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¿Principios o pragmatismo?

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Mucho se ha debatido en las últimas semanas respecto a en qué medida las decisiones del gobierno han estado determinadas por principios en contraposición al pragmatismo que algunos reclaman para la adopción de nuevas medidas frente a la pandemia.

La cuestión admite dos preguntas: ¿es bueno o es malo que los principios pesen a la hora de adoptar decisiones de índole colectiva? ¿En qué medida esos principios coliden con la adopción de medidas que podrían tener algunos beneficios particulares? Desbrocemos un poco la maleza y veamos con que nos encontramos.

Es indudable que todos los grandes gobernantes de la historia han estado guiados por principios. Es imposible siquiera tener un rumbo en abstracto o basándose meramente en el sentido común y el pragmatismo. Por otro lado, es indudable que los gobernantes también deben tener en cuenta a la realidad, para no hacer “geometría en el espacio” al decir de uno de nuestros expresidentes Julio Herrera y Obes.

Actuar sin principios e ignorar la realidad, por lo tanto, son dos extremos claramente perniciosos, pero gobernar sin principios probablemente sea aún más peligroso. En el caso del gobierno actual, en que sus principios son los constitucionales y la libertad como norte, difícilmente se encuentren obstáculos, por el contrario, parece una sólida base sobre la que encaminar al país en el camino al desarrollo que le es esquivo desde hace tiempo.

Se ha criticado al Presidente de la República por defender principios liberales, algo que ya quisieran muchos ciudadanos de países de todas las regiones del mundo. Ese principismo que evitó que tuviéramos confinamiento compulsivo o medidas prontas de seguridad debe celebrarse. Es casi imposible pensar que en el Uruguay alguien en su sano juicio quiera meter presa a una persona por caminar por la calle después de determinada hora o por cruzar un límite departamental. Casi, porque desde el Frente Amplio ha existido una frondosa capacidad para imaginar medidas fascistoides de todo tipo, demostrando como pesa en la coalición opositora la tentación totalitaria que las izquierdas intentan disimular con variado éxito desde la caída del muro de Berlín.

También, por cierto, el gobierno ha mostrado pragmatismo. Según el índice de rigurosidad de las medidas para enfrentar la pandemia elaborado por la Universidad de Oxford nuestro país no peque por la ausencia de medidas, por el contrario, tiene un puntaje que se ha incrementado en los últimos meses y que hoy muestra uno de los puntajes más altos del continente. El sabio equilibrio que ha mantenido el gobierno nacional se basa en la adopción de medidas que efectivamente ayudan a morigerar los inevitables y dolorosos impactos de la pandemia sin imponer restricciones marciales sobre la población. Libertad y responsabilidad, aunque a algunos no les gusta ninguna de las dos palabras; son temerosos de la libertad y no asumen ningún tipo de responsabilidades.

La contraposición entre principismo y pragmatismo, entonces, no deja de ser otro invento destinado al fracaso por intentar mellar la imagen del gobierno. La defensa de principios como la democracia, la libertad y los derechos humanos que realiza de forma prístina el gobierno tanto dentro como fuera de fronteras es motivo de orgullo para todos quienes comparten esos mismos valores. La necesidad de adoptar medidas prácticas frente a situaciones concretas sin despojarse de esos principios también es encomiable.

Todo gobierno que se precie de enmarcarse dentro de las formas de la democracia liberal tiene claro que el fin no justifica los medios. Es más, nada distingue más a un liberal de un autoritario que la comprensión de ese aserto.

Al fin y al cabo, todo gobierno que se precie de enmarcarse dentro de las formas de la democracia liberal tiene claro que el fin no justifica los medios. Es más, nada distingue más a un liberal de un autoritario que la comprensión de ese aserto. El actuar dentro de determinadas pautas, comprendiendo que las formas hacen tanto como el fondo del asunto es una clara señal de principismo liberal, pensar que hay fines que justifican cualquier modo de accionar es distintivo de bárbaros y totalitarios.

Nos queda aún por pasar un tramo importante de la pandemia con desafíos importantes, aunque ojalá se confirme en el correr de la semana la disminución de casos activos de los últimos días, seguramente gracias al extraordinario proceso de vacunación que nos coloca entre los mejores países del mundo en la materia. Mientras tanto, pero también es valido para antes y para después, agradezcamos que tenemos un gobierno que defiende principios y no uno que los desprecia y flota entre la intrascendencia y la falta de rumbo.

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