Se analiza mucho al gobierno: si tiene varias líneas internas en disputa, si el ministro Oddone plantea escenarios realistas en materia de crecimiento económico, si el presidente Orsi realmente ejerce su liderazgo como debe ser, o si la línea más radical, aliada con los sindicatos, está pugnando por mayor protagonismo que el apoyo que obtuvo en las urnas.
Poco se habla, en cambio, de qué oposición se precisa tener para esta coyuntura política. En términos generales, se acepta que hay dos perspectivas diferentes. Por un lado, están los que creen que se debe apoyar al gobierno en todo lo que se entienda que es bueno para el país. Y por otro lado, están quienes consideran que el gobierno recibió un mandato para dirigir el rumbo nacional hasta 2030, y por tanto lo que deben hacer los partidos de oposición es preparar una buena alternativa conjunta, que seduzca a la ciudadanía, y recibir así un apoyo popular mayoritario en las próximas elecciones.
En cada circunstancia política hay temas más relevantes que otros en los que se pueden poner a prueba estas dos estrategias diferentes. Uno de los más importantes hoy es el de la inseguridad: porque todo el mundo reconoce que tiene distintas dimensiones, porque también se cree que enfrentamos acciones violentas de grupos vinculados al narcotráfico que están desafiando la autoridad del Estado, y porque definitivamente no logramos bajar fuertemente la cantidad de homicidios, al punto de que somos uno de los peores países de Sudamérica en esta estadística del crimen.
Quienes sostienen la tesis de la colaboración con el gobierno desde la oposición presentan propuestas al ministro Negro; han querido participar en la iniciativa de diálogo convocada por el oficialismo para definir estrategias a futuro; y argumentan, en todos los casos, que la gravedad del problema exige una especie de unión nacional que implica bajar decibeles de críticas y ayudar al gobierno para salir adelante.
En sentido opuesto razonan quienes entienden que la oposición está para marcar un rumbo distinto al del gobierno. En primer lugar, no olvidan que hubo un amplísimo llamado al diálogo en la administración de Lacalle Pou que terminó con propuestas concretas. Muchas de ellas fueron aplicadas, a pesar de que el Frente Amplio (FA) al final del diálogo terminó restándoles apoyo por conveniencia electoral. En segundo lugar, aseguran que el triunfo del FA en 2024 prometió una mejor acción en seguridad, y por tanto corresponde que el gobierno de Orsi se haga cargo de sus responsabilidades y conduzca esa acción para la cual fue elegido.
Detrás de cada una de estas posiciones hay en verdad un debate democrático de fondo. Quienes creen que tienen que colaborar con el gobierno interpretan que el voto popular les encomendó servir al país, y por tanto ayudar a mejorar el rumbo actual. Quienes creen que hay que dejar que el gobierno de Orsi asuma sus opciones y rumbos propios, entienden que el voto popular los dejó fuera del poder y que, por tanto, lo que corresponde democráticamente es que cada uno ocupe el papel decidido por el pueblo. ¿Cuál de las dos es la más válida?
No sufrimos un problema de gobernabilidad. El FA cuenta con mayorías de hecho en el Parlamento, y además tiene su propio elenco para ejercer el poder, con su hoja de ruta y sus convicciones. Tan es así que, en particular en el tema de seguridad, a pesar de haber sido objeto de un atentado gravísimo, la fiscal de corte Ferrero sigue sin tener el apoyo oficialista para ser nombrada de manera unánime en el cargo que ejerce. Lo que sería una señal de unidad democrática frente al crimen organizado, es dejada de lado por la mayoría de izquierda: porque no está de acuerdo con la acción de Ferrero y porque quiere ejercer el mando en función de sus criterios y de su legitimidad de mayoría obtenida en las urnas.
Si no hay problemas de gobernabilidad, y en algo tan importante como lo de Ferrero el gobierno no se abre a un acuerdo con la oposición, ¿por qué insistir con las iniciativas dialoguistas? Lo que el país precisa, por el contrario, es una oposición que marque un rumbo diferente. Que se pare firme y critique iniciativas insuficientes, contradicciones oficialistas e inoperancia en la acción de gobierno.
Si quienes votaron a la hoy oposición hubieran querido apoyar el plan del FA para enfrentar la inseguridad, hubieran, en verdad, votado al FA. La oposición no es el FA ni fue votada para ser su rueda de auxilio. Es tiempo de que ella también asuma sus propias responsabilidades políticas.