Con el arranque del nuevo gobierno, todo el funcionamiento político deberá ajustarse. Quienes eran oposición pasaron a ser oficialismo y quienes eran oficialismo ahora están del otro lado. Así funciona la alternancia en una democracia.
El mismo día en que asumió el gobierno, Uruguay celebró 40 años ininterrumpidos de democracia. Es el período más largo de estabilidad en su historia y con una relativamente buena calidad institucional, mejor que en etapas anteriores.
Hubo alternancia de partidos en el gobierno: los colorados ejercieron la presidencia en tres oportunidades, los blancos en dos y con la de Orsi, el Frente ejerce su cuarto mandato.
Durante la campaña electoral el Frente Amplio y su candidato fueron poco precisos respecto a qué pensaban hacer y tampoco hubo anuncios fuertes, aunque sí muchas contradicciones, durante la transición. Por lo tanto, se sabe poco qué hará Orsi en la Presidencia. Por ahora apenas hay confusos anuncios de restaurar lo que se hizo hasta 2019.
Mientras tanto la oposición intenta acomodar el cuerpo a la nueva realidad. Por un lado está desafiada a mantener esa coalición. Pero a estar por actitudes y dichos de diferentes políticos, no será fácil. Desde el llano, algunos agudizarán las diferencias. La necesidad de marcar perfiles personales y partidarios, atenta contra la posibilidad de consolidar lo que se empezó. Hay egos de todo tamaño en las diferentes filas políticas.
La gente que votó a los partidos de la Coalición sí quiere su permanencia. El votante común, no los adherentes y militantes intermedios, sabe que sin Coalición no habrá alternativa al Frente. Su reclamo es fuerte pero los dirigentes no siempre están prestando atención.
Una primera prueba serán las elecciones departamentales de mayo.
El Frente Amplio, tras su buen resultado en varios departamentos en las elecciones nacionales, pretende ganar más intendencias.
En algunos lugares los blancos estaban tan confiados, que rehusaron que allí hubiera Coalición. Solo la admitieron donde era difícil ganar. Hoy, algunos intendentes que apuestan a su reelección se están dado cuenta de su error, aunque un poco tarde.
La Coalición presentará tres candidatos en Montevideo y apuesta a que en un clima de descontento, la suma de los tres finalmente dé un vuelco en Montevideo. Por ahora las encuestas no avalan esa tesitura. Pese a la mugre y al deterioro, una porción importante de montevideanos prefiere vivir en esas condiciones antes que cambiar de partido.
Los candidatos coalicionistas no encuentran el discurso adecuado para dar ese vuelco. Se apegan a lo de siempre y eso no seduce.
Es verdad que TV Ciudad es un absurdo derroche de dinero, usado por la Intendencia como medio de pura propaganda. Y es probable que sea bueno cerrarla.
Pero ese tema enoja a un gru- po minoritario de militantes coalicionistas enganchados a las redes. Al ciudadano común le da lo mis-mo, quizás porque nunca la mira ni sabe de qué se trata.
Martín Lema dice que con ese dinero se pueden hacer grandes cambios y exhibe una lista de puros titulares. ¿Dónde hay que mejorar el saneamiento (nombre y ubicación del barrio)? ¿Dónde hay que mejorar calles y avenidas (en qué zonas, cuáles vías, de qué manera)? Hay que resolver lo de la basura. ¿Cómo lo hará? Todos lo prometen, incluso los frentistas en un despliegue de “caradurez”.
¿Se animará a aplicar sanciones a los hurgadores y los vecinos que hacen mal uso de los contenedores? Mientras eso no se cumpla, no importa cuál sea el sistema de recolección, no servirá de nada. Eso es lo primero a corregir. Cualquiera que tenga un contenedor frente a sus ventanas (y son muchos los que están en esa situación) lo sabe. Pero parece que los candidatos a intendente no.
Hay una ceguera que impide que tantos montevideanos vean el estado en que está su entorno. Los que se cansaron de una capital hostil, se están yendo como lo muestra el último censo. Si los candidatos oficialistas encuentran el tono adecuado para convencer a los montevideanos, le estarán indicando a la oposición cuál es la mejor manera de lidiar con el Frente a nivel nacional.
Pero si cae en la retórica de las generalidades sin mostrar qué, dónde y cómo hará lo que quiere hacer, no solo será una oportunidad perdida sino que facilitará por otros cinco años, a que un desgastado Frente Amplio siga gobernando.
Por ahí pasa el desafío para estos cinco años.