Se estaba jugando el partido entre Wanderers y Defensor Sporting por el Torneo Intermedio en una noche invernal en el Prado de Montevideo. Tapado con un camperón grande, negro, estaba Pablo Melo custodiando una puerta de acceso al Parque Viera. Sonrió y enseguida explicó: “Estoy trabajando acá, ya hace algunas semanas, estoy contento”.
Aquel zaguero, muy identificado con Cerro, y con pasaje por Nacional en uno de los mejores momentos de su carrera (2008), tiene 43 años y la vida le ha puesto por el camino varios obstáculos para sortear, especialmente después de que se retiró del fútbol profesional, allá por 2015, defendiendo los colores de Cerrito.
-Nunca fui de golpear muchas puertas, tampoco lo fui durante mi carrera. Debido a la necesidad, obviamente que después que dejé de jugar, hace ocho años, estuve dos en el fútbol del interior y seis años trabajando en seguridad. Desde muy chico fui profesional, a los 16 subí a Primera y tuve que dejar de estudiar. Uno no piensa en el futuro cuando termina de jugar. En ese momento, opté por seguir jugando, que era lo que tenía más viable, y dejé de lado algunas cosas que, después, a la hora del retiro, uno las necesita, como lo son el estudio y el conocimiento para conseguir un buen trabajo.
Pablo se expresa muy bien y no tiene ningún reparo para hablar de las cosas que lo afectaron. Tampoco se sonroja al referirse con claridad sobre cómo fue su situación una vez que dejó de patear la pelota adentro de una cancha de fútbol. Se extiende en las respuestas y se muestra cómodo, reflotando épocas en las que habitualmente estaba frente a un periodista.
-En mi caso, la vinculación a la seguridad también se dio por medio de allegados, de excompañeros y gente que estuvo en el fútbol y en la seguridad. Se me dieron oportunidades que las pude aprovechar. Al no golpear puertas, uno a veces se priva de tener posibilidades; en este caso se me ocurrió mandar un mensaje a gente que ha tenido recorrido y que hoy en día tiene una posición laboral buena, y que me pudo dar esta oportunidad en el personal de recaudación de AUF.

Su actual trabajo involucra varios roles, que van desde controlar el acceso a los vestuarios de los equipos al acceso a cancha de los periodistas. Dependiendo del partido o del escenario va cambiando su tarea, pero siempre es relacionado a un partido de fútbol. Y ese aspecto es uno por los cuales Melo está contento: por el hecho de poder seguir estando vinculado a la pasión que tiene desde pequeño. También empezó a hacer el curso de entrenador en este 2025.
-La gente te reconoce en la cancha. Por haber estado vinculado al fútbol, por la fisonomía que tengo, por haber jugado en equipos de renombre como Nacional, Cerro, Danubio, la selección. La gente se sorprende al verme, pero está bueno, es un contacto lindo que uno vuelve a tener. Hay gente que me ve, que me reconoce, pero que no se da cuenta de dónde. No puedo hablar mucho en mi tiempo de trabajo, je, pero está muy bueno el contacto, el respeto, saber que uno hizo una carrera de 20 años y que te lo reconocen. Me pasó en el partido con Uruguay, que me daban para leer el QR y se sorprendían al verme; me preguntaban ¿sos vos? ‘Sí, soy yo’, je.
Tras jugar en Cerrito, Melo estuvo dos años en el fútbol del interior, hasta que desembarcó en una empresa dedicada a la seguridad. Trabajó como chófer, luego quedó como supervisor.
-Nunca me costó el tema del trabajo, no me da vergüenza volver a empezar, eso es lo que a uno lo reconforta: tener el respaldo y haberse manejado bien en la vida como para tener nuevas oportunidades.
Melo siempre tuvo un físico robusto. Fue un zaguero de pierna fuerte. Su cara de malo adentro de la cancha dista con la actual, afuera, donde siempre lo acompaña una sonrisa y da la sensación de calidez y amabilidad. “Todo el mundo pensaba que yo era de pegar adentro de la cancha, o mal intencionado, y yo tengo más de 500 partidos en Primera División y no tengo más de 10 o 12 expulsiones, sí muchas amarillas, me encantaban, je. Y la mayoría de expulsiones son por protestas, por injusticias que uno sufre”, añadió.
-A pesar de no haber jugado tanto en la selección ni tanto en Nacional, tengo una fisonomía de jugador grandote, pelado, que por ahí hace que la gente me reconozca mucho más fácil que a otros jugadores que han estado muchos años en gran nivel, o mismo en equipos grandes o en la selección. Hace 10 o 15 años éramos todos pelados y rústicos, y medios parecidos. Siempre fui un jugador de contextura gruesa, que en el fútbol uruguayo, con el ritmo que se jugaba antes, me daba para jugar y rendir. Yo siempre me sobreexigí, no tuve lesiones importantes. Pero para ir al exterior sí o sí me tenía que poner a punto porque sino no tenía la posibilidad de jugar como lo hacía acá.

Retrospectiva y honestidad
A lo largo de la entrevista con Ovación, Melo repite una y otra vez la importancia del estudio, la clave de estar preparado una vez que el futbolista se retira. El tener certeza de qué hacer cuando las luces del Centenario, o del Tróccoli, se apagan, cuando las llamadas de los medios ya no están y cuando las fotos de los diarios pasaron a ser un recuerdo, parte del pasado.
-Lo que me pasó sirve como base para poder inculcar. Uno cuando se da cuenta, ya es tarde, ya no puede volver 20, 25 años atrás. El manejo del dinero, si bien en esa época no se ganaba igual que hoy, se ganaba bien y te daba para vivir, y uno con otra cabeza podría haber hecho mejores cosas. Creo que a todos nos pasa a todo nivel. Te tratás de acomodar con lo que ganás. El jugador de fútbol es un momento, y uno no lo ve, no se da cuenta. Cuando tenés que volver a salir a la cancha a pelearla de otra manera quizás no tenés todas las herramientas.

Cerro, Danubio, Tiro Federal, Nacional, San Martín de San Juan, Manta de Ecuador, América de Cali, Liverpool, Aragua de Venezuela y Cerrito fue la trayectoria del defensa central. También estuvo en algunos amistosos con Uruguay de la mano de Juan Ramón Carrasco.
-Tuve tres golpes muy fuertes en mi carrera, que fue cuando estuve a punto de ir a Boca en 2003, que no se dio y tuve que volver a Cerro. Carlos Bianchi me quería, Burdisso se iba a Inter y yo era el reemplazo, pero ni él se fue ni Bianchi siguió. Luego fui a Newell’s y no pagaron el pase, y volví. Después, en 2005 me toca a ir a Turquía, tenía todo arreglado con un equipo por tres años, que hubiera sido el pase de mi vida, y se cayó, regresé y jugué en Danubio. Esos golpes te marcan la carrera, la vida. Uno trata de sobreponerse, pero nunca estuve en un equipo que me diera para hacer una diferencia grande a nivel económico. Con esos pases caídos traté de hacer los duelos rápido, pero uno tiene que tratar de aprovechar su mejor momento. Seguí con las mismas ganas, pero los años van pasando.
Actualmente Pablo vive con su madre y su hermano en el Cerro, su barrio de toda la vida después de nacer en Rivera. “A mí me tocó volver a empezar de cero, cero, por eso, estas oportunidades que se brindan a nivel laboral hay que aprovecharlas”.
-Pasé por momentos en los que no le encontraba la vuelta, no encontraba la manera de poder salir adelante. Pero haberse manejado bien en el fútbol y tener relación con gente que te pueda dar una mano, es importantísimo. Cuando terminé de jugar me alejé totalmente, estaba desgastado, no quería seguir en el ambiente. Hoy la historia cambió, y aquí estoy.

-
Los detalles del operativo de seguridad que desplegarán para el cruce entre Peñarol y Cerro por el Intermedio
Santiago "Tanque" Silva anunció que se retira del fútbol a fin de año: "Quiero esa última batalla para mí"
Lucas Morales se va de Nacional y su destino será Olimpia de Paraguay: los detalles de la negociación