Email: ecos@elpais.com.uy Teléfono: 2908 0911 Correo: Zelmar Michelini 1287, CP.11100.

Aula vacía

Compartir esta noticia

El Ciudadano | Montevideo
@|Yo estuve ahí. En el aula que alguna vez fue templo del saber. En la mirada del niño que abría un libro como quien abría el mundo. En la voz de la maestra que enseñaba sin miedo, sin militancia, sin guiones prestados. Estuve ahí, y vi cómo todo se fue cayendo.

Vi a la educación pública convertirse en rehén. No de los alumnos. No de los docentes. Sino de una estructura que dejó de pensar en enseñar y comenzó a adoctrinar. Un sistema que premia la obediencia al discurso y castiga el pensamiento libre. Que evalúa más la sensibilidad que el conocimiento, más el “sentirse” que el “saber”.

Vi escuelas sin techos, pero con talleres de ideología. Vi liceos sin libros, pero con comisiones de género. Vi padres resignados, hijos desencantados y docentes agotados por una burocracia que nunca pisa un aula, pero redacta decretos desde escritorios con aire acondicionado.

Y lo más grave: vi cómo los que gobiernan este sistema lo defienden como si fuera un logro. Como si esta decadencia fuera progreso. Como si los niños que no comprenden lo que leen, o que abandonan en masa, fueran simplemente daños colaterales de una transformación inclusiva.

No, señores. No es inclusión dejar que el alumno pase sin saber. No es justicia permitir el fracaso colectivo para que no duela el fracaso individual. No es igualdad reducir el nivel de todos para no incomodar a unos pocos.

La educación pública fue alguna vez el gran igualador. Hoy es el espejo donde se refleja la derrota cultural de un país. Porque cuando el aula se vacía de saber, se llena de resentimiento. Porque cuando se deja de formar ciudadanos, se comienza a fabricar votantes. Y eso no es democracia, es clientelismo educativo.

Pero cuidado: aún quedan maestras valientes. Profesores que resisten. Familias que exigen. Y en ellos está la esperanza. Porque no todo está perdido. Pero hay que animarse a decirlo.

Que la educación no es un campo de batalla ideológica. Es una construcción de sentido, de esfuerzo, de mérito, de verdad. Y la verdad -aunque moleste- es que el sistema educativo actual está fracasando. Sigo escuchando cómo se repite que “la educación es prioridad”, mientras el presupuesto se reparte en militancia; escuchando cómo se culpa al neoliberalismo, al clima o a los padres, para no asumir la responsabilidad de décadas de destrucción.

Pero también escucho, en el fondo, una nueva voz. La de quienes se animan a reconstruir. No con eslóganes, sino con valores. No con ideologías, sino con convicción. Y a esos, aunque les moleste, les digo: la verdad nos hace libres... y la educación es la llave de esa libertad.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar