María Guillermina Coolighan | Montevideo
@|Leyendo, días atrás, el excelente editorial del Sr. Álvaro Ahunchain sobre lo que de verdad debería importarnos a los uruguayos, más allá de fórmulas presidenciales y ecos del momento, es el plebiscito sobre la seguridad social que, como bien él lo expresa, a los preparados en el tema, ya han expresado que les “rechina” por donde se lo mire, sean del partido que sean.
A los que no los son, los demagogos de siempre trafican con la irracionalidad y la ignorancia y esperan convencerlos de que, de no votar dicho plebiscito, trabajarán para siempre o por mucho tiempo más del deseado para terminar cobrando migajas.
Ahora bien, estos políticos demagogos bien saben que será una bomba que les explotará en la cara pues será el derrumbe del país y ahí sí se perderá la capacidad de hacer frente a los compromisos de los pasivos y también de correr inversores que hoy confían en el rumbo del país.
Como bien titula el Sr. Ahunchain su editorial “Ganamos y después vemos”, acto de irresponsabilidad sin parangón y que nos colocaría en situación más que comprometida de todo punto de vista. Por todo ello, el autor pide a todo el Uruguay que se preocupe u ocupe de lo realmente importante más que de la fórmula tal o cual.
Sin embargo y consciente de dedicar tiempo a militar en pro de no subirse a ese carro de peligro conocido, me gustaría detenerme en la fórmula elegida por el Sr. Delgado para competir en las próximas elecciones nacionales.
Sin dejar de reconocer que dicha elección me sorprendió, los que me conocen saben que siempre he defendido a la Sra. Ripoll por su valor puesto que todos sabemos que no es fácil tomar las decisiones que ella libremente eligió. Por desgracia no todos tienen la valentía de hacerlo, los sindicatos dominan a sus miembros y ya sabemos cómo son sus estrategias para llevarlos adelante: demorar hasta el infinito las discusiones, negarse al voto secreto, etc. Con ello consiguen que los temas terminen siendo aprobados por el pequeño núcleo duro que sigue hasta la madrugada si es necesario y así siguen dominando el aparato sindical.
Dicho todo esto, aclarando también que si los sindicatos funcionaran democráticamente y no al servicio de determinado partido político, constituirían una ayuda estupenda para los trabajadores.
Por todo ello, hoy, después de la primera sorpresa por la elección hecha por el Sr. Delgado, la aplaudo entusiastamente porque el candidato tendrá a su lado a alguien muy formado en lo que respecta a los derechos laborales, con una fuerza digna de admiración y que seguramente será un “cambio de paradigma”, como lo declarara en la noche de su discurso dicho postulante.
No abogará la Sra. Ripoll por denostar a los tan “mentados” malla oro, bien sabe ella que son los empresarios que arriesgan su capital, los que dan trabajo y mueven al país.
Ella dará certezas de que ambas partes podrán avanzar juntas por mejorar a todos los uruguayos; es nuestra mejor garantía de éxito para secundar a quien será, seguramente, nuestro próximo Presidente.