La calma chicha

PRACTICAMENTE desde que comenzó su gestión el nuevo gobierno —adjetivo que mantenemos por razones de calendario porque en realidad el rápido desgaste que ha experimentado lo muestra de tal manera que hace pensar en aquello de "a la vejez, viruela"— o aún antes, comenzaron los previsibles enfrentamientos internos de los cuales el más anunciado —e inevitable— era, es y seguirá siendo el de la conducción económica de corte liberal comandada por el ministro Astori, y el MPP, la fuerza política de mayor aporte electoral. Desde el vamos Mujica se disgustó mucho cuando se le rechazaron dos nombres para ocupar posiciones claves, una la candidatura del señor Rosadilla a la Intendencia de Montevideo, y otra la del Economista Pomi para la Presidencia del Banco República. Rosadilla quedó en su banca legislativa y a Pomi le dieron como consuelo la Embajada en Sudáfrica, que no tiene nada que ver con el Banco, pero que sirve igual. Lo demás fue una sucesión de disidencias desatada en muy poco tiempo. Mujica interfiriendo el precio del asado, en el de las lentejas, valorizando determinadas dietas y sobre todo, el tambor batiente del senador Saravia llevando de punta un proyecto de ley para suspender las ejecuciones de los deudores en dólares, a lo que el ministro Astori se opuso tenazmente. Astori viajó, estuvo en Japón y en Washington, diseñó la planificación de un acuerdo de tres años con el Fondo Monetario, y a su llegada al país, se decidió a encontrarse con la bancada del Frente Amplio para darle las explicaciones e informaciones que hasta ese momento retenía, lo cual parece que dadas las características tan especiales de la heterogeneidad política frenteamplista es peligroso, pero miradas las cosas desde otro punto de vista es lógico, pues hay cosas que un Ministro de Economía no puede, no debe publicitar, sobre todo a quienes no tienen el menor sentido de la discreción.

PERO en fin, la semana pasada Astori cumplió con el rito, fue al Parlamento, se reunió allí con sus correligionarios, anunció aumentos de salarios reales para funcionarios públicos y privados, desdramatizó el tema del endeudamiento que le quitaba el sueño a Saravia, informó otros detalles sobre las ideas fuerza en base a las cuales se laborará el Presupuesto Nacional, anunció la famosa reforma tributaria, y terminó ovacionado y aplaudido.

Parecería entonces que de aquí en adelante, todos felices comiendo perdices. Pero no, no va a ser así. Este pretendido reencuentro no tiene aspecto de ser otra cosa que la calma que precede a la tormenta, sólo un alto el fuego sin que ni siquiera se haya sacado la bandera de parlamento. Es que penetrando la capa de superficialidad con que se ha montado el espectáculo, vamos a encontrarnos en la profundidad con que le asiste plena razón al Correo de los Viernes cuando en su edición digital del 22 de octubre hace notar que estas diferencias entre Astori y Mujica trascienden a las confrontaciones personales. No son ni de personas ni representantes de agrupaciones en competencia, sino que estamos ante diferencias de visión sustantivas adentro de un mismo gobierno que no puede superar esa contradicción. Unos son partidarios de la economía de mercado, otros se resignan a ella transitoriamente pero filosóficamente añoran una economía socialista. A un lado están los enamorados de los monopolios de los servicios públicos —y el plebiscito del agua así lo demuestra— mientras del otro se advierte la necesidad que las empresas que prestan esos servicios sobrevivan en competencia.

UNOS están aferrados al injusto y arcaico sistema de jubilaciones, otros creen en la bondad del sistema vigente que combina solidaridad con ahorro individual, que aseguró la cuenta corriente de cada trabajador y que salvó al sistema de la quiebra hacia la cual caminaba para estrellarse en ella inexorablemente. Mujica se afana por tarifar productos de primera necesidad, Astori sabe que los precios los fijan la oferta y la demanda. Del MPP parte la iniciativa del perdonazo a deudores privilegiando el bien que el moroso merece de la patria, cuando la realidad, el decoro y la defensa de la certeza jurídica indican que las deudas deben pagarse o acordar sus fórmulas de pago mano a mano con los acreedores. En general en el Frente Amplio —y no sólo en el MPP— predomina la idea que el rigor fiscal equivale a "ajustes neoliberales" y que el superávit primario (antes de cargar intereses) es una forma ominosa de hacerle pagar al pueblo la deuda externa. También en general en el Frente se odia al Fondo Monetario —es el mismo discurso de medio siglo atrás— cuando es evidente que acordar con él es darle credibilidad al país, que en trance de negociar encontrará entonces condiciones favorables. Estos no son dos sectores que discrepan, son dos mundos que luchan, uno por enquistarse en el populismo de los años sesenta y otro por adaptarse a los tiempos. Y el drama, insistimos, es que esos dos mundos conviven en otro en donde hay que gobernar, decidir.

SINCERAMENTE, va a resultar muy difícil —teóricamente es imposible— que al final, dentro del Frente, alguien no termine defraudado... y derrotado, adentro o afuera del conglomerado. Y esto no se arregla con visitas de cortesía, ni poniendo caras simpáticas, ni acudiendo al apretón de manos, ni exhortando a la paz. Desde la cúpula del gobierno la fuente citada expresó con elocuencia lo que todo el país racional sabe. Las aguas no están calmas ni podrán estarlo cuando se les pretende compatibilizar con el aceite.

Sube y baja

El nuevo Gobierno asumió en medio de una extendida sequía. Las lluvias no llegaban y entonces se estableció una urgencia energética. Se recomendaron restricciones en casas de familia y en edificios públicos y fue tanto el interés en las restricciones, que se anunciaron bonificaciones a aquellas familias que lograran disminuir el gasto de energía eléctrica.

Coronando toda esta preocupación, las tarifas de UTE aumentaron paralelamente a las tarifas de los combustibles. Sin embargo las lluvias —¡oh manes del tiempo!— llegaron y bastante abundantes. Y como consecuencia hubo un alivio energético. No llovía, pero ahora llovió y entonces el pedido de restricciones y las bonificaciones en las facturas quedaron en el olvido. Todo fue un sube y baja en menos de una veintena de días. Pero hubo algo que subió y que nadie toca. Las tarifas, allá arriba, se quedaron muy ufanas.

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