó Csukasi con una sonrisa. Pero llegó setiembre y la esperanza de impulsar la firma antes de fin de año se transformó en una interrogante. Los esfuerzos de Alemania y Uruguay, los países que en el último tramo se posicionaron con más firmeza a favor del acuerdo, quedaron atrapados en un contexto político que siembra más incertidumbre que certezas.

Alberto Fernández, presidente de Argentina, no fue enfático desde el minuto uno. En un principio, durante la campaña electoral, el mandatario manifestó dudas sobre el acuerdo, pero nunca anunció una salida. Luego, cuando asumió la presidencia, la incógnita giraba en torno a si seguiría abogando por el acuerdo que se concretó durante el mandato de Mauricio Macri, o si volvería al proteccionismo kirchnerista. Pero a los pocos días de asumir, el flamante presidente se mostró favorable al acuerdo, aunque con un matiz; sí al convenio, pero “en la medida que esa decisión no afecte a la industria nacional”. En febrero, durante una visita a Berlín donde se reunió con la canciller Angela Merkel, Fernández instó con seguridad a materializar el convenio entre los dos bloques. Pero en julio de este año, aquella posición tuvo un revés. El canciller argentino Felipe Solá informó que la ratificación del convenio la tendrá el Poder Legislativo y no el presidente. “Nosotros no tenemos una palabra final, pero creemos que estamos más cerca de que se discuta en el Congreso y no ya en el Poder Ejecutivo, porque el paso del tiempo va cambiando las circunstancias políticas y va cambiando nuestra estrategia”, afirmó el ministro en declaraciones a los medios. Para Ignacio Bartesaghi, doctor en relaciones internacionales, esa es una señal de que el mandatario argentino no está dando todo el apoyo.

Por otro lado, el vicepresidente de Brasil, Hamilton Mourão, responsabilizó a Argentina de que el acuerdo “comience a naufragar”. En una reunión virtual organizada por varias cámaras de comercio exterior de Brasil el pasado 27 de agosto, Mourão apuntó contra Fernández: “en el Mercosur vivimos un momento complicado porque nuestro gran socio comercial, Argentina, vive una crisis continua. No voy a entrar en detalles sobre la orientación ideológica porque debemos evitar hablar de esas cosas”, comentó ante los empresarios, pese a que las dudas de los países europeos apuntan a la crisis de la Amazonia más que al gobierno de Fernández. Al día de hoy, Mourão es titular del Consejo Amazónico, un cargo orientado a intentar cambiar la imagen global de Brasil frente a inversores y socios económicos.

Hoy, aquellos astros que arrojaron luz sobre la concreción del acuerdo parecen haberse desalineado. Aún así, y como un retraso no significa nulidad, los proyectos que lleva adelante Europa para preparar a las empresas en el Mercosur siguen adelante. En Uruguay, el proyecto “Inspyrame”, llevado a cabo por la Cámara de Comercio y la Eurocámara y financiado en su totalidad por la Unión Europea, comenzará talleres para micro, pequeñas y medianas empresas a partir de este mes. El objetivo es brindar preparación para adaptarse a los mercados. “Se pone en tela de juicio si la UE quiere (el acuerdo), pero lo que sé es que están poniendo 450 mil euros para que las empresas uruguayas se fortalezcan”, comenta Luis Martínez, presidente de la Eurocámara y de la Cámara Francesa.

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