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Cancelando a Laurence Olivier

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Si le contamos al amable lector que un docente fue obligado a renunciar al curso universitario que estaba dictando, solo por haber mostrado en clase la película "Otelo", protagonizada por Laurence Olivier, ¿en qué país cree que pudo haber sucedido semejante atropello?

Sorpréndase: fue en Estados Unidos, en la muy prestigiosa Universidad de Michigan. Lo curioso es que, si el malogrado docente hubiera compartido escenas de otras tragedias shakespeareanas interpretadas por Olivier, como "Hamlet" y "Ricardo III", no habría pasado nada. ¿Cuál fue la diferencia? Que para caracterizar a Otelo, Sir Olivier se vio obligado a pintar su piel, práctica que hoy es condenada y perseguida por los biempensantes de la corrección política.

Una crónica de El País de Madrid, firmada por su corresponsal en Washington Antonia Laborde, informa que el académico chino-estadounidense Bright Sheng, quien fuera dos veces finalista de los premios Pulitzer de la música, tuvo la desafortunada idea de mostrar eso que hoy se anatemiza como "blackface", generando una reacción de enojo entre los estudiantes, que no tardaron en acusarlo de racista.

Para colmo, pretendiendo salir del lío, el hombre la embarró más: luego de pedir disculpas, se defendió enumerando a varios artistas pertenecientes a minorías étnicas, que él había contratado a lo largo de su carrera. Pésima estrategia: los estudiantes exigieron a partir de entonces su inmediato despido.

Así, un académico renombrado, profesor titular de la Escuela de Música, Teatro y Danza de la Universidad de Michigan desde hace un cuarto de siglo, se ve envuelto en un escándalo de un día para el otro, que incluye nada menos que la eventual pérdida de su empleo.

Hay otra ironía en esta historia: cuando Bright Sheng tenía 11 años y vivía en Shanghai, su familia fue brutalmente perseguida por la dictadura de su país. Como bien señala el novelista Christian Schneider, "sobrevivió a la Revolución Cultural de Mao, pero es posible que no sobreviva a un par de estudiantes de Michigan quejumbrosos".

El centro educativo emitió una declaración que establece textualmente que "las acciones del profesor Sheng no se alinean con el compromiso de nuestra universidad con la acción antirracista, la diversidad, la equidad y la inclusión". ¡Y todo por mostrar a Laurence Olivier con la cara pintada! Así se ha instalado la cultura de la cancelación en los ambientes académicos estadounidenses.

A esta altura puede valer una aclaración: por escandalizarnos con este mamarracho, ¿quiere decir que estamos a favor de la discriminación racial? ¡Claro que no! Ni siquiera compartimos el denostado procedimiento de "blackface" por el que en la tradición racista de parte de la cultura norteamericana, se retrataba en forma burlona a los afrodescendientes. ¿Pero alguien en su sano juicio puede creer que el gran Laurence Olivier, por pintar su piel, tuvo algo en común con ese comportamiento discriminatorio?

Es aberrante que las autoridades universitarias se hagan eco de tan torpe prejuicio. Y este no fue un hecho aislado: hasta tal punto se repite en EE.UU., que las universidades han generado todo tipo de salvaguardas para evitar caer en la picadora de la corrección política.

Los jóvenes estudiantes que se exponen todos los días a la comunicación persuasiva de colectivos injustamente vulnerados, están en su derecho de confundirse, al creer que una película de 1965 debe analizarse según el actual contexto cultural.

Pero es definitivamente aberrante que las autoridades universitarias se hagan eco de tan torpe prejuicio. Y este no fue un hecho aislado: hasta tal punto se repite en EE.UU., que las universidades han generado todo tipo de salvaguardas para evitar caer en la picadora de carne de la corrección política.

Una buena muestra de ese mundo puede verse en una serie de Netflix titulada "La directora" (The chair), donde se somete a un vía crucis similar a un docente de historia que, por mera intención paródica, gesticula un saludo nazi en el aula, el que es filmado y viralizado fuera de su contexto. Allí, un temeroso rector expresa las razones por las que el docente debe ser despedido: si se difunde la noticia de que no hubo una medida ejemplarizante contra él, la universidad corre el riesgo de perder matrículas y, peor aún, las donaciones de empresas caritativas.

De esa manera se matrizan las autocensuras y la cancelación de artistas que escribieron, pintaron y filmaron ejerciendo su libertad de expresión.

Allá por 1895, en Inglaterra, encarcelaron a Oscar Wilde por el supuesto delito de ser homosexual. Hoy, en Estados Unidos, despiden a un docente por la supuesta transgresión de mostrar cómo un actor se pintó la piel en 1965.

Aunque la tipificación de los delitos cambie, la intolerancia sigue intacta.

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