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La vuelta del Estado nación

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Hay un fenómeno que se fue afirmando en estos últimos cinco años en la escena mundial y que es muy importante para la perspectiva del Uruguay: el de la reivindicación de la soberanía nacional, del Estado-nación como actor de primer orden internacional.

El primer gran paso lo dio Reino Unido. Con su Brexit, votado en 2016 y que llevó largas negociaciones para ser implementado, Londres tomó la decisión fundamental de salir de la estructura de la Unión Europea. Desde su lugar de gran potencia comercial, financiera, económica y militar, avanzó en acuerdos bilaterales de aperturas comerciales con países relevantes, como por ejemplo Japón, a partir de la convicción del papel trascendente reservado a los Estados soberanos en la escena internacional.

Un segundo paso fue el cambio de perspectiva que dio a la política exterior de Estados Unidos la presidencia de Trump. En vez de seguir el tren de organizaciones internacionales, la diplomacia republicana privilegió los vínculos bilaterales con actores claves, como el caso de China, de Corea del Norte o de Rusia, por ejemplo, y obtuvo éxitos en sus objetivos, como el de la apertura diplomática de su Estado aliado, Israel, con algunos países árabes de la región. Más allá de las críticas que generó la presidencia de Trump, lo cierto es que ese énfasis hizo que se viera con nuevos ojos la potencia específica del Estado-nación, como actor individual, en la política mundial.

Pero la reivindicación soberana no quedó circunscripta al mundo anglosajón.

La bilateralidad no es algo extraño, impropio, contraproducente o fuera de época. Por el contrario, ella gana protagonismo en países en los que además juega un papel relevante la lógica de la defensa del interés nacional y la reivindicación de la soberanía estatal.

Hace algunas semanas Polonia tomó una decisión clave al decidir que, en caso de conflicto de visiones entre la Unión Europea y su jurisdicción nacional, Varsovia privilegiará legalmente los fallos nacionales, dejando así de lado toda lógica federalista continental. En ese mismo sentido se ha manifestado Hungría también, cuando por ejemplo se ha negado reiteradamente a aceptar cuotas de inmigrantes de origen externo al europeo para ser recibidos en su territorio, o al implantar barreras físicas concretas en sus fronteras para impedir la llegada masiva de esos inmigrantes.

En Francia, en tiempos de pre-campaña para la elección presidencial de mayo de 2022, un exitoso editorialista, intelectual y escritor, con viejas raíces familiares judeo-argelinas, reivindica la soberanía francesa para enfrentar el problema de la inmigración extranjera. Además, propone con gran eco ciudadano un mayor lugar para Francia, en tanto país independiente y soberano, en las decisiones de política exterior que involucran a la alianza militar de la OTAN, y en fallos jurisdiccionales resueltos a nivel de la Unión Europea.

En el mismo sentido otras grandes potencias mundiales, sin desmerecer acuerdos multilaterales, prestan confianza a los diálogos bilaterales y a los acuerdos entre países soberanos en los que priman las visiones nacionales y el peso del Estado independiente ejerciendo su propia soberanía. Son los casos, evidentes, de China sobre todo en el espacio de su mayor interés en el Este del Pacífico; y de Rusia con respecto a su área de influencia en Europa oriental.

En nuestro continente se sigue apostando por acuerdos multilaterales. Ellos son, en efecto, positivos, siempre que logren reflejar los intereses de los países que los integran. Pero para los casos en los que esas estructuras multilaterales contradicen intereses nacionales reales, importa mucho tomar ejemplo de toda esta evolución de la escena internacional para volver a prestar atención a las herramientas bilaterales con las que cuenta el Estado.

Reivindicar la soberanía nacional para fijar un rumbo propio no solamente es algo muy legítimo, sino que, además, forma parte del tiempo actual que rige la escena mundial.

En concreto, si el Mercosur no logra potenciar nuestros intereses de apertura comercial con principales mercados, como por ejemplo el chino, la opción del camino propio y soberano que privilegie el vínculo bilateral para avanzar en esa apertura es tan legítimo como necesario. La bilateralidad, hoy en día, no es algo extraño, impropio, contraproducente o fuera de época. Por el contrario, ella gana protagonismo en países tan diversos como China, Polonia, Hungría, Francia, Reino Unido o Estados Unidos en los ejemplos aquí anotados, en los que además juega un papel relevante la lógica de la defensa del interés nacional y la reivindicación de la soberanía estatal.

El mundo vuelve a vivir el protagonismo de los Estados-nación. Es un cambio de época al cual cancillería debe estar atento para beneficio del país.

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