Enviado — Conchillas (Colonia)
"¿Envido, dijo?", preguntó desde la cabecera de dos mesas cuadradas juntas, con una ceja levantada como provocando al rival sentado a su mano izquierda. "Quiero, 35". "¡37 son más!". Carcajadas, bromas y escándalo entre los seis jugadores y otros cuantos espectadores parados alrededor. "Llame a su señora", le soltó el rival de enfrente, enojado porque el hombre había agarrado el '2' de la muestra en dos de las últimas tres manos.
Mientras afuera llovizna y el sol se ocultó hace rato, dentro del bar de las "Cabañas María María" de Conchillas (Colonia) algunos juegan al Truco, otros conversan y otros siguen trabajando para dejar todo preparado para la largada del día siguiente. En vísperas de la séptima etapa de la Vuelta Ciclista del Uruguay, la gran mayoría de la delegación de organizadores, neutrales, comisarios y demás, aguardan por otra jornada sobre la carretera y un espectáculo más del pelotón de ciclistas.
Durante los 10 días de carrera "el ciclista solo tiene que correr, comer y dormir", sostienen los que más saben de este deporte. Por lo tanto es inevitable pensar en todos los acompañantes, organizadores y demás actores de reparto que forman "el otro pelotón" y escoltan a los protagonistas para hacer cada año posible la tradicional carrera por etapas más antigua del continente.

Con 27 equipos participantes, la caravana que acompaña al pelotón supera las 300 personas entre técnicos, mecánicos, choferes y otros asistentes. Cada delegación —de entre siete y 12 integrantes— con su estructura, su presupuesto, sus rutinas.
Del lado de la organización de la prueba viajan 11 comisarios repartidos en cuatro autos y seis motos que manejan voluntarios. Van tres camionetas más como vehículos neutrales, con un chofer y un mecánico cada una. Entre médicos y enfermeros, son seis en dos ambulancias. De prensa van unas 35 personas entre televisión, radio y el periodista de Ovación que escribe.
Son 12 los efectivos de Policía Caminera que ponen orden en la interminable fila de vehículos: dos camionetas y ocho motos. Un ómnibus militar con dos efectivos. Van 10 autoridades, tres secretarios, más de 10 choferes y más colaboradores que forman una delegación de casi 100 personas.
Mientras las cartas siguen volando sobre la mesa, el bar poco a poco se va vaciando porque mañana bien temprano el pelotón vuelve a la ruta, seguido bien de cerca por este otro enjambre silencioso —de casi 400 voluntades— que también deja todo en la carretera, para que la Vuelta pueda dar la vuelta.
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