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La Mulata y Playa Verde

Alejandro Nelson Bertocchi | Montevideo
@|A falta de dos años de la conmemoración de los tres siglos de la fundación oficial de Montevideo, se hace positivo el tema de que tales eventos posibilitarían una pública y necesaria exposición de elementos de nuestra historia como por ejemplo las Invasiones Inglesas de 1806-1807; un capítulo muy mediático por diversas razones que no son del caso exponer en estas letras.

A esta altura de la investigación histórica, una de las plumas más versadas para exponer claramente este último espacio es la del ingeniero e historiador militar argentino Carlos Roberts (1872-1942), de proficua obra en todo lo relacionado con la irrupción británica sobre el Río de la Plata. Su incunable libro “Las Invasiones Inglesas al Río de la Plata” publicado en 1938 en Buenos Aires, trae en sus páginas elementos que exponen punto a punto todo el desarrollo de aquella malograda invasión a nuestras tierras, que junto a las guerras afganas significó la única derrota militar que sufrió el Imperio Británico en aquel siglo XIX. Uno de los fragmentos más interesantes de la segunda invasión inglesa se refiere al desembarco en la costa montevideana del poderoso destacamento que luego finalmente iba a consumar la toma de la plaza de Montevideo el 7 de Febrero del mes siguiente con los duros combates del Cristo y la Brecha a la vista.

El referido hecho que destacamos se da el 16 de Enero de 1807, en un punto donde los historiadores difieren en mayoría mencionando las playas de Buceo, Malvín, Honda y de los Ingleses como los probables parajes donde los británicos habrían consumado su desembarco, consolidando su cabeza de playa para preparar su avance hacia los muros de la ciudad. Empero, el Ing. Roberts, apelando a fuentes documentales directas basadas en archivos británicos y españoles, señala en su obra que el punto de dicho desembarco (unos 5.200 efectivos) se habría verificado sobre Playa Verde y La Mulata.

“De acuerdo con los sondajes mandados a hacer por el almirante, Auchmuty desembarcó el 16 de Enero de 1807 en la playa llamada hoy de La Mulata o la Verde, por ser la que más podían acercarse los buques por la profundidad de sus aguas, tanto para el desembarco como para proteger a ésta con los fuegos de la escuadra. Esta playa quedaba a unos 10 km de Montevideo, entre las rocas de Carretas (hoy Punta Mansa) y Punta Carretas (hoy Punta Gorda)”. (Roberts, textual Capítulo XII, página 204).

La toponimia costera de Montevideo ha sufrido cambios que con lógica al paso de los tiempos se fue implantando públicamente. Según Isidoro de María (1815- 1906) la antiquísimamente denominada Punta Brava comenzó a finales del siglo XIX a ser conocida como la actual Punta Carretas, como también lo afirman Barrios Pintos (1918-2011) y Orestes Araujo (1853-1915), entre otros. Fue bautizada desde el mar por los navegantes a causa de su notoria peligrosidad. Entonces, de tal manera tempranamente lo que hoy es Punta Gorda fue antiguamente conocida con esa denominación, que nos señala Roberts, pues fue una zona de mucho ajetreo saladeril y de cobro de piedras para la cala del lastre de los buques que navegaban hacia el Río de la Plata superior, en ese caso desde inicios del siglo XIX y aun se pueden visualizar los restos de un muelle sobre la vertiente pedregosa que mira hacia el Este; su final fue abrupto, pasando al olvido las carretas que cubrían la zona. En lo que Roberts nos define como Punta Mansa se hallaría actualmente la escollera del club Náutico de Carrasco y Punta Gorda; y en lo que se refiere a la misma Playa Verde tácticamente los ingleses no podían haber elegido mejor espacio para sus operaciones pues posee un talud poco pronunciado con un arco de aguas bien protegidas de las corrientes.

También el teatro del desembarco en cuestión poseía el beneficio de que estaba cubierto de dunas con un tupido follaje de monte criollo (de allí surge el nombre de la misma playa), cosa que imposibilitaría cualquier acción de la caballería española mientras la masa de Punta Gorda ocultaba todo el proceso a los ojos del vigía del Cerro, contando además con agua suficiente pues, donde hoy se emplaza la plazoleta República de Ecuador, en su momento existió una gran laguna.

En definitiva, algo para recordar.

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