Nicolás Etcheverry Estrázulas | Montevideo
@|Entre otras causas, EE.UU. perdió la guerra de Vietnam porque no comprendió a tiempo que se enfrentaba con un enemigo diferente, que no empleaba los códigos y normas tradicionales de combate, que no planteó las luchas en los ámbitos territoriales habituales y que apostó por entablar el conflicto sin importar el número de combatientes de cada lado, sino en centrar su objetivo en la calidad antes que la cantidad. Así surgieron las pequeñas pero eficaces batallas con los franco-tiradores, las minas subterráneas, la humedad, los insectos, los desgastes y quiebres psicológicos, el amenazante silencio y la traicionera oscuridad. Podían perder algunas de estas confrontaciones por un tiempo, pero no importó, porque a la larga lograron su objetivo, ganar en última instancia.
Similarmente, los que aprendieron muy bien las lecciones de Antonio Gramsci comprendieron que iba a ser mucho más eficiente y eficaz plantear sus batallas culturales utilizando la estrategia guerrillera en vez de encararlo como una gran guerra o súbita revolución que se juega de una sola vez y por largo tiempo. Así, desde ya hace décadas, comenzaron a planificar ese objetivo en términos de pequeñas luchas, cortas, pero de impacto medio y certero. ¿Ejemplos? Aquí van algunos:
a) Menoscabar de a poco los símbolos de la patria (escudo, himno nacional, bandera) para deformarlos y reducirlos a su mínima expresión.
b) Socavar el concepto de autoridad en todas las dimensiones y ámbitos posibles y reemplazarlo por el concepto de poder absoluto, liso y llano.
c) Reemplazar la autoridad de los padres y de su derecho-deber a educar a sus hijos por la consigna de que el Estado y la sociedad tienen mejores ideas y medios para hacerlo.
d) Despreciar a la ley, las normas en general y a la Constitución en particular, para sustituirlas por lo políticamente necesario y correcto en cada caso concreto.
e) Utilizar la tecnología y la mentira cuantas veces sea necesario para deformar a la historia, cambiando la vestimenta, las frases y hasta el pensamiento, los mensajes y la actitud de los personajes de la historia para adaptarlos a las necesidades de quienes la reescriben con un nuevo relato.
f) Subvertir y burlarse de los valores tradicionales de una sociedad o país dado, para reemplazarlos por otros que se consideran mejores por más novedosos y auténticos; la mezcla de populismo y diversión es ideal para narcotizar cerebros.
g) Jugar con el lenguaje para que mediante eufemismos, combinaciones de palabras o de frases se vaya deformando la realidad y se vaya instalando una completamente diferente.
h) Evitar la discusión racional y el debate respetuoso reemplazándolo por la agresividad, el insulto, la violencia directa o la técnica de la cancelación virtual y real hacia quien piensa diferente.
i) Promover los sentimientos y emociones con consignas populares y slogans pegadizos para ponerlos por encima de la racionalidad y la sensatez; son más inmediatos y cambiantes, mueven más y mejor a las masas y dan mejores resultados.
j) Usar las redes sociales como medio eficaz para entablar la guerrilla cultural, con nuevos franco-tiradores escondidos en el anonimato, que disparan con puntería sus críticas y comentarios tendenciosos, que instigan resentimiento y destrucción, sin importar cuántas y cuáles víctimas son alcanzadas por ello.
k) Desconfiar y combatir toda iniciativa, emprendimiento y labor privada por considerarla sinónimo de fin de lucro despreciable, egoísta, anti-nacional y colonizante.
l) Fomentar las dicotomías ellos-malos contra nosotros-buenos, libertades para nosotros - imposiciones para ellos, justicia para unos - venganza para otros, etc.
Todo lo anterior conduce al desgaste y al acostumbramiento de una sociedad y de una cultura para que paulatina y sistemáticamente se rinda y acepte ser reemplazada por otra.
¿Puede parecer que estos ejemplos son irreales o han surgido por casualidad, como hongos después de la lluvia? ¿Puede descartarse la posibilidad de que respondan a una estrategia y planificación seria y concienzudamente elaborada?
Si respondemos afirmativamente esas dos preguntas, entonces no hay un tercer camino: o somos unos ingenuos ignorantes, o somos cómplices (activos o pasivos) de la guerrilla cultural.