El proyecto político de ALUR

Aparte de los directores de Ancap y los miembros del gobierno, hay poca gente conforme con ALUR y su costoso proyecto sucro-alcoholero. No lo están los productores azucareros que critican los precios que reciben. Tampoco lo están los cañeros que protestan por las carencias de un proyecto que, según afirman, permanece "estancado". Y menos aun le gusta todo esto al Tribunal de Cuentas que sostiene que el emprendimiento ya le costó a Ancap 166 millones de dólares entre condonaciones de deudas, avales y garantías.

Rotulada el "buque insignia del país productivo", ALUR estuvo en el ojo de la tormenta desde su arranque en 2006 bajo el gobierno de Tabaré Vázquez. Para empezar, la caña de azúcar es un cultivo tropical que no se cosecha bien en un clima templado como el nuestro que descarga periódicas heladas invernales. No extraña entonces que en los seis años transcurridos ninguna zafra cubriera las expectativas ni ALUR lograra resultados positivos pese a la protección otorgada al azúcar nacional. Dificultades todas que ocurren junto a la frontera de Brasil, consumado productor de azúcar dotado de insuperables ventajas comparativas, entre ellas un clima y suelo aptos, además de mano de obra experta y barata.

Empero, contra viento y marea, los gobiernos del Frente Amplio siguen adelante con un emprendimiento cuyo significado siempre fue más político que económico. Es conocido el rol central de los cañeros de Artigas en la creación del movimiento tupamaro liderado por Raúl Sendic, padre del actual presidente de Ancap y principal propulsor de ALUR. Hoy, las consignas no se centran en "la tierra para el que la trabaja" como rezaba el eslogan de medio siglo atrás, sino que apuntan a revivir una agroindustria que ayude a mejorar la siempre preocupante situación de Bella Unión. La gran interrogante es si ALUR es la mejor forma de ayudar y si se justifica que se haga tanta política con el dinero de todos.

Es verdad que la fuerte inversión hecha en la zona levantó la economía local. Las elecciones de 2009 probaron que los habitantes de Bella Unión valoraron el esfuerzo pues allí la izquierda triunfó holgadamente y hasta se asegura que la buena votación lograda en esa ciudad inclinó la balanza de la elección departamental para el Frente Amplio que se alzó con la intendencia de Artigas.

Aunque desde esa perspectiva el proyecto dio sus rentas políticas, quienes debían ser sus mayores beneficiarios, los cañeros de Artigas, nunca se mostraron satisfechos. Agrupados en la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA) mantienen un estado de lucha casi permanente reclamando insumos, sistemas de riego, herramientas y ayuda para construir viviendas así como créditos. Incluso ocuparon tierras del Instituto de Colonización en lo que un presidente de este organismo calificó de "ejercicio de turismo revolucionario".

Esa inquietud de los cañeros sigue hasta ahora. Uno de los dirigentes de UTAA, Juan Santana, denunció hace poco que "ALUR no es el proyecto que nosotros queríamos para Bella Unión". Según él, el proyecto se estancó, nunca se consiguió la anunciada meta de 10.000 hectáreas de caña de azúcar y los más favorecidos por el esfuerzo son los productores azucareros. Lo llamativo del caso es que estos también están descontentos, en particular por los precios que reciben por sus cosechas, por lo que suelen movilizarse periódicamente contra la dirección de ALUR.

Este ambiente de disconformidad contrasta con el optimismo del presidente de Ancap, Raúl Sendic, cuando proclama las bondades de esta agroindustria y pone el acento, antes que en el azúcar, en la producción de biocombustibles. También en ese sector hay una inversión multimillonaria del Estado así como la protección arancelaria que se le dispensa en un país cuyos dos grandes vecinos son fuertes y competitivos productores de biocombustibles.

Por último, las relaciones internacionales de la empresa no resultan tranquilizadoras. Venezuela posee el 10% de las acciones de ALUR en tanto rige un acuerdo con Tecnoazúcar de Cuba para procurar intercambios con Uruguay, incluidas inversiones de nuestro país en un ingenio azucarero de la isla caribeña. Si algo faltaba para enturbiar el panorama de ALUR y politizarlo aun más he ahí la relación con las burocracias de Venezuela y Cuba, dos socios para nada confiables.

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