Lic. Rossana Lolo | Montevideo
@|Esta es una carta abierta al sistema político sobre mi primera y espero última experiencia en la Cámara de Senadores.
A quienes integran el sistema político nacional:
Con el respeto que se le debe a la institucionalidad, pero con la firmeza que exige la ciudadanía, escribo estas líneas para expresar un sentimiento que no es solamente personal, sino compartido por muchas personas que, como yo, aún creemos en la política como herramienta de transformación colectiva.
El pasado reciente dejó en evidencia algo que ya se ha vuelto costumbre: la falta de escucha activa y de compromiso real con la representación que se ostenta. No todos incurrieron en ello —y sería injusto generalizar—, pero sí fueron demasiados quienes, durante una instancia que ameritaba respeto, atención y altura, eligieron la dispersión, la risa entre colegas, la mirada al celular o la comodidad del sillón.
Llegar tarde, faltar y ser suplido sin consecuencia alguna puede parecer parte del funcionamiento del sistema. Pero no lo es para quienes trabajamos día a día y sabemos que la puntualidad, la presencia y el respeto no son opcionales: son condiciones mínimas.
El Senado es un espacio que representa a la ciudadanía toda. Por eso, cuando uno de sus integrantes cita de forma irónica y risa el eslogan: “La unión hace la fuerza” (de un grupo que busca la mejor solución contemplando la situación particular de todos los Profesionales del Uruguay), resulta inevitable sentirlo como una provocación. Porque, le pregunto: ¿qué unión puede pedir si ni siquiera hay unión en temas esenciales (educación, seguridad, etc.) del país entre ustedes?; no hay unión desde el momento que no se escuchan, y no nos escuchan, no debaten con altura, con información desde la fuente, siempre y sin generalizar pensando más allá de las “chacritas” partidarias.
La ciudadanía necesita representantes, no espectadores de sí mismos. Necesitamos ser escuchados, incluso cuando no compartan ustedes lo que escuchan. Porque escuchar no es asentir: es dignificar al otro.
Tal vez sea hora de que la escucha activa no sea solo un valor deseable, sino una competencia exigible en el currículo para el ejercicio de los cargos que ocupan, gracias a los votantes, sus empleadores. Porque lo que se vio no fue solo desinterés: fue una falta de respeto.
Este llamado no es para desacreditar el sistema democrático, sino para fortalecerlo mejorando sus puntos débiles. Porque cuando el respeto se pierde en el recinto, también se erosiona la confianza de quienes aún esperamos más del sistema político. Con firmeza y con esperanza.