Un arranque preocupante

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Los primero pasos y anuncios del gobierno, no son para generar entusiasmo, precisamente. En materia de seguridad, de educación, de economía, de relaciones exteriores, de trabajo -y es difícil seguir la cuenta- se han realizado anuncios que, siendo modestos, van a contramano de lo que requiere el país, y se hace en el mundo con éxito.

En primer lugar. El flamante ministro del Interior de jure Carlos Negro afirmó que la pelea contra el narcotráfico “está perdida” desmoralizando antes de comenzar a la policía y a todas las fuerza que deben desempeñarse en esta tarea vital para la seguridad de nuestro país. ¿Qué va a hacer en su cargo el ministro Negro si piensa que su principal misión está perdida? ¿Con qué actitud puede trabajar con las personas que arriesgan su vida día a día en esta función trascendental para el Uruguay? Nada bueno puede esperarse de quien se entrega antes de dar la pelea.

Algo similar ocurrió con la educación. La nueva directora de Primaria Gabriela Salsamendi desertando de su función fundamental que es captar, retener y formar a nuestros niños expresó que: “Si los niños no van, no se puede hacer mucho”. A diferencia de lo que hacen las experiencias exitosas de centros privados y gratuitos en las zonas más complejas de Montevideo, que es precisamente ir a buscar a los niños y brindarles las herramientas para que puedan permanecer en la educación, Salsamendi deserta de su responsabilidad. Como en el caso de Negro, quien piensa que no se puede, seguro que no va a poder.

El novel ministro de Economía Gabriel Oddone asumió arropado por las autoridades del gobierno, los mismos que lo desautorizaron cada vez que abrió la boca. Oddone en su discurso de asunción ya cambió los anuncios con los que chocaba con el Frente Amplio y que sabe que no va a poder llevar adelante como la desindexación de los salarios o mantener la edad de retiro en 65 años. Y simplemente anunció redistribución del ingreso, aumento del gasto público y planes sociales. Más consistente con su partido, pero anunciando un panorama mucho más complejo para el país.

El canciller Mario Lubetkin arrancó con el pie izquierdo antes de asumir, cuando la noche previa al cambio de mando permitió que Lula organizara la cena de presidentes de izquierda en Montevideo a la que Yamandú Orsi, el anfitrión, fue como invitado.

Por si fuera poco, consentimos que la ceremonia en el Palacio Legislativo comenzara tarde porque esperamos la llegada del presidente de Brasil, que quiso tener un gesto claro para demostrar quien manda.

La estrategia de plegarse como furgón de cola al declinante Brasil de Lula es una decisión penosa y el regreso de la inconducente política de “Más y mejor Mercosur” una catástrofe. Si a eso le sumamos que votamos a un ignoto señor surinamés para la OEA siguiendo órdenes y abandonamos a nuestro aliado histórico que es Paraguay, se entiende que todo es genuflexión con Brasil.

Y, por supuesto, la frutilla de la torta es haber abandonado el bloque de países democráticos del mundo que condenan la criminal dictadura de Venezuela para lavarnos las manos junto a los países totalitarios del globo. Tan solo con esta acción el nuevo canciller ha informado al mundo de la prioridad que este gobierno dará a cuestiones como la democracia o los derechos humanos.

En materia laboral el nuevo subsecretario de Trabajo, Hugo Barreto, consideró que las ocupaciones de los lugares de trabajo forman parte del derecho de huelga, defenestrando un derecho de trabajadores y empresarios que es de raigambre constitucional, y que la administración anterior había concretado en normas de forma práctica.

La legitimación de la violencia como forma de protesta no solo espanta a la inversión, también conspira contra la convivencia en paz y la resolución armoniosa de los conflictos. Eso sumado a que el llamado diálogo por la “seguridad social” pondrá en cuestión lo resuelto por la ciudadanía en el reciente plebiscito del año pasado, lo que es profundamente antidemocrático, y que el coordinador de este diálogo sea un asesor del Pit-Cnt muestra a las claras hacia dónde vamos. Nuevamente, el FA parece ir rumbo a desconocer lo que la ciudadanía, el verdadero soberano, determinó en las urnas.

Pasando raya, las primeras semanas del nuevo gobierno parecen confirmar los temores de los más pesimistas. Y alertar a la sociedad de que los mensajes moderados y conciliadores de la campaña no eran más que estrategias de seducción, destinadas a enterrarse apenas se llegara al poder.

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