Ayer 17 de abril se celebró un feriado nacional. El hecho histórico que se rememora en realidad ocurrió un 19 de abril de 1825, por lo tanto, el verdadero recuerdo debería ser mañana.
En líneas generales, la decisión tiene sentido. Por un lado hace que los días de descanso, al ser corridos, rindan más. Por otro lado, al no haber una interrupción en medio de la semana, la continuidad laboral y productiva, también rinde mejor.
Que la medida sea una solución práctica y aplicable, no quiere decir que el verdadero significado de cada feriado deba subestimarse, algo sobre lo que alertaba ayer el editorial principal de este diario.
Las llamadas “fechas patrias” fueron consideradas días festivos porque rememoran acontecimientos que tienen que ver con la forma en que se originó el país y por lo tanto, es parte de una historia que explica quiénes somos como orientales y uruguayos. Por eso, son días que merecen ser recordados.
La fecha de mañana, por ejemplo, se refiere a un episodio que desencadenó una serie de hechos trascendentes y terminó en el surgimiento de lo que es el actual estado uruguayo, autónomo, separado de lo que aún en rebeldía era su matriz original, las Provincias Unidas, e independiente de quien intentó dominar esta región, Portugal primero y el Imperio de Brasil después.
Recuerda además, una gesta audaz y valiente: el desembarco clandestino de un puñado de hombres bajo el mando de Juan Antonio Lavalleja en la playa de la Agraciada, que venía desde Buenos Aires para iniciar la lucha contra el Imperio y, en ese entonces, con el objetivo de volver a las Provincias Unidas. Sin embargo, el desarrollo de los hechos llevó en muy pocos años a un desenlace impensado en ese momento.
Y aquí estamos.
Durante varios años hubo una suerte de subestimación de estos feriados. La tendencia general en los gobiernos frentistas fue bajarles el perfil. En algunos casos, incluso, aprovechando el feriado se optó por celebrar también otras causas, propias de la agenda de izquierda y sin ninguna vinculación a lo que el feriado como tal, recordaba.
A eso se suma que escolares y estudiantes de un tiempo a esta parte tienen pocos conocimientos de nuestra historia, lo cual potencia la subestimación.
Eso se observa en una creciente actitud en mucha gente, que vive y siente al país en puro presente. Quizás en algunos haya una mirada al pasado muy reciente, con una revisión (tergiversada y distorsionada) más política y militante que genuinamente recordatoria.
La tendencia general en los gobiernos frentistas fue bajarles el perfil a las fechas históricas. En algunos casos, incluso, aprovechando el feriado se optó por celebrar también otras causas, propias de la agenda de izquierda.
La bandera nacional solo se flamea con entusiasmo cuando juega la selección de fútbol. El nombre del país solo se corea a viva voz en igual circunstancia. Y más que la bandera lo que importa es el color celeste que identifica a ese seleccionado.
No está mal. Las glorias deportivas son parte, una entre muchas, del quehacer nacional. Pero no son las únicas.
Días atrás alguien en las redes se preguntaba porque se le decía “celeste” al seleccionado si el color de las franjas de la bandera era azul. Y así es; en los puestos callejeros donde se venden banderas, estas tienen las cuatros franjas azules (las otras cinco siguen siendo blancas). ¿Cuándo cambió la bandera nacional? ¿En que momento dejaron de ser celestes las franjas?
Por suerte en tiempos más recientes, el gobierno se encargó de retomar la celebración y darle a cada feriado la importancia que tiene. Al hacerlo, el país vuelve a recordar que el presente se proyecta al futuro, sin duda, pero proviene de un pasado que lo enaltece y dignifica. Recuerda quienes fueron los protagonistas de hechos que ocurrieron hace ya dos siglos pero que explican el presente en que estamos.
No solo eso, también recuerdan que el país es todo el territorio y no solo una parte. Es verdad que Artigas nació en Montevideo y que la Constitución se juró en la capital. Pero lo que se recuerda mañana ocurrió en Soriano, la batalla de Las Piedras en Canelones, la Declaración de la Independencia en Florida.
Los actos se hacen en esos lugares. Hacia allí concurre buena parte de las autoridades nacionales y quienes viven ahí se engalanan y se sienten honrados al saber que el suelo donde viven fue testigo de hechos fundamentales para el país. Para ellos en particular sigue siendo un redoblado motivo de celebración.
Es por todas estas razones que importa celebrar y rememorar, con clima festivo y sentido de nación, nuestras fechas patrias.