Por Diego Domínguez
"Lo que se hereda no se roba”, repiten en el interior profundo cada vez que hay una coincidencia entre dos pares. Es una frase tan común como trillada, pero que no escapa al caso de los hermanos Núñez: Carlos (conocido como Discoteca), de 30 años, y Facundo, de 17, que está instalado solo en Cerro Largo.

Pasó un ventarrón desde la última vez que se los vio jugar juntos.

El mayor encarriló su carrera hacia la Liga de Canelones, después de una serie de altibajos, y prácticamente se le perdió el rastro hasta el año pasado, cuandodecidió hablar con Ovación:“Un jugador, por más experiencia que tenga, es mentira que se las sabe todas. Yo pensaba que me las sabia todas, que era un vivo, y era un gil” fue lo que dijo.

El menor, que heredó la huella futbolística que dejó su hermano -que hizo entre otras cosas que Peñarolpagara por él más de US$ 1.000.000-, es el que ahora da que hablar. Sorprende por su edad, por su velocidad, por su talento y por las raíces que vio Danielo Núñezcuando lo invitó a practicar con apenas 14 años: “Fui a (Melo a) visitar a mi hermano, que me llevó a una práctica y me quedé afuera mirando. Danielo me invitó a practicar, me fui acomodando y terminé firmando contrato”.

Y algo más llamativo aún: la edad (15) con la que finalmente debutó por Copa Sudamericana, en 2021, cuando se convirtió en el futbolista más joven en participar del certamen al ingresar contra Peñarol, aún sin haber hecho proceso de juveniles en Cerro Largo.

Foto: Estefanía Leal.

A diferencia de su hermano Carlos, Facundo escaló sin pasar por el peaje de las formativas, salvo en las categorías menores (Sub 15 y Sub 17) de la selección uruguaya. Brilló en Liverpool de OFI, maduró muy rápido y todo eso le dio frutos. Hoy desnuda fácilmente todos los rasgos de un adulto mayor: vive solo, se cocina, maneja su plata y no depende de nadie.

Apadrinado por algunas figuras, como Mauro Brasil o Emiliano Villar, el chico no deja de sorprender. Con sus 1.72 metros de altura se las ingenia para pechar -aún a futbolistas que duplican su peso-, jugar por detrás del 9, desnivelar en el mano a mano y habilitar a los delanteros. “Me pongo nervioso cuando estoy por entrar a la cancha y cuando no toco ninguna pelota. Después, cuando entro y toco la primera, ya está”, reconoció el enganche, que, por momentos, padece la tranquilidad de Melo: “Acá es medio aburrido todo”.

La distancia, que obliga al equipo a viajar 400 kilómetros fin de semana de por medio, es una de las mayores desventajas que sufre estando afuera. “Los viajes son lo peor que hay. Yo voy escuchando música o jugando al free fire (un videojuego) así en el hotel puedo dormir”.

Foto: Estefanía Leal.

Con Carlos, Facundo tiene una relación casi que de padre e hijo. Desde consejos, anécdotas y errores, se pasean por todos los temas futbolísticos posibles cuando están juntos. El chiquilín, sin embargo, tiene claro que quiere construir su propio camino. Y así lo graficó: “Yo le pregunto cosas de fútbol; él me explica y me corrige las cosas que hizo mal. Llegamos a jugar juntos tres partidos”.

“Adentro de la cancha para mí era el mejor, pero afuera era complicado”, consideró.

Ahora, por la logística, se ven únicamente los fines de semana en que a Cerro Largo le toca jugar de visitante, en Montevideo. Como por lo general esos días son viernes o sábado, aprovecha a la mañana siguiente para ir a pasar su día libre a Canelones.

“Te enseñan muchas cosas acá”, aseguró el pibe, que tiene como ídolo al brasileño Neymar. “Mejoré una cantidad desde los 15 años. Sueño con jugar en Europa”, concluyó.