Hay que reconocer que es muy difícil hacerse una cabal idea de lo que está pasando realmente en Argentina y cuál será el desenlace de toda la revolución que está llevando adelante desde el primer día de su gobierno el presidente Milei. Sin embargo, lo que nadie puede dudar es que, sea cual fuere el resultado, estamos ante algo muy importante y de consecuencias muy duraderas.
En primer lugar, el ritmo y la profundidad de los cambios propuestos son de vértigo. Por supuesto que están acordes a la enorme gravedad de la situación económica y social heredada: cuesta creerlo, porque Argentina viene enfrentando crisis gravísimas y recurrentes desde hace al menos medio siglo, pero esta vez definitivamente el kirchnerismo en el poder dejó al país al borde del precipicio más profundo.
En efecto, una economía iniciando una hiperinflación galopante; más del 45% de pobres con 10% del total de la población indigente; salarios miserables con clases medias percibiendo en el eje de los 350 dólares por mes; precios completamente distorsionados; sin posibilidad de financiamiento internacional alguno; sin reservas y con varios tipos de cambio; con un déficit fiscal disparado como pocas veces en su historia; con inversiones completamente paralizadas; y con piezas claves de importaciones para la producción totalmente liquidadas: por donde se la mirara, Argentina estaba al límite del colapso. Y no es que haya salido ya del tratamiento intensivo: simplemente, con el conjunto de medidas de urgencia tomadas por el presidente Milei, puede mantenerse al borde de la cornisa con la esperanza de salirse lentamente de ella.
En segundo lugar, está la profundidad y la rapidez del cambio. Por poner un ejemplo: la ley de alquileres dejada por el kirchnerismo había distorsionado completamente el mercado de arrendamientos sobre todo en la capital federal, ya que había logrado que los propietarios quitaran del mercado casas y apartamentos para alquiler a la vez que había generado un aumento de los precios para quienes querían arrendar. En definitiva, la asfixia regulatoria estaba ahogando el mercado inmobiliario. Fue así que llegó el decreto de necesidad y urgencia del presidente Milei: liberó el mercado inmobiliario, es decir que derogó la ley de alquileres a la vez que dio completa libertad a las partes para realizar sus acuerdos y negocios -en tipo de moneda, forma de pago, tiempo de arrendamiento, etc. -. El resultado fue inmediato: solamente en 20 días, la oferta de bienes inmuebles para ser alquilados se duplicó en Buenos Aires. Con ello, claro está, se agilizó el mercado, los futuros inquilinos están teniendo más oportunidades, y todo el mundo encuentra su mejor negocio con libertad de acción.
Hay muchas otras medidas que tomarán cierto tiempo de ser implementadas, pero que cuando lo hagan generarán cambios vertiginosos. Por poner tres ejemplos claves: la libertad total para importar libera radicalmente el comercio exterior de camarillas y acomodos digitados por el poder político; la libertad total para extranjeros de comprar campos en toda Argentina, potencia enormemente las inversiones productivas en una de las agropecuarias más rentables del mundo; la posibilidad de que los equipos de fútbol pasen a ser sociedades anónimas, abre la puerta a que los clubes más importantes de Argentina estrechen vínculos con los más importantes de Europa de manera de ganar en competencia, infraestructura y recursos económicos para ambas partes.
La gran incógnita es si el presidente Milei logrará estabilizar la economía a tiempo. Cuenta con la ventaja de que fue extremadamente franco con el pueblo argentino: prometió sacrificios enormes para alcanzar un horizonte futuro de bonanza. Nunca dijo que sería fácil, pero sí insistió en que estaba dispuesto a luchar por el gran sueño liberal de Alberdi de manera de que Argentina retomara con su destino de gran potencia mundial, ese que se vivió hace un siglo ya, por ejemplo, bajo la presidencia de Marcelo de Alvear. Y es muy probable que el pueblo argentino tenga paciencia y esté dispuesto a hacer los sacrificios que la hora demanda y que su presidente anunció, con tal de alcanzar ese futuro coronado de gloria.
Allende el Plata se está viviendo una revolución en democracia. Si Argentina aprieta los dientes y resiste durante estos meses de sacrificios, su futuro será sin duda venturoso. Seguramente también enseñará así a toda la región un rumbo de crecimiento y libertad del que Uruguay tendrá mucho para aprender.