Hay en este momento un fenómeno muy peculiar, ocurriendo en el mundillo de la política y los medios de comunicación. La información se ha vuelto un campo de batalla, donde actores hasta ahora confiables, cada día caen más en sesgos notorios y hasta carentes de honestidad. Que pueden llevar al consumidor incauto a tomar decisiones o adquirir opiniones, muy lejos de la realidad.
Un ejemplo claro, es una campaña permanente de partidos de izquierda a nivel regional, replicada de forma acrítica o directamente cómplice por periodistas y comunicadores incluso de medios en las antípodas ideológicas de esa postura. La misma busca imponer la tesis de que el mundo vive una especie de ofensiva de una nefasta “ultraderecha”, que amenaza la democracia a nivel mundial. Allí se pone en una bolsa demoníaca a todo dirigente político que no esté de acuerdo con la izquierda, a los empresarios de la tecnología, a los académicos que no se pliegan al consenso impuesto por estos dogmas. Hasta el gobierno de Israel cae en la bolada.
Tal vez el pico más alto de esta campaña lo tuvimos hace unos días cuando se reunieron en Chile una serie de gobernantes de izquierda, entre ellos Yamandú Orsi, convocados por Lula da Silva y el presidente español Pedro Sánchez, para denunciar las “fake news” propagadas por las redes, y a los partidos de “ultraderecha” de todo el mundo.
Esto es tan absurdo que, por ejemplo, en Uruguay el propio partido del presidente Orsi ha acusado a Cabildo Abierto de ser el exponente local de esta “ultraderecha” global, y exigían en su momento a los otros partidos de la Coalición Republicana hacer una especie de “cerco sanitario” para impedirle integrar el gobierno. Hoy, ese mismo Frente Amplio es el que corteja a Cabildo Abierto, para lograr los votos que precisa en el Parlamento. Incluso un reconocido polítólogo que hace 6 años consideraba que Manini era casi una reencarnación de Hitler, ahora opina muy suelto de cuerpo que la agenda de CA en muchos temas tiene puntos de contacto con la del FA.
Pues bien, ¿es la demonizada “ultraderecha” una amenaza para la democracia? Dependerá de a quien aplique usted ese mote, porque algunos lo usan con tanta flexibilidad que le puede caber a cualquiera. Sin embargo hay una cosa que no admite discusión: hoy en América Latina tenemos tres países bajo gobierno dictatoriales y autoritarios, donde no hay libertad de expresión, ni elecciones libres, ni posibilidades de ejercer derechos políticos con amplitud republicana. Hablamos de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Y los tres son de izquierda. ¿No es raro que estos dirigentes, comunicadores y académicos, tan preocupados por la democracia, no tengan nada para decir de esa “coincidencia”?
Pero hay otros elementos bien llamativos. Por ejemplo, en las últimas semanas hay dos temas que han marcado la agenda regional. Primero el juicio al ex presidente Bolsonaro en Brasil, a quien se acusa de intentar un golpe de estado.
El juicio, liderado por el todopoderoso juez Alexandre de Moraes, ha estado plagado de irregularidades y de autoritarismo procesal. Por ejemplo, el juez de Moraes, que tiene una inquina personal con Bolsonaro, pese a que este no está condenado por nada todavía le impuso como medida cautelar la prisión domiciliaria. Y hasta le prohibió recibir visitas y usar sus redes sociales. Pese a que técnicamente es una persona inocente, su derecho a la libertad de expresión y a una vida política, ha sido completamente restringido.
Esto contrasta en mucho con lo que ocurre en Argentina, donde la ex presidenta Cristina Kirchner, condenada con sentencia firme tras 15 años de dilatorias procesales, puede opinar, recibir a dirigentes políticos en su prisión hogareña. y hasta hacer discursos en forma virtual en actos políticos. Y pese a ello, sus seguidores y muchos periodistas, opinan que es víctima de una especie de acoso político. Y en estos mismos días, cuando un juez dictaminó que unos audios perjudiciales al gobierno de Javier Milei que aparecen a días de una elección, no se deben difundir porque no hay pruebas de que no sean falsos (con lo fácil que es manipular eso hoy en día), de inmediato una catarata de periodistas y comunicadores, incluso en Uruguay, opinan que es un atropello a la libertad de expresión.
Se trata de contradicciones flagrantes e imposibles de explicar. A menos que usted las vea como parte de esa guerra comunicacional, impulsada por la izquierda, y que demoniza a todo el que no comparte sus postulados.