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“Cambiar el cambio”

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Los engranajes empiezan a moverse para definir las candidaturas que competirán en las elecciones departamentales del 10 de mayo.

Los partidos fundacionales ya enfrentan el desafío de retener las intendencias obtenidas en 2015 y ganar en aquellos departamentos donde está gobernando el FA, pero que en los comicios nacionales de octubre y noviembre demostraron una inversión en la correlación de fuerzas.

El voto cautivo por filiación partidaria favorece al FA solamente en Montevideo y Canelones, lo que resulta especialmente desafiante para los partidos que integran la coalición del cambio. Ofrecer hasta tres candidatos bajo un lema común ya no es solo una alternativa a considerar: es una decisión estratégica que estamos obligados a asumir, si queremos competir en estos departamentos claves.

En tanto la coalición funcione a nivel departamental con el mismo nivel de eficiencia que ha demostrado en lo nacional, no hay duda de que las elecciones de mayo serán competitivas y promisorias de una positiva sinergia multipartidaria.

Una crónica aparecida ayer en el semanario Búsqueda actualiza la realidad acuerdista en distintos departamentos y destaca el pragmatismo con que cabildantes e independientes se disponen a apoyar a los candidatos de los partidos fundacionales. Claramente se avizora un nuevo tiempo de agrupamiento de las "familias ideológicas", respondiendo a la prédica del ex presidente Julio María Sanguinetti, desde que junto a los blancos, propició la reforma electoral que introdujo el balotaje.

En la vereda de enfrente, el actual oficialismo ha reivindicado una y otra vez un talante divisionista: postularon la discriminación entre oligarquía y pueblo y luego se vieron en la paradoja de una derrota aplastante en la elección parlamentaria, demostrando que "el pueblo" no estaba mayoritariamente de su lado.

Hoy apuntan sus baterías a Montevideo y hacen pública una puja de precandidaturas, que poco favor hace a la imagen de unidad que todo el tiempo intentan transmitir. Esos cortocircuitos revelan una crisis de liderazgo en la coalición de izquierda: los nombres que ha tirado José Mujica quedaron flotando en el oleaje de las discrepancias sectoriales. Especialmente reveladora fue la bajada del ex intendente y ex candidato presidencial Daniel Martínez, carente del apoyo incluso de su propio Partido Socialista, que hará causa común con los comunistas para promover a Carolina Cosse.

El ala moderada que hoy parece liderar Mario Bergara (si puede llamarse moderado a alguien que se niega a definir a Maduro como dictador porque, según ha dicho, "no cree en las etiquetas"), está promoviendo a Álvaro Villar, reconocido por una buena gestión en el Hospital Maciel.

Es muy indicativo de la soterrada autocrítica que maneja el FA por su reciente debacle electoral, lo que el propio Villar dijo en la presentación de su precandidatura. Según consta en la crónica de nuestro diario de ayer, se mostró confiado de aplicar “el cambio dentro del cambio” y propuso “una Montevideo mucho mejor de la que tenemos”. Además, se manifestó a favor de que sea “parecida” a una ciudad del interior, por su limpieza y el respeto y conocimiento de los vecinos.

Villar no lo oculta: la capital debería parecerse más, por la eficiencia de los servicios públicos y la calidad de la convivencia, a las ciudades de los departamentos gobernados por los partidos fundacionales.

Y ni que hablar de la formulación alambicada de un "cambio dentro del cambio": un juego de palabras que, al fin y al cabo, no parece decir otra cosa que la necesidad de desandar aquello en lo que pretenden haber innovado y volver a lo que había antes.

Los blancos, colorados, cabildantes, independientes e integrantes del Partido de la Gente, hemos aprendido la lección que nos da esta coalición multicolor: unidad en la diversidad, en la filiación común a postulados republicanos de tolerancia, libertad y valores de convivencia. Fueron mensajes repetidos por el presidente electo Luis Lacalle en la campaña electoral, que se tradujeron en un documento concreto, el Compromiso por el país, y auguran un gobierno nacional austero y aplicado a las soluciones que el país reclama, en lugar de uno dispendioso y empantanado en aceitar sin pausa una máquina de poder.

La próxima renovación de las autoridades departamentales nos pondrá a prueba nuevamente: ¿aprendimos la lección o dejaremos que diferencias menores derrumben la esperanza de la ya necesaria, imprescindible coherencia gubernativa de los próximos años?

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