En los últimos años, Uruguay se ha vuelto experto en maquillarse como país ideal. Paz, democracia, clima templado, calidad de vida. Todo eso es cierto, pero incompleto. Porque hay una verdad incómoda que nos negamos a asumir: Uruguay no está bien. No por su economía. No por su seguridad relativa. Por su gente. O mejor dicho, por la falta de ella.
En 2024, por primera vez desde 1888, murieron más uruguayos de los que nacieron. La proyección a 2050 es clara: una población estancada, más vieja, más dependiente y menos productiva. Uruguay no es chico: está despoblado. Y eso sí es un problema.
El país no mejora con el tiempo por sí solo: cambia lentamente para mal. El historiador Marcos Cantera-Carlomagno dijo en una presentación de un libro en el año 2000, que el Uruguay desaparecerá en 100 años. ¡Qué radical que fue mi tocayo, pero si no cambiamos le vamos a dar la razón! Entonces, ¿queremos cambiar?
La única política para atraer inmigrantes calificados ha sido la Ley N° 20.191, del 2023. Otorga beneficios fiscales y exoneración de aportes a profesionales TIC extranjeros. Buena idea. No se conocen datos oficiales de impacto. Es una ley aislada, no una estrategia nacional. Mientras tanto, el sector tecnológico sigue con miles de vacantes sin cubrir. De sus 20.000 trabajadores actuales el 18% son extranjeros. Es decir, ni siquiera en el sector más propenso a atraer talento hemos logrado ser atractivos. ¿Qué hacen otros países que Uruguay no hace?
Canadá planea recibir 1,5 millones de inmigrantes entre 2023 y 2025. Los elige con un sistema de puntos: juventud, educación, idiomas, experiencia. Les da residencia, servicios, integración. Australia hace algo similar, pero enfocado en regiones despobladas. Portugal -más comparable a Uruguay en escala- duplicó su población extranjera en diez años con visas para nómadas digitales, beneficios fiscales por una década y un plan de repoblación rural.
¿Y fuera del mundo TIC? Nada. Uruguay no tiene un régimen migratorio proactivo. No tiene una visa para emprendedores. No tiene un programa de repoblación del interior. No tiene incentivos para instalar empresas que traigan talento del exterior. Tiene discursos sobre la calidad de vida, pero no tiene un proyecto de país que quiera sumar gente.
Ideas sobran. Uruguay necesita: Un sistema de visas para profesionales calificados con alta calidad que puedan innovar en sectores como ciencia, agro, tecnología y educación! Se puede facilitar la radicación de familias jóvenes con hijos en el interior. Se precisa un reconocimiento ágil de títulos, idiomas y experiencia extranjera y sobre todo, una narrativa país clara: “Uruguay quiere que vengas”.
Esa es una tarea del sistema político y del Estado. Como si el país fuese a llenarse solo. Hay sectores que piensan que más gente es un riesgo. Hay que entender que, sin más personas, no hay desarrollo sostenible posible.
El futuro no se diseña con nostalgia ni con frases bonitas. Se diseña con políticas concretas, con apuestas claras, con riesgo calculado. Y sí, también con una cuota de audacia. Si no lo hacemos, la advertencia de Cantera-Carlomagno no será una exageración académica. Será el epitafio de una sociedad que se negó a regenerarse cuando todavía podía.