No en todas las elecciones los debates sobre la política exterior uruguaya ocupan un lugar central. En esta ocasión, el drama venezolano obligó a los partidos a pronunciarse ante un Nicolás Maduro que reforzó su vocación dictatorial al proclamarse vencedor en unas elecciones de las cuales sigue sin mostrar los números.
No solo Venezuela es un tema que pesa en la agenda de la política exterior uruguaya, sino también Ucrania e Israel. En cada uno de ellos, el gobierno uruguayo demostró una firme posición y la clara intención de alinearse en defensa de la democracia, la libertad y los valores que definen a Occidente.
Llamativamente, la oposición en todos estos temas, ha sido elusiva y contradictoria. Y eso ocurre porque dentro del Frente Amplio hay sectores que presionan a favor de Maduro, de Vladimir Putin y del grupo terrorista Hamás.
Se dirá que no todo el Frente Amplio se ubica en esa postura, pero basta que una parte lo esté para que la otra se retraiga y opine con alarmante tibieza o simplemente calle.
La claridad de la postura uruguaya en estos temas es (y deberá seguir siéndolo) uno de los ejes de su política exterior.
La semana pasada el presidente Volodimir Zelenski de Ucrania, en una conferencia de prensa en Kiev donde había un periodista de nuestro diario, resaltó la importancia de la voz uruguaya en el complejo tramado diplomático que implica este conflicto. “Sabemos que Uruguay, aunque pequeño, tiene una voz fuerte y potente”, dijo en esa conferencia el presidente ucraniano.
Por cierto, Uruguay no está en condiciones de jugar el mismo rol económico y militar de los países europeos o de Estados Unidos. Pero puede y debe sumar su voz en la dirección correcta, como lo viene haciendo hasta ahora.
Quizás no sea una voz tronante y ello obligue a Yamandú Orsi a parafrasearse a sí mismo, diciendo “Tiembla Putin, eh”, como lo dijo con frívola ironía respecto a Maduro cuando supo que en su ida a la ONU, el presidente Lacalle Pou denunciaría la situación venezolana.
Es obvio que ni Maduro ni Putin tiemblan ante lo que diga Uruguay; ni siquiera tiemblan cuando hablan Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea todas juntas. Por eso son dictadores, déspotas sin conciencia, aferrados a su ilimitado poder, alardeando sin pudor del daño que son capaces de hacer. La cuestión de fondo no es si estos tiranos tiemblan por lo que dice el gobierno de un país de tres millones de habitantes, escondido en el sur del mundo.
La cuestión es que nuestro gobierno se presente así ante los uruguayos en la medida que son temas que nos ubican en la corriente democrática que es parte de nuestra identidad como nación. Pero además importa que el mundo sepa sin ambigüedad de qué lado está Uruguay cuando habla en los organismos y en los foros internacionales.
Hay un “eje” como lo hubo en el siglo pasado, que representa todo aquello que es negativo para el mundo. Lo lideran Rusia e Irán, China hasta un punto, y alienados con ellos están Cuba, Nicaragua y Venezuela. El Brasil de Lula coquetea con ese eje.
Vergüenza ajena da pensar que en Uruguay hay grupos de izquierda que están en sintonía con esos regímenes. Que piensan que hizo bien Putin en invadir Ucrania, pasando por alto que la argumentación desplegada por esta suerte de nuevo zar se apoya en los textos de ideólogos ultranacionalistas de extrema derecha. O que esos mismos grupos simpaticen con terroristas dispuestos a todo para borrar a Israel del mapa e imponer sus teocracias fundamentalistas, intolerantes y avasalladoras.
Tales grupos existen, forman parte del FA y lo condicionan a la hora de definirse en política exterior. Por eso Orsi es confuso cuando aborda estos temas (también es confuso en todos los temas que toca). Está limitado, tiene miedo de irritar a esos sectores y antes de decir algo, prefiere esperar a ver con qué cosa sale Lula, desde Brasilia, para recién ahí alinearse.
La voz de Uruguay, como bien lo reconoce Zelenski, no tendrá poder pero sí tiene prestigio. Un prestigio en su escala, pero prestigio al fin. Eso es lo que entendió Lacalle Pou cuando anunció que hablaría sobre Venezuela en la Asamblea General de la ONU, eso es lo que entendió el conjunto del gobierno y en particular la Cancillería, cuando cada paso que da respecto a las grandes tensiones del mundo, va en la dirección correcta. Lamentablemente eso es lo que no entiende el candidato frentista ni es lo que quiere un sector tal vez no mayoritario pero de peso innegable del Frente.