Publicidad

La guerra de los Seis Días

Compartir esta noticia

Hace 50 años, los líderes árabes de Egipto, Siria y Jordania declararon su intención de aniquilar al Estado judío y los judíos decidieron que no se irían sin dar pelea. A medida que la historia se vuelve a escribir, y aquella sorprendente victoria militar obtiene la perversa adjetivación de conquista “imperialista”, vale la pena revisar ciertos hechos.

Hace 50 años, los líderes árabes de Egipto, Siria y Jordania declararon su intención de aniquilar al Estado judío y los judíos decidieron que no se irían sin dar pelea. A medida que la historia se vuelve a escribir, y aquella sorprendente victoria militar obtiene la perversa adjetivación de conquista “imperialista”, vale la pena revisar ciertos hechos.

Ningún general israelí se despertó en la primavera de 1967, buscando conquistar nada. Los 2,7 millones de israelíes comenzaban a prepararse para el “Armageddon”. A diferencia de las películas de superhéroes, no estaba claro en absoluto cuál sería el resultado.

El 15 de mayo, el presidente egipcio Nasser ordenó a más de 1.000 tanques y 100.000 fuerzas terrestres cruzar el Canal de Suez y entrar en el Sinaí. Dos días más tarde, el Secretario General de las Naciones Unidas, U- Thant aceptó la demanda egipcia y evacuó todas las tropas de la ONU. No quedó nada que se interpusiera entre las tropas egipcias en la frontera y la población israelí de la ciudad de Beersheva, a dos horas de distancia, sino únicamente una pequeña división de reservistas israelíes. Al mismo tiempo, los ejércitos jordano y sirio comenzaron su preparación para la guerra.

Pocos días después, Nasser anunció que estaba cerrando el estrecho de Tirán a los barcos que intentaban atracar en Eilat, el puerto sureño de Israel. El 26 de mayo, Nasser dijo: “La batalla será total y nuestro objetivo básico será destruir a Israel”. La patente hostilidad y las armas cargadas no sólo de Nasser, sino de 14 naciones árabes y 110 millones de habitantes, era palpable.

Durante esas tres semanas, los israelíes se prepararon. Las mujeres disponían mesas con comida en las intersecciones de la ciudad, para convidar a los soldados que iban camino a sus bases. Los niños ayudaban entregando el correo, ya que los carteros fueron llamados para el servicio de reserva. Los hogares sellaban las ventanas con cinta, y se utilizaron sacos de arena para proteger las escuelas. Un lugar de paseo y parque infantil en Tel Aviv, Gan Meir, estaba preparado para servir como cementerio.

Los archivos del gobierno israelí, incluyendo cables desclasificados y recortes de periódicos, representan vivos ejemplos del apoyo uruguayo a Israel. La poetisa Juana de Ibarbourou envió (5/6) una carta al entonces embajador de Israel Hagai Dikan: “Con profunda angustia en esta hora veinticinco de Israel le envío mi adhesión total... Pueblo de Dios, Israel se ha conquistado el apoyo y la admiración de cuantos tienen conciencia de lo que es valor y sacrificio y ejercicio de las más claras virtudes humanas”.

La Sra. Matilde Ibáñez, viuda de Luis Batlle Berres escribió (7/6): “En estos momentos que de nuevo destino golpea cruelmente vuestro sacrificado y heroico pueblo siento necesidad acercarme a ustedes expresarles mis sentimientos de solidaridad… y protestar por el intento absurdo querer eliminar una nación”.

Más de 15.000 personas manifestaron (7/6) por la Avda. 18 de Julio en apoyo a Israel. Esa misma semana, 8.000 personas llenaron el Palacio Peñarol para mostrar su preocupación por el destino del incipiente Estado. Un grupo de sobrevivientes del Holocausto manifestó frente a la sede de la Embajada de la Unión Soviética, clamando “la historia no se repetirá”.

El diario “El País” publicó editoriales (25 y 26 mayo), solicitando al gobierno uruguayo que apoyara activamente a Israel: “…puede ser ahora el momento de decir una vez más que nuestro país condene la agresión”.

Al final de la guerra, el rostro de Israel se alteró tremendamente. Israel había obtenido el Sinaí y Gaza, había liberado Jerusalén incluyendo los sitios sagrados judíos como el Muro de los Lamentos, y los Altos del Golán estaban en manos israelíes. El pequeño Estado ya no se encontraba aplastado dentro de fronteras indefendibles. El hecho que Israel no perdiera la guerra ante las fuerzas combinadas de tres ejércitos árabes, dejó claro a todos que estaba aquí para quedarse.

Israel ofreció devolver todo el territorio que había tomado si Egipto y Siria firmaban un acuerdo de paz, pero fue rechazado por los famosos “tres no” de Khartoum: no paz, no negociación, no reconocimiento.

Posteriormente, Israel ha forjado tratados de paz con Egipto y Jordania, que aún se mantienen. Con Siria, los requisitos mínimos de seguridad de Israel nunca se han cumplido. Y hasta hoy, la negativa de los palestinos les ha impedido forjar un nuevo futuro. Cabe recordar que la OLP fue fundada en 1964, cuando ni un solo pedazo de tierra palestina había caído en manos israelíes.

Israel es ahora un país fuerte, y se torna difícil imaginar lo vulnerable que pudo haberse sentido. Y sin embargo, el recuerdo de cómo las tropas de la ONU se fueron en un abrir y cerrar de ojos, el silencio de Europa e incluso la no intervención de EE.UU., deja una lección agridulce: Israel no puede confiar en el mundo para defender sus intereses. Debemos ser capaces de defendernos nosotros mismos.

Nuestra tenacidad en la guerra es igualada por nuestro deseo y compromiso para forjar la paz. Esperamos que nuestros vecinos palestinos adopten actitudes similares y nos encontremos a mitad de camino.

SEGUIR
Nina Ben-Ami

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Israel

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad