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Deber moral y práctico

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@|Tal como estaba previsto, fui citado a vacunarme. Vengo de cumplir con mi obligación como ciudadano y como familiar, más que a usufructuar un derecho, que también me corresponde, como parte de la sociedad que amo y debemos cuidar entre todos.

Insto a todos nuestros semejantes a cumplir con este deber moral y, ¿por qué no?, práctico.

Tenemos un enemigo en común que -hace más de un año- nos paraliza, mata, empobrece y frustra.

Si un enemigo visible intentara matarnos, ¿nos cruzaríamos de brazos o, decididos, lo enfrentaríamos?

Éste que nos aflige es invisible y – quizás por ello- más letal y traicionero que los habituales.

Secuestró nuestras vidas. Se llevó –se está llevando- vidas preciosas.
Cuantos más nos vacunemos más rápido recuperaremos la libertad perdida.

Dejo constancia de mi agradecimiento a todo -absolutamente a todo- el personal comprometido con la salud de nuestra sociedad oriental, de Norte a Sur y de Este a Oeste.

Ellos siempre fueron el verdadero frente de combate, no sólo al imprevisto escándalo mundial del coronavirus, sino a cuantos males silenciosos, cíclicos o puntuales, nos agreden a lo largo de nuestras vidas.

Ellos, en toda circunstancia, salven a uno o a diez, son los abnegados defensores de nuestro mayor tesoro personal y nacional: la salud.
Pero cuando la defensa de tal bien se multiplica por millones de conciudadanos, su tarea, además de imprescindible y arriesgada se vuele épica.

Quienes no esperamos milagros, sabemos que debemos y podemos confiar en la Ciencia y en las benditas manos de su vocacionales servidores.
Vaya para todos ellos mi “virtuabrazo” emocionado y agradecido.

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