A raíz de un editorial publicado por El País en ocasión de la muerte del expresidente José Mujica se generó una polémica en ciertos círculos de opinión. Polémica que estuvo marcada por cotas de ignorancia casi tan altas como de mala fe. Pasados ya algunos días del evento, y aplacado cierto exceso de pasión, es momento de hacer algún comentario.
Para empezar, es muy edificante percibir el nivel de lectoría e impacto que los editoriales de El País tienen en el debate público de Uruguay. A diferencia de lo que ocurre en muchos medios, donde estas piezas se limitan a decir que estar sano y ser joven es bueno, y viejo y enfermo no tanto, aquí se dicen cosas. Y esas cosas disparan reflexión. Para los seres humanos que están coyunturalmente detrás de las letras que se publican como voz de este medio, eso no deja de ser reconfortante.
En segundo lugar, es importante aclarar qué es un editorial, ya que muchos de los comentarios surgidos en estos días, parecen ignorar aspectos básicos del tema.
Un editorial, a diferencia de una columna de opinión, es un género periodístico en sí mismo, que tiene unos dos siglos de historia en el periodismo mundial. Y uno de sus elementos definitorios, es que no está firmado por un ser humano, sino por una institución. Esto, a diferencia de lo que sugerían algunas personas con escasa formación, en periodismo y en cultura general, está lejos de ser algo que alivie responsabilidades al autor. Lo pueden decir los directores actuales, que a veces deben responder públicamente por piezas escritas antes de su nacimiento.
Eso es parte del valor central de un editorial. Es que implica despojarse de muchos conceptos personales, para escribir algo que tenga coherencia y continuidad con una tradición que representa ese medio. Y que es parte de lo que ayuda a un lector, a entender de dónde viene lo que está leyendo en un diario.
Aquí también es importante hacer una aclaración para algunos malintencionados que nunca faltan. El País tiene 107 años de trayectoria, en un país que está por cumplir los 200 de vida independiente. En cada uno de los 365 días de esos 107 años, se publicó un editorial. Como en todo en la vida, en ese amplio historial hay ejemplos luminosos y otros no tanto, ya que no dejan de tener detrás a seres humanos, algunos de los cuales han estado a la altura del legado, y otros menos. Pero el cuerpo histórico de estos editoriales, explica a un medio que siempre ha estado del lado de la libertad, la democracia, la defensa del individuo, y la identidad nacional. Por algo es el medio preferido para informarse de los uruguayos desde hace muchas décadas. Mal que le pese a varios.
Hay otro aspecto que a veces lleva a confusión, adentro y afuera.
Un diario moderno tiene un contenido informativo, generado por periodistas profesionales y con miradas diversas, que realizan su tarea con independencia. Como quedó en claro con la cobertura del funeral del expresidente Mujica, donde se abordó el tema con máxima honestidad y rigor, y recibido con satisfacción por una audiencia enorme. Pero también tiene una parte editorial, donde el medio comenta los hechos, en función de sus valores históricos y su ideología. Eso, además de marcar postura y ayudar a mucha gente a definir su visión, implica un aporte central para que la audiencia sepa dónde está parado quien le intenta explicar la realidad.
No son compartimientos estancos, pero tienen funciones distintas, y eso lo entiende (casi) todo el mundo. Si tienen un mínimo de buena fe.
Para terminar, El País ha pagado siempre el precio de sus opiniones y sus posturas políticas e ideológicas. Porque es un medio que se mantiene en base al apoyo de sus lectores, no de subsidios y prebendas políticas, como sí hacen muchos “comunicadores”, que de manera por lo menos atrevida, han intentado erigirse en jueces del trabajo ajeno. Los mismos que dos días antes, o dos días después, no tienen problema en pedir para salir en notas para contar sobre una obra de teatro o un programa de TV que los tiene como protagonistas.
Quienes escriben editoriales de El País son uruguayos de distintos orígenes y ambientes. Hay abogados, economistas, politólogos, gente de la cultura, periodistas de larga trayectoria. Que hacen un esfuerzo por marcar una línea política, de acuerdo con la mejor historia y tradición de un medio que ha acompañado al país durante más de la mitad de su vida independiente.
Teniendo en cuenta algunas reacciones de gente que suele gritar por la diversidad, pero en el fondo solo ambiciona imponer un discurso único, y el apoyo masivo de la audiencia, están cumpliendo con nota su tarea.