¿Agrandar o repartir?

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Esta campaña electoral va a estar marcada por el ruido. Algo en lo que son expertas las fuerzas de izquierda en todo el mundo, y en particular en nuestro país. Se va a hablar de todo, de pobreza infantil, de alianzas internacionales, de sensibilidad social, y de moralidad pública y privada.

Habrá discursos interminables pretendiendo atribuir la calidad de “derecho” a cualquier capricho, se victimizará a “colectivos”, y se condenará con fiereza a enemigos imaginarios. Pero el gran tema de fondo de esta campaña, estimados lector, el que de veras debería definir lo que cada uruguayo coloque en las urnas, estará probablemente fuera de la agenda.

Hablamos de si el próximo gobierno debe enfocarse en aumentar significativamente la riqueza en la sociedad uruguaya, o si debe limitarse a repartir las migajas existentes.

Es que en el fondo, hablando de programas, solo hay tres grandes diferencias entre las dos coaliciones que se disputan el poder político en Uruguay. Primero hay una diferencia cultural: el Frente Amplio apuesta por imponer una narrativa colectivista, que dice enarbolar la defensa de los grupos minoritarios, y con esa excusa se va llevando puesta, lenta pero inexorablemente, la forma de democracia liberal que nuestra Constitución ha consagrado. Pero la Coalición Republicana, salvo algunas excepciones, no parece dispuesta a entrar en esa batalla. Ni uno de sus decenas de candidatos la ha mencionado hasta ahora al menos.

La segunda tiene que ver con el alineamiento internacional. Mientras que el Frente Amplio odia visceralmente a Estados Unidos, y ha decidido que su ambición externa se limitará a ser furgón de cola de Brasil, la Coalición Republicana intenta moverse más libre, apoyada por los aliados históricos de nuestra democracia, y haciendo equilibrio en un mundo cada día más complejo y amenazante. De nuevo, un tema que resulta poco sensual para una campaña electoral, y solo se debatirá en ámbitos de élite.

El tercer tema es el que realmente marcará la diferencia entre los dos bloques en pugna. Y tiene que ver con cuál sería la receta para aumentar el bienestar de la mayoría de la sociedad uruguaya.

El Frente Amplio lo ha dicho con meridiana claridad. Su mirada es que en Uruguay habría un “malla oro”, sectores que se habrían beneficiado de un crecimiento significativo en estos años, y que deben colaborar más para el beneficio general. Y tampoco hay dudas en los mecanismos. Los centros de estudio afiliados al Frente Amplio ya han hablado de una reforma tributaria de “segunda generación”, y detrás de la súbita preocupación por la pobreza infantil de estos meses (era igual cuando gobernaba el FA), lo único que existe es la necesidad de buscar una excusa para meter la mano en el bolsillo de la gente sin mayores traumas.

A fin de cuentas, ¿quién sería tan ruin de reclamar que le saquen unos pesos, si es para ayudar a nuestros niños pobres, ¿no?

El problema es que esto es una falacia inmensa. Uruguay, si se evalúa un período de 15 o 20 años, ha crecido de forma anémica, y los estudios más serios afirman que en este contexto, a lo más que se puede aspirar es a crecer un 2% anual. Tampoco ha crecido en absoluto la concentración del ingreso, incluso si diéramos por bueno que eso es algo negativo “per se” para un país, cosa discutible.

En esos mismos 20 años que mencionamos, el país ha buscado mejorar sus índices sociales a puro voluntarismo, y a golpe de impuestos a todo lo que se mueve. Con la consecuencia de que apenas se han logrado mejoras a nivel estadístico, mientras las señales de marginalidad y miseria cultural con las que convivimos a diario dejan en claro que el problema solo ha crecido.

Otra señal clara de este fracaso ideológico, es que los únicos negocios exitosos, las únicas empresas y actividades que han mostrado progreso sólido, son aquellas que gozan de algún beneficio tributario.

Ahí debe estar la gran batalla dialéctica de esta campaña. ¿Cuál creemos que es el camino al éxito como sociedad? ¿Seguir apostando a que burócratas presos de ideologías resentidas y en general fracasadas, sigan teniendo autoridad para definir quién tiene derecho a qué? ¿O vamos a liberar la energía creativa de los uruguayos, para que puedan aprovechar las ventajas de este mundo desafiante, sin ponerles la mochila de plomo de un Estado obeso al hombro?

Ahí está la clave del debate en los próximos meses. La gran duda es si en el oficialismo hay gente capacitada para plantearle a los uruguayos, de veras, qué es lo que está en juego.

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