JORGE SAVIA
Uruguay sacó un puntazo. Claro, la gente se fue del Estadio, conforme por dentro con lo que dejó —y también jugó— el cuadro de Fossati en la cancha, donde peleó futbolística y anímicamente palmo a palmo con los pentacampeones mundiales, y también relativamente triste por el resultado; porque el local estuvo en ganancia y de no haber sido por esa terrible contundencia que caracteriza a los brasileños, que consiguieron el empate con una definición de Emerson en la que el 90% de los jugadores de cualquier parte del mundo tiran la pelota por arriba o el costado del arco, hasta pudo haber ganado. Pero, en realidad, hubo tres partidos en uno anoche en el Centenario. Y en el balance de todos, la igualdad quedó justificada.
El primer "chico" fue hasta poco después del gol de Forlán a los 4’ de la segunda etapa. Y en ese lapso la actuación de Uruguay fue inteligente, aplicada, mostrando una gran concentración de la defensa y el mediocampo para no dejar espacios por los que pudiera filtrarse el fútbol dinámico y encarador que quisieron armar Ronaldinho y Kaká —sin respuesta de un estático Ronaldo— en tres cuartos de cancha, y una ofensiva sustentada en la movilidad de Forlán, la capacidad de Zalayeta para manejar y aguantar la pelota, y la personalidad de Olivera para soltarse hacia adelante, que expuso una doble predisposición, solidaria y sacrificada que la llevó a propiciar varias situaciones de gol que no supo concretar, pese a que algunas de ellas —sobre todo una de Forlán y otra de Zalayeta— fueron en circunstancias muy favorables, y al mismo tiempo a tapar la salida del equipo contrario y, por si fuera poco, también a molestar el arranque del armado visitante.
El segundo "set" se extendió desde el gol de Forlán hasta que empezaron los cambios. Porque en ese período,aún entrando ya a tomar mayor precaución para trabajar con el dividendo de la ventaja alcanzada, Uruguay fabricó alguna ocasión más como para ampliar la diferencia, pero —con lógica— pensó en reforzar el medio, que era por donde más circulaban los pentacampeones mundiales. Y mientras las variantes ensayadas por Fossati no dieron el resultado esperado, porque a Delgado le costó prenderse al ritmo infernal del trámite, y luego Chevantón dejó en claro que futbolísticamente le falta para estar en condiciones ideales, con la entrada de Robinho los brasileños —sobre todo Ronaldinho— tuvieron arriba la vivacidad y penetración que les había faltado antes.
De esa forma, entonces, se entró a jugar el "tercer partido". Con Uruguay sin la pelota. Y ya sacando contragolpes muy de tanto en tanto. Ahí quedó la sensación de que otra vez el cambio de Estoyanoff se pudo haber quedado en la manga de Fossati. Y, también, de que Brasil terminó más cerca que los celestes de retirarse vencedor del Centenario.
De ahí, pues, que la gente se haya ido, quizá, con sentimientos encontrados. Pero aún en ese final que lo mostró casi desbordado, el cuadro de Fossati tuvo una personalidad impresionante. Para defender. Para volver a concentrarse defensivamente como en los 45’ iniciales. Y, sobre todo, para sacar un puntazo, jugando de igual en las buenas y en las malas, ante los que justificaron plenamente su condición de pentacampeones mundiales.
Cosas de grandes
- Ronaldinho justificó ser el mejor futbolista del mundo en 2004: jugando como armador o de enlace, y sin encontrar debido apoyo en Ronaldo, arrancó, amagó, quebró, frenó y aceleró, poniéndose el cuadro a la espalda. ¡Menos mal que Parreira no lo pone como atacante!
- Diego Forlán volvió a mostrar esa versión de jugador moderno y dinámico, que lo llevó a trabajar doblemente, colaborando en la marca en tres cuartos de cancha y protagonizando situaciones de riesgo, aunque algunas no las pudo definir en forma adecuada.
Lo increíble
¿RIVALES? - Adentro de la cancha sí, pero afuera, los brasileños se comportaron de maravilla con Paolo Montero. El capitán de Uruguay se subió a una camioneta de la delegación norteña para llegar a tiempo al aeropuerto de Carrasco. Es más, Paolo lideró la partida de los brasileños, dado que el zaguero fue en un vehículo que abrió la marcha por detrás de las motos de la Policía.
CAMISETAS - Hablando de Montero, cabe consignar que el zaguero se fue de la cancha con dos camisetas de Brasil. La primera fue producto de un cambio y la segunda por el obsequio que le hizo Zé Roberto.
REPETICION - Por primera vez en trece fechas de las Eliminatorias Uruguay repitió la conformación del equipo. Es así, Jorge Fossati mantuvo ante Brasil los mismos once que empataron el pasado sábado con Chile.