Pasan los días y seguimos sin ningún anuncio concreto en ningún tema. Esta ausencia durante los discursos del 1° de marzo se viene extendiendo más de la cuenta. La administración del Frente Amplio encabezada por Yamandú Orsi sigue generando más dudas que certezas. La falta de definiciones concretas marca el inicio de esta nueva etapa, con un presidente que parece seguir en modo comentarista en lugar de asumir con determinación el liderazgo que el país necesita.
Cada vez que ocurre un hecho desgraciado, el presidente Orsi aparece con declaraciones sentidas, pero carentes de acción. Su respuesta ante el asesinato de una mujer o ante la falta de mercados para el trabajo uruguayo es la misma: lamentaciones y comentarios. Pero el país no necesita un relator de tragedias, sino un jefe de Estado que implemente soluciones concretas. La seguridad sigue siendo una de las mayores preocupaciones de los uruguayos, y el gobierno no ha demostrado tener una estrategia clara para abordarla.
Pero el tema trasciende largamente al presidente, su equipo se viene mimetizando con esta forma de hacer campaña, y ahora de gobernar. El ministro del Interior, Carlos Negro, también parece estar en la misma línea de inacción. Hasta el momento no ha presentado ni una sola propuesta innovadora que marque un cambio respecto a lo hecho por la administración anterior. Mantuvo en su lugar nada menos que al director Nacional de la Policía, ¿cómo se explica que luego de haber sido tan duros críticos de la política del gobierno anterior mantuvieran al principal cargo de confianza en la policía? Si el Frente Amplio pretendía dar un giro en la gestión de la seguridad, aún no lo ha demostrado. En este caso hay una parte buena, sin dudas es mejor que el Frente Amplio renuncie a hacer política de seguridad propia a que vuelvan los herederos de Bonomi y su récord histórico de aumento de rapiñas y homicidios. No está tan mal que en este tema el nuevo gobierno confiese su incapacidad de tener una política propia.
Pero lo más pintoresco de esta semana fue la asunción de la ministra de Vivienda, Cecilia Cairo. Pintoresco por mantener la buena onda ante un acto que poco bueno hace presagiar. Consultada por sus prioridades para la gestión, la ministra fue incapaz de delinear una hoja de ruta clara y su énfasis estuvo en que “ella tiene que gastar”. Dijo que su prioridad son más de 100 proyectos (debería repasar el concepto de prioridad), y dijo que van a hacer de todo y que mientras tanto le regala huertas a las familias para que planten sus propios alimentos. ¿Qué hubiera dicho la militancia pseudointelectual universitaria de izquierda si Pablo Bartol o Irene Moreira hubieran mandado a la gente de los asentamientos a producir su propias frutas y verduras? La vivienda es un tema clave para miles de uruguayos, y la falta de claridad solo genera más inquietud en aquellos que esperan soluciones.
Tampoco se quedó atrás el ministro de Trabajo, Juan Castillo, en su asunción. La gran pregunta en este caso es si él se cree lo que dice; de ser así estamos en problemas serios. En su discurso de asunción el ministro pareció convencido de que los salarios pueden subir por arte de magia, que podemos dejar de tener salarios bajos porque él quiera que así sea. Sin explicar cómo se evitará que esa política termine destruyendo empleo. La realidad económica es implacable: si los costos laborales suben de manera artificial, sin un crecimiento sostenido del empleo y la productividad, el efecto será la pérdida de puestos de trabajo, perjudicando a quienes se pretende ayudar. De vuelta, comentaristas de buenas intenciones sin medidas concretas.
El Frente Amplio llegó al gobierno con la promesa de hacer las cosas de manera diferente, pero hasta ahora lo único diferente ha sido la falta de definiciones claras, que contrasta con un gobierno saliente que en el acierto o el error marcó un camino. Esta tediosa indefinición también contrasta con la primera llegada del Frente Amplio al gobierno en 2005, cuando sin dudas si tuvo agenda.
Orsi y su equipo deben entender que ya no están en campaña, que ya no son oposición. Son gobierno. Y gobernar requiere más que palabras: requiere decisiones, liderazgo y acciones concretas. Uruguay no puede esperar indefinidamente a que el nuevo gobierno despierte. Es hora de que el Frente Amplio elija un rumbo, no palabras bonitas, sino un rumbo de verdad con medidas concretas más allá del papel. La improvisación y la falta de concreción no son el camino para construir un futuro mejor para Uruguay.