Es un debate que siempre vuelve: en qué medida es cierto eso de que la mejor política cultural es la que no existe, o cuánto importa que el Estado promueva acciones afirmativas de la creación nacional.
Desde un extremo, se defiende el paradigma marxista de su instrumentalización, para convertirla en vehículo propagandístico de su ideología y sostén económico de sus promotores. Desde el extremo opuesto, se postula una neutralidad absoluta, que sea el mercado quien premie o castigue a los creadores.
Ni pelado ni con dos pelucas: una política cultural seria no está para emplear los recursos del contribuyente en rentar artistas amigos, sino para facilitar el acceso del público a una mayor variedad de propuestas estéticas. El mercado seguirá premiando a quienes responden a sus demandas, pero es bueno que el Estado invierta recursos públicos en permitir a la gente acceder a aquello que desconoce, estimulando así su libertad para entender y disfrutar la cultura.
El público teatral de nuestro país no tendría el nivel que tiene, de no haber contado con una mente preclara como la de Justino Zavala Muniz, al fundar la Comedia Nacional en 1947. Creadores de la talla de Eduardo Schinca, Jaime Yavitz, Elena Zuasti y Levón, entre muchos otros, contaron con recursos públicos para poner en escena los más grandes textos de la dramaturgia universal y hacer a Sófocles, Lope de Vega y Shakespeare accesibles al gran público. Lo mismo puede decirse del Sodre, fundado por el ejecutivo colegiado de 1929 con la finalidad de “transmitir espectáculos o audiciones de carácter artístico, científico, ilustrativo o ameno con fines de mejoramiento espiritual de los habitantes del país”.
Quienes desde la izquierda promueven la falacia de que las políticas sociales empezaron en 2005 son los mismos que en 2019 pronosticaban catástrofes para la cultura.
Se encontraron en cambio con un período 2020-2025 en que se fortaleció el financiamiento de fondos concursables, se restablecieron los de incentivo cultural después de vidriosas administraciones anteriores, se contrataron artistas mediante estrictos concursos, se restableció la emisión por canal 5 de los espectáculos del Sodre y se abrió una vasta red de más de 40 centros culturales nacionales en localidades del país Ese impulso parece estar teniendo un freno desde el pasado primero de marzo.
Al cierre improvisado de la Biblioteca Nacional, se sumó el anuncio de unos “espacios MEC” que desconocen la red nacional ya creada y financiada por el gobierno anterior. Ahora llegó el turno a los recortes.
Búsqueda publica dos cartas abiertas con duras críticas de artistas visuales a “la gestión cultural del gobierno del FA”. La primera es de un anónimo artista frenteamplista que se refiere acremente a la directora del Instituto Nacional de Artes Visuales, quien decidió no honrar los compromisos asumidos por la “brillante gestión de Enrique Aguerre” y borró “de un plumazo, sin miramientos y sin culpas” exposiciones ya comprometidas de artistas de la talla de Daniel Gallo, Oscar Larroca, Fernando Álvarez Cozzi y Eloísa Ibarra, poniendo como excusa “la falta de fondos”.
La otra es de Ricardo Lanzarini, quien deplora que la actual conducción privilegie dictámenes estéticos internacionales, promoviendo “la homogeneización cultural, la colonización eterna de los programas de ‘cooperación’ cultural, en los que nos dictan hasta las palabras que debemos usar para hablar de las cosas que suceden en nuestras comunidades”.
Para colmo, el mismo medio informa que el Secan apunta a una simplificación de la radio Cultura. Se discontinuarán todos los periodístico-culturales que vienen de la administración pasada y se emitirá solamente música uruguaya. “No podemos sostener radio Cultura como hasta ahora. Sobre todo por la cantidad de programas que teníamos”, reconoce el director de las radios públicas Daniel Ayala a la periodista Silvana Tanzi. Según el dirigente sindical Jorge Migliónico, “nos comunicaron que es por escasez de rubros y de recursos”. El mismo criterio parece haberlos impulsado a cancelar la carrera de profesorado de artes, creada en el Sodre bajo la administración de Pablo da Silveira.
¿Será que algunos tendrán que aceptar que en nuestro país, la llamada “derecha” es más generosa y transparente en beneficio de la promoción cultural?
Todo va en cómo se la defina: como plataforma de liberación de las personas o, al revés, como instrumento de adoctrinamiento ideológico.