Lecciones del "caso Rucci"

Conmueven a Argentina las revelaciones sobre el asesinato del líder sindical José Rucci perpetrado por la guerrilla izquierdista Montoneros en 1973. La publicación de un libro y nuevos testimonios arrojaron luz sobre este crimen que privó a Juan Domingo Perón, en su última presidencia, de uno de sus principales lugartenientes. Ahora se sabe que los Montoneros decidieron la muerte de Rucci y lo ejecutaron con premeditación. A la vista de estos nuevos elementos, el debate que recorre el país vecino es si cabe juzgar a sus asesinos, ex guerrilleros hoy reintegrados a la sociedad sin haber sufrido condena alguna por ese homicidio.

Al cumplirse 35 años del atentado, ante la tumba de Rucci en La Chacarita, su viuda dijo que el conocimiento de la verdad "debe abrir mentes y conciencias pues si se investiga de un lado corresponde que se investigue también del otro". Esa frase iba dirigida a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner que, con tanta presteza y afán de justicia, actuaron para sancionar a los responsables del terrorismo de Estado en la Argentina de los años setenta. Ahora crece el clamor para que se proceda de la misma forma con los que ultimaron al entonces secretario general de la Confederación General de Trabajadores (CGT), José Rucci. Quien ocupa hoy su sillón, Hugo Moyano, así como los hijos del sindicalista muerto y notorios dirigentes peronistas, entre ellos el ex presidente Eduardo Duhalde, acompañan ese movimiento.

El libro de Ceferino Reato, titulado "Operación Traviata", aclara aspectos del asesinato en el que participaron algunos ex Montoneros hoy activos en la vida política argentina. Se trata de miembros de los grupos armados que habían tomado posiciones en el gobierno izquierdista de Héctor Cámpora y que resistieron la presencia moderadora de Perón, quien asumió la presidencia el 23 de septiembre de 1973 con el 62% de los votos. Así legitimado, Perón quiso desmovilizar a los guerrilleros, tarea en la cual Rucci tenía un rol relevante que no llegó a cumplir porque días después fue acribillado a balazos por la espalda en una emboscada tendida cuando salía de su casa.

Los Montoneros resolvieron eliminarlo para desafiar a Perón y probarle que no estaban dispuestos a aceptar su disolución definitiva. De paso, querían librarse de un hombre como Rucci que respaldaba el proyecto del viejo general, retornado de su largo exilio de Madrid para la ardua tarea de reconstruir la democracia en su país. "Para demostrarle a Perón que no querían ceder posiciones, los guerrilleros le tiraron sobre la mesa el cadáver de Rucci", se dijo. El propio Perón comprendió de dónde habían partido las balas y pronto la emprendió contra los grupos guerrilleros a quienes terminaría expulsando de plaza de Mayo tildándolos de "imberbes" y "estúpidos" desde el balcón de la Casa Rosada.

Empero, durante mucho tiempo la muerte de Rucci quedó envuelta en un halo de misterio. La CIA, gremios disidentes de la CGT y hasta el propio Perón solían mezclarse en el runrún popular como posibles culpables del crimen. Es curioso que así ocurriera porque las milicias montoneras, envalentonadas tras ese golpe, en sus actos públicos solían cantar a cara descubierta este versito: "Rucci traidor, saludos a Vandor". (Augusto Vandor, también secretario general de la CGT, había sido asesinado en 1969). Con similar impunidad, años después, varios guerrilleros relataron con lujo de detalles la "Operación Traviata" que reivindicaron como parte de su lucha por llegar al poder.

Esta historia se agita hoy en la vecina orilla como una denuncia de la sesgada visión de los organismos defensores de los derechos humanos sobre lo ocurrido en la década del setenta. También se esgrime como una acusación contra los Kirchner (también "montoneros") que hicieron de la revisión del pasado un tema central de sus respectivos gobiernos, aunque sin dar cabida a crímenes cometidos por la guerrilla, como el de Rucci, cuyos culpables nunca fueron juzgados.

No es difícil hallar en Uruguay episodios similares a los que desataron este proceso en Argentina. También entre nosotros la guerrilla atentó contra figuras políticas de primer nivel, asesinó a sangre fría a personas inocentes e incluso dispuso la ejecución de compañeros de filas a los que consideró traidores a su causa. Por esos delitos algunos pagaron con penas de prisión, pero otros no pagaron nada ya sea porque emigraron o porque nunca se los identificó.

Por todo ello interesa seguir hasta su desenlace las actuaciones en el caso Rucci.

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