Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|El gobierno del Frente Amplio acaba de presentar un presupuesto que, más que un plan económico serio, parece un cuento de hadas; hablan de “equidad en impuestos” y de “reducir el déficit fiscal”, pero en realidad todo se sostiene sobre proyecciones económicas que no tienen base firme. Se prometen números mágicos, crecimiento del 2,5 %, inflación controlada y reducción de la deuda, como si con palabras se pudiera cambiar la realidad.
Detrás del discurso aparecen las verdaderas medidas, más impuestos, más controles y más burocracia; se habla de un “impuesto Temu”, de gravar dividendos al exterior, de ajustar tributos complementarios y de perseguir a quienes muevan activos fuera del país, todo esto disfrazado de justicia fiscal, pero lo que no se toca es lo esencial, el gasto del Estado, que crece año tras año sin límites.
El gasto social se presenta como la gran bandera progresista; infancia y adolescencia reciben el 40 % del aumento, y el resto se reparte en seguridad, trabajo, salud y vulnerabilidad. Suena noble, pero hay una trampa, son promesas en papel, porque no hay un solo plan concreto para generar más inversión, más producción y más empleo que hagan sostenible ese gasto; sin riqueza nueva, cada peso que el Estado gasta hoy, lo va a sacar mañana del bolsillo de los ciudadanos.
La oposición ya advirtió lo obvio, más impuestos no son desarrollo, son freno. Subir la carga fiscal desincentiva a los que producen, debilita la inversión y golpea la seguridad jurídica. ¿Quién va a apostar al Uruguay si cada vez que el Estado gasta de más, la solución es subir tributos?
Este presupuesto no es un plan de futuro, es un relato para tapar promesas electorales incumplibles, es humo, titulares progresistas que suenan lindos, pero que no resuelven el problema central, un Estado obeso que gasta más de lo que tiene.
La pregunta es clara y nadie en el gobierno quiere contestarla: ¿quién paga la cuenta?
La respuesta es sencilla, vos, yo, todos los uruguayos que trabajamos y producimos. Somos los que terminamos sosteniendo con impuestos cada capricho, cada promesa y cada error del poder político.
Mis propuestas:
-Los gastos deben estar sometidos a resultados y metas concretas. No puede repetirse el fracaso de la educación, donde cada año se invierte más y los estudiantes aprenden menos.
-El aumento del gasto debe equilibrarse con el ahorro, evitando la voracidad fiscal y obligando al Estado a ser eficiente.
-Uruguay debe concentrarse en su realidad económica, atrapado entre dos gigantes, Argentina y Brasil, que atraviesan sus propias crisis. Ayer convenía comprar en Argentina, hoy en Brasil. Esa volatilidad nos obliga a ser más competitivos, no más burocráticos.
-Uruguay no necesita cuentos de hadas, necesita un Estado eficiente, menos impuestos y más libertad para producir.