Miguel Sena | Montevideo
@|Hace un año que tuve un terrible accidente de tránsito, que casi me costó la vida.
Ese día me dirigía a Montevideo en moto, desde el oeste por los accesos, pensaba tomar por la rambla portuaria como habitualmente lo hacía. Al ver el tránsito complicado decidí ingresar a la ciudad por Bvar. Artigas. Mientras circulaba por el carril de la izquierda de repente salió un caballo disparado y fue imposible evitar el impacto. ¡Fue tremendo! Recuerdo haber frenado lo máximo posible y el impacto contra el caballo, y el olor de ese animal que aún lo siento a veces en mi nariz.
Por lo que me contaron, el pobre animal se arrastró y murió en la banquina. Yo fui auxiliado e internado en el Hospital Británico donde pasé un mes en el CTI al borde de la muerte y otro mes en Cuidados Intermedios. Posteriormente, meses en casa, donde pude volver a caminar y a valerme por mi mismo. Hoy puedo llevar una vida normal.
Hago mi vivencia pública porque quiero agradecer y reconocer públicamente a muchos de los que me ayudaron en ese horroroso momento.
Desconocidos que me auxiliaron desde el primer momento en el lugar del accidente y lamentablemente no recuerdo. Agradecer al personal de la ambulancia, del CTI del Británico, médicos, nurses y enfermeros que dedicaron su tiempo y esfuerzo para mi supervivencia; todo el personal de Cuidados Intermedios del Británico al que además le debo la recuperación de mis funciones primarias (entre ellas mis nuevos primeros pasos) y a todas las personas que me ayudaron en mi recuperación domiciliaria.
Es justo hacer un reconocimiento a la profesionalidad demostrada por toda la organización del Británico y específicamente a SUMMUM, que además de coordinar esa infinidad de situaciones inabarcables para una persona en cualquier condición, hicieron posible mi supervivencia y recuperación. A mis afectos, que me apoyaron material, práctica, emocional y espiritualmente, mi gratitud y público reconocimiento.