María Guillermina Coolighan | Montevideo
@|Afortunadamente para nuestro país han abierto no solo en Montevideo sino también en el interior, las llamadas “cafeterías de especialidad”. Son en general lugares muy bien arreglados, con cierto clima de intimidad que invita a compartir un cafecito entre amigas, esposos, familias y también, por qué no, para el punto de partida de algún romance. En dichos lugares, el café suele ser de calidad superior muy apreciado por quienes gustamos tomarlo y disfrutarlo.
Sin embargo, y apuntando a “el que tiene tienda que la atienda” y que la cuide, agregaría yo, cuando uno pide algo para acompañar dicho café, lo que nos ofrecen suele estar, muchas veces, demasiadas, “cumpliendo años” al decir de alguien cercano. Esto me ha pasado en varias zonas. Así hemos ido “tachando” unos cuantos a los cuales no volveremos.
Lo último que me sucedió en la materia, fue haber pedido en uno de ellos dos cafés y un budín de limón. Quisimos cortar el budín para compartirlo y fue imposible, de tan “anciano” que estaba. Llamé a la moza y le pedí nos trajera lo más fresco que tuviera. Volvió al rato con un trozo de budín, esta vez de naranja, al que le había sido agregado un almíbar de la fruta para evitar que se notara que estaba tan “anciano” como el anterior.
Me molestó enormemente el engaño (¡quién en su sano juicio podría pensar que no lo íbamos a notar!).
No lo comimos; pedí la cuenta y, aclarándole que no era contra ella sino con el propietario, le pedí le dijera que allí no volveríamos, tampoco nos sentaríamos aquí y allá a criticarlos, pero sí que si alguien nos preguntaba por el servicio del lugar, no lo recomendaríamos. Nobleza obliga decir que al llegar la cuenta, la moza me aclara que los budines no habían sido cobrados. Yo no quería no pagar, ¡solamente comerme un rico trozo de budín con el cafecito!
Como es algo que se reitera demasiado seguido, no estaría de más que se pensara en donar lo que queda del día, no hablo de lo vencido, a algún servicio de ancianos, niños, etc. para poder aprovecharlo y así ellos no perderían, todo lo contrario, hacer un bien nunca es perder, y también se acostumbrarían a hacer un cálculo más ajustado de lo que se llega a consumir diariamente en cada uno de estos simpáticos cafecitos.
Es solamente una idea, puede haber más soluciones seguramente. Lo que no debe pasar es… ¡perder la clientela por estos motivos!