No hay mal que dure 100 años

Compartir esta noticia

Sorprende lo sucedido en Venezuela? No. ¿Indigna? Sí, y mucho. No sorprende porque el régimen recorrió un largo camino para ubicarse de tal forma que el mundo entero sabía que habría fraude. Las cosas se hicieron para que el desenlace fuera ese: Maduro, y el chavismo debían seguir aferrados al poder.

Si el proceso electoral empezó con la inhabilitación de María Corina Machado como candidata opositora (habiendo además otros dirigentes en igual situación), si mantiene encarcelados a numerosos políticos opositores, si otros debieron refugiarse en el exterior, si asesores del candidato Edmundo González Urrutia (que tomó el lugar de Machado) fueron detenidos en plena campaña, si durante la gira electoral los candidatos hicieron una pausa para tomar un café, almorzar o cargar nafta y esos locales fueron cerrados y algunos de sus dueños detenidos, si los observadores del proceso electoral que no eran “amigos” fueron deportados, si por una observación respetuosa hecha por un aliado del régimen como Lula, se le mandó callar y “tomar manzanilla”, es obvio que todo estaba preparado para terminar en este gigantesco fraude que empezó a gestarse hace mucho tiempo. El régimen nunca pensó en ceder su poder.

Es verdad que pese a no reconocerlo, Maduro ahora sabe el numero exacto de venezolanos que se le oponen. Sabe que son una amplia mayoría a lo que debe sumar los ocho millones de venezolanos que se fueron del país. Pero eso no parece importarle.

Él y sus secuaces aprendieron bien de sus socios y maestros, los cubanos. El poder se mantiene a como dé lugar. No es necesario ser sensible a lo que la población quiera. Para acallarla están las cárceles, la represión violenta y el exilio.

Tampoco le importa que el resto del mundo le dé la espalda. Sus apoyos son escasos pero pisan fuerte: Rusia, Irán, China. Con ellos el chavismo es parte de un eje de países igual de dictatoriales y cuyo objetivo explícito es horadar las democracias occidentales.

Si bien Lula y Gustavo Petro le aconsejaron prudencia, es probable que sigan siendo sus incondicionales aliados, tal vez con alguna ocasional disidencia.

Las reacciones de varias cancillerías latinoamericanas, el domingo mismo de la elección, hacen pensar que no toda la región se dejará avasallar por la prepotencia chavista, como ocurría antes. El presidente Lacalle, por ejemplo, no reconoció el resultado.

Es válido preguntarse que dirán los observadores frentistas invitados por el régimen. ¿Avalarán lo ocurrido el domingo? ¿Dirán que fue un proceso limpio y claro? ¿Aceptarán endosar sumisamente lo ocurrido? ¿Se animarán a pasar semejante papelón?

Otro dato interesante es saber que hará el Frente Amplio. Es increíble su monolítica defensa de un régimen despótico y violador de derechos humanos.

Mucha gente se pregunta qué se gana con ser amigo del tirano más odiado del continente (junto con el nicaragüense y el cubano). Un reciente libro publica-do por Martín Natalevich explica las relaciones entre el chavismo y los gobiernos frentistas y de alguna manera responde a esa pregunta.

La red de acuerdos y favores establecida en esos años, promovida por un Chávez que vendía “generosidad” para conquistar adhesiones, explica muchas cosas. Pero no es Uruguay, ni son los uruguayos quienes deberían sentirse en deuda con el régimen. Es un asunto exclusivo del Frente Amplio: que se haga cargo.

Lo lamentable es que el pueblo venezolano seguirá sufriendo la opresión que ejerce su gobierno. Ayer perdió toda esperanza. Siente que la opción electoral, en su esencia el camino pacífico para salir de la dictadura, dejó de tener sentido.

¿Qué les queda entonces a los sufridos venezolanos que se sienten burlados día tras día? Cuando un pueblo probó todos los caminos y ellos se cierran a cal y canto, se hace difícil imaginar cómo vivirán los tiempos venideros.

Es necesario que los países democráticos del mundo expresen una y otra vez su apoyo a ese pueblo. Lograr que en su desesperación, no se sienta solo ni abandonado.

Ayer no fue un buen día para los venezolanos. Otra vez una dictadura que lleva un cuarto de siglo, hizo sentir su poder. Pero no hay mal que dure cien años ni dictadura que resista tanto tiempo.

Maduro sentirá lo que es gobernar sin el apoyo y el aprecio de la gente y eso llevará a su acelerado desgaste y a un final que es aún difícil pronosticar.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar