Publicidad

El ritual de todos los años

Compartir esta noticia

Luego de una semana de olores nauseabundos, justo en vísperas de la Navidad, finalmente, se recogió la basura en Montevideo. Era tal la mugre acumulada, que si bien las cosas mejoraron, la ciudad no quedó del todo limpia (rara vez lo está) y se necesitarían baldes de hipoclorito para que realmente luzca mejor.

Se repitió, de ese modo, el ritual de todos los fines de año: el de que por varios días la basura no se recogiera, que por varios días una ciudad que es rutinariamente sucia se vuelva más mugrienta aún, maloliente y sanitariamente peligrosa.

Esta reiterada práctica de todos los diciembres, que obliga a pasar las fiestas sumergidos en la mugre, no tiene justificación.

No importa cuál sea la causa que lleve al sindicato a suspender sus tareas o cuáles sean las razones por las que la Intendencia demore tanto en resolver la situación: esto simplemente no debería suceder.

Recoger la basura es, en su sentido más cabal, un servicio esencial. Su mala prestación no puede ni debe ser tolerado. Está directamente vinculado a las condiciones sanitarias de una ciudad y a una esencial calidad de vida de sus habitantes. No puede pasar una semana casi completa, con los contenedores abarrotados de basura. Eso es inaceptable.

La vergonzosa situación que hemos vivido esta semana pasada demuestra un hecho que cualquier montevideano sabe. Montevideo es irremediablemente sucia, tiene un problema endémico que nadie tiene idea de cómo solucionarlo.

Es más fácil, más vistoso, más populachero inaugurar una bicisenda por la avenida principal que sentarse y ponerle cabeza a este tema. Para lo primero, solo se necesita pintar una franja de color verde a lo largo de todo el pavimento. Para lo segundo, hay que tomarse el tiempo para pensar, estudiar, ensayar y resolver. Parece que esa tarea le exige demasiado trabajo a quien quiso ser intendenta, sin realmente querer serlo.

A todos los males e inconvenientes que trajo la no recolección de basura durante tantos días, se sumó el desfile incesante de hurgadores. Alentados, al ver los contenedores desbordados, los recorrieron día y noche, uno por uno, desparramando por la calzada y la acera lo que no se llevaban. Uno tras otro, sin cesar.

Más de un visitante extranjero se ha preguntado por qué en Montevideo no se recicla la basura. Es decir, por qué cada casa no la tira según categorías: papel, material perecedero, plástico. Eso se hace en países más sabios y organizados. Es un sistema que ordena el proceso de cómo deshacerse de la basura y potencia posibilidades para que esta (o parte de ella) se recupere de otra forma. Pero no tiene sentido indicarles a los montevideanos que adopten formas de reciclamiento, cuando ni siquiera saben tirar la basura así como está.

Para colmo, en estos días de tanta suciedad, el conocido conductor televisivo Sebastián Beltrame mostró en su programa, como un doloroso contraste, varias resplandecientes ciudades escandinavas. No hay un papelito tirado. Incluso cuando se miran las noticias argentinas en medio de esta dura crisis que vive el país vecino, llaman la atención las imágenes de sus ciudades y barrios, siempre con calles y veredas limpias.

Solo en Montevideo (porque esto no se ve en el resto del país) tenemos el privilegio de vivir en medio de la mugre y no demostrar que eso nos afecta. Es que si protestamos, igual nadie prestará atención, porque saben que igual serán votados otras vez.

Cuando el Frente Amplio se hizo cargo de la Intendencia por primera vez en 1989, con Tabaré Vázquez, una de sus primeras medidas fue erradicar los basurales endémicos que se armaban en ciertas esquinas de la ciudad y que la administración anterior no había podido resolver.

Sí, Vázquez eliminó esos basurales pero su solución fue tan imperfecta que creó nuevas formas de acumulación de basura. Y, desde entonces, el tema nunca más se resolvió. Hoy, los basurales se arman en torno a esos ruidosos contenedores, hurgados día y noche para maldición de quienes viven cerca de ellos.

Entonces, cuando cada fin de año se arma este lío (casi como una religiosa liturgia) y la basura no se recoge por varios días, lo que se desnuda es la realidad agravada de un serio problema que nunca deja de existir a lo largo del resto del año.

Pasaron más de tres décadas desde que Vázquez prometió eliminar los basurales. Y el drama sigue allí, vigente, imperturbable y sin que ningún intendente se tome en serio el desafío de dar una solución definitiva. A Carolina Cosse ciertamente no le importa.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad