SEGUIR
Que las redes sociales son ilegibles, ya no hay quien lo niegue. No por un problema de tamaño de letra, sino por las dosis parejas de vergüenza ajena y repugnancia que producen sus mensajes de odio y noticias falsas, sean del signo que sean.
Parece que ayer el candidato y exintendente Daniel Martínez lo sufrió en carne propia. Se enojó porque algún bromista trucó una foto suya, que lo mostraba supuestamente leyendo el programa del Frente Amplio con el libro dado vuelta. Un chiste tonto pero bastante más inocente que las tapas de la revista Caras y Caretas, como aquella que exhibía al entonces candidato presidencial Luis Lacalle Pou vestido y maquillado como el Guasón.
Lo que tienen las fotos trucadas para las redes, es que no falta quien crea que son verdaderas y las viralice para desprestigiar al adversario de manera inescrupulosa. Martínez se enojó y lo hizo saber de manera dramática: "Trolls, fake news, insultos, no son necesarios. Uruguay no necesita de canalladas electorales, pero sobre todo, (no las necesita) en el medio de una pandemia", Agregó que ese "no es el estilo" con el que el país está acostumbrado a debatir. Y tiró una sospecha que bien podría retornarle al Frente Amplio como un boomerang: "quisiera creer que no son parte de estrategias electorales".
Sembrar dudas sobre el proceder ético del equipo de comunicación de la coalición multicolor es, en el mejor de los casos, un agravio que habla de quien lo formula. Con la misma lógica podríamos tirar al voleo que el enchastre a Martínez proviene de sus adversarios internos del FA, que según dos encuestas recientes, se le están arrimando a la misma velocidad con que él profiere declaraciones insólitas, como la de que tuvo episodios de pérdida de memoria por el estrés, o que se acalambró los brazos de tanto pelar papas y boniatos en las ollas populares. La verdad es que con declaraciones así, ni el más inescrupuloso de los creativos publicitarios sentiría la necesidad de trucar una foto para desprestigiarlo.
Pero el episodio es aún más lamentable, porque nada dijo Martínez cuando los trolls de sus propias huestes incurrieron en la repugnante práctica de propagar una acusación falsa contra Laura Raffo, utilizando para ello incluso fotos donde aparecían los hijos menores de edad de la candidata. No hubo mensajes solidarios de ningún frenteamplista contra esa barbaridad y peor aún: cuando Raffo acudió a la justicia para denunciar a personas con nombre y apellido que reprodujeron esa vil mentira, la propia Carolina Cosse la criticó por "perseguir tuiteros". ¡Como si defender la reputación personal y familiar frente a una calumnia pudiera confundirse con un ataque a la libertad de expresión!
No fueron anónimos personajes enmascarados quienes acusaron a Raffo de esa manera: ¡fue una de las candidatas del Frente Amplio! Entonces, ¿con qué derecho Martínez puede elevar un dedo acusador a la oposición montevideana, si los máximos dirigentes de su propio partido se suman a los escraches virales?
Parece claro que los frenteamplistas están al borde del ataque de nervios, por citar aquel divertido título de Almodóvar. Cualquier comentario de cualquier integrante del gobierno nacional es distorsionado para largarlo a las redes.
Parece claro que los frenteamplistas están al borde del ataque de nervios, por citar aquel divertido título de Almodóvar. Cualquier comentario de cualquier integrante del gobierno nacional es distorsionado para largarlo a las redes, en ese intento pueril de mostrarlo como insensible y malintencionado. Lo decíamos ayer: hasta una expresión tan racional como la del Ministro de Educación y Cultura, en el sentido de que debía explicarse por qué el gasto en bandejas para escolares superaba ampliamente la cantidad de almuerzos efectivamente brindados, dio pie para que dirigentes frenteamplistas de primera línea la tergiversaran, difundiendo la idea de que el gobierno venía a quitar la comida a los niños. En la campaña electoral de 1971, la gente del naciente FA se quejaba de ciertas maledicencias divulgadas por la extrema derecha, como que si triunfaban, "se llevarían a los niños a Rusia". Ahora ellos están agitando cucos equivalentes, incapaces de aceptar una derrota en lo nacional y temerosos de ser vapuleados también en lo departamental.
En comunicación política, el verdadero fair play consiste en expresar fuerte y claro lo que se quiere hacer y por qué no es buena la propuesta del adversario.
Las demás chicanas, aquellas que atacan a la persona en su fuero personal y familiar, son despreciables. Si son de un anónimo tuitero, movido por su incultura barrabrava, allá él. Pero si los dirigentes políticos la justifican y expanden, bueno, ahí estamos ante un grave problema de cultura cívica, que el ciudadano en las urnas sabrá evaluar y castigar.