Hay un tema que abarca a todas las clases sociales y a todas las familias: el vínculo que tienen las nuevas generaciones con las redes sociales. Un libro del destacado sociólogo estadounidense Jonathan Haidt, “La generación ansiosa. Por qué las redes sociales están causando una epidemia de enfermedades mentales entre nuestros jóvenes”, publicado en varios idiomas el año pasado y que se transformó rápidamente en un bestseller en su país, va al centro del problema y merece atención en tiempos en los que llegan al poder nuevas autoridades educativas.
Haidt parte de una constatación terrible: la salud mental de los niños y adolescentes se derrumba. Desde 2010, en los países desarrollados se ha observado un preocupante aumento de los casos de depresión, ansiedad y varios trastornos psicológicos entre los más jóvenes. También aumentó el número de suicidios y de autolesiones. Seguramente este diagnóstico no sea exclusivo de esos países: entre nosotros, sabemos bien que han aumentado los casos de problemas psicológicos, sobre todo a partir de la pandemia, entre los más jóvenes. Incluso más: los temas vinculados a la salud mental fueron eje central de varias propuestas de campaña electoral el año pasado.
No se trata de negar el desarrollo ni la modernidad. Tampoco se trata de afirmar que todo pasado fue mejor. El tema es que evidentemente hay un nuevo mundo de socialización que atañe a las nuevas generaciones, en todas las clases sociales, y que el impacto de todo esto ha sido muy fuerte. Haidt señala que hay una fuerte correlación entre las nuevas situaciones de desequilibrios mentales y emocionales y la universalización de las redes sociales: subraya así que hay una juventud que se ha criado en un contexto de adicción a las redes y a los celulares inteligentes, sin haber alcanzado la madurez necesaria para gestionar su identidad individual correctamente. En el fondo, hay un tema de desarrollo neurológico y psicofísico que ha sido directamente intervenido a nivel masivo en las nuevas generaciones como consecuencia de esa universalización de las redes.
Los datos que presenta Haidt son apabullantes. Entre 2010 y 2015 la vida social de los adolescentes estadounidenses se trasladó en gran medida a los celulares inteligentes, con un acceso continuo a redes sociales, videojuegos online y otras actividades basadas en internet. Haidt afirma a partir de esto que hubo lo que él llama una “gran reconfiguración de la infancia”, y que esta es la principal causa del tsunami de enfermedades mentales en los adolescentes comenzada a inicios de los años 2010. Si se analizan los períodos estudiados por Haidt, se verá que incluso esa reconfiguración ya lleva una cantidad de años tal que hace que los jóvenes adultos que hoy salen a la vida activa estén marcados por los fenómenos sociales y cognitivos de esta generación víctima de la ansiedad.
Todo esto no es nada teórico. En realidad, el libro de Haidt, riguroso y lleno de referencias eruditas, propone cuatro cambios rápidos y concretos para salir de esta situación crítica: nada de celulares inteligentes antes de los 14 años de edad; nada de redes sociales antes de los 16 años; nada de teléfonos móviles en los colegios; y más independencia, juego libre y responsabilidad para los niños y adolescentes en el mundo real. Por cierto, algunas de esas medidas ya se están llevando adelante en distintas partes del mundo: por ejemplo, en Francia se ha limitado fuertemente el uso del celular en las aulas y centros de estudios, al igual que este año se ha tomado esta medida en Brasil.
Sin embargo, importa muchísimo el papel de los padres y las familias en toda esta circunstancia social que atañe a todos los países occidentales. Por un lado, porque son ellos quienes deben tomar consciencia de los enormes riesgos que traen consigo los excesos de exposición a redes sociales entre los más jóvenes: muchas veces, infelizmente, el recurso de dejar a los niños frente a pantallas audiovisuales durante horas por día termina siendo lo que se tiene más a mano para que los adultos dispongan de algún tiempo para hacer sus propias tareas. Por otro lado, porque de nada sirve una limitación radical de celulares y redes sociales en los centros de estudios si cuando se está en el hogar la habilitación a todo ello es permanente y generalizada para los niños y adolescentes.
El libro de Haidt debe ser referencia ineludible para las autoridades de la enseñanza en estos tiempos de planificación gubernativa. Es un tema que urge.