Hoy se conmemoran 194 años desde que el Uruguay juró su primera Constitución. En nuestro país esta fecha tiene una significación muy relevante, diferente a otros que privilegian como hitos constitutivos batallas o su independencia, más que la elaboración de una Constitución. Pero en nuestro país, las reglas, las normas que nos rigen y su respeto, siempre han tenido un lugar privilegiado en el imaginario colectivo. En el país donde “naides es más que naides”, la Constitución es la garantía viva que consagra ese consenso social.
La Constitución de 1830, jurada solemnemente el 18 de julio por el gobierno encabezado por el gobernador, brigadier general Juan Antonio Lavalleja, sus ministros de Estado, jefes del ejército, y autoridades eclesiásticas desde el balcón del Cabildo de Montevideo, y acompañado por el pueblo reunido en la Plaza Matriz, estableció un Estado moderno para su época en la concepción liberal del Estado.
Algo que se mantuvo a lo largo del tiempo, pese a los cambios y reformas que se han hecho a nuestra Constitución en distintos momentos de la historia.
Sin embargo, mantener este espíritu nunca ha sido fácil. Y de hecho, en este 2024, los uruguayos nos encontramos frente a otro desafío central al espíritu de nuestra Constitución. Hablamos del proyecto para modificarla, incluyendo cuestiones relativas a la seguridad social que, no solo no tienen nada que ver con lo que debe ser el contenido de una ley de ese tipo. Sino que apuntan a minar la economía y la fábrica más fina y sutil del entramado social de la nación.
Este proyecto, que busca eliminar la posibilidad del ahorro jubilatorio individual, es un avance temerario en un camino de colectivismo, contrario al espíritu emprendedor, y “orejano” que ha marcado la identidad nacional desde el origen mismo del país. Se busca que la burocracia estatal avance sin limitaciones sobre el derecho individual, no solo impidiendo el ahorro individual, sino generando un daño tan grande al presupuesto público, que solo podrá ser resuelto atacando de manera masiva el bolsillo del contribuyente.
O sea, volviendo al ciudadano todavía más esclavo y dependiente del gobierno de turno. ¿Alguien puede imaginar algo más contrario al espíritu liberal de nuestra Constitución?
Pero este planteo no sorprende cuando vemos de dónde proviene. Proviene de las fuerzas políticas que han hecho un culto histórico del colectivismo, y de combatir el derecho de los individuos a diseñar y llevar adelante su proyecto de vida tal y como ellos quieren.
Se trata de las mismas fuerzas políticas que han gobernado la capital del país por más de 30 años, con los resultados que vemos todos los días.
Pero hay una expresión dolorosamente notoria sobre el respeto que tiene esa visión política del espíritu de nuestra Constitución. Hablamos de la situación que atraviesa nada menos que la principal avenida de Montevideo que se llama, justamente, 18 de Julio.
En las últimas horas, el estado de esta avenida nombrada en homenaje a la fecha que hoy celebramos, ha sido motivo de muchos comentarios. En particular por el cierre de algunos comercios emblemáticos, que han padecido no solo la avaricia recaudatoria de la intendencia de Montevideo, sino el clima de abandono al que se ha sometido a los barrios céntricos que 18 de Julio atraviesa.
Basura por todos lados, adictos y personas con problemas psiquiátricos que deambulan como zombies a toda hora, iluminación mortuoria, y hostilidad permanente a los autos privados, con estacionamientos tarifados de costo absurdo. A esto hay que sumar el gran proyecto de la última y breve gestión, que fue inventar una ciclovía en el corazón de la avenida que recuerda la jura de nuestra Constitución. Una ciclovía que no tiene casi uso, y que solo ha contribuido a fomentar la sensación de decadencia que vive esta arteria central de la capital.
Alguien podría argumentar que aquí estamos mezclando cosas que nada tendrían que ver. Pero se equivocaría.
Se trata de expresiones claras de lo mismo. De la falta de respeto central por las ideas y valores que dieron nacimiento a nuestro país. Que están representadas por la Constitución, y homenajeadas en la avenida que atraviesa la zona céntrica de la capital del país. Cuyo abandono y decadencia son apenas un síntoma más del desprecio que algunos siente por esos valores y principios. Que en una fecha como hoy, estamos obligados a rescatar y a volver a poner en el lugar de honor y respeto que nunca debieron haber perdido.