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Trampita al solitario

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Una vez escribí en este mismo espacio sobre lo divertido que resulta ver a un dirigente frenteamplista jugar al juego de ingenio “no vale decir que Venezuela y Cuba son dictaduras”. En los últimos años hemos presenciado recursos de lo más creativos expuestos por verdaderos maestros del arte de decir sin decir, como Fernando Pereira, Mario Bergara, Carolina Cosse o Yamandú Orsi.

Pero más allá de la diversión, entreverada con esa pizca de nerviosismo que produce ver cómo una personalidad política chapalea en una piscina llena de dulce de leche; y del cringe, como dicen los jóvenes, que genera la imagen, reconozco que tomarlo como un pasatiempo es una irresponsabilidad.

Porque esto no es un juego. Qué va a ser. Es una declaración de principios. Es un desnudarse ante la opinión pública. Es mostrarle a la ciudadanía de qué madera está construido el hombre atrás del personaje.

La persona que se para ante una cámara y, con recursos dialécticos de los más variados, dice que eso que “tiene cuatro patas, ladra y mueve la cola” no es un perro, en realidad está diciendo quién es él y cómo piensa.

Y sobre todo, qué concepto tiene de aquellos que lo estamos escuchando al otro lado de la caja boba.

Entonces, ¿por qué hay tanta gente queriendo forzar a los dirigentes frenteamplistas a decir que en Venezuela hay dictadura? ¿De dónde sale esa necesidad? Mientras ellos digan lo que piensan, será mucho más fácil conocerlos, saber quiénes son, qué ideas los mueven.

Qué son capaces de hacer por disciplina partidaria, ignorancia, miedo, alcahuetería, o simplemente porque están de acuerdo con que en un país tenga un régimen de gobierno como el de Maduro o el Díaz-Canel.

¿O alguien piensa que la mejor manera que uno tiene para conocer al que le pide el voto es el spot propagandístico que aparece en la tele?

No, el camino más corto es verlo en acción. Analizar con calma y seriedad su postura ante una situación como la de Venezuela o Cuba, dos naciones con las diásporas más multitudinarias del continente y entre las mayores del mundo.

Con miles de personas que se van del país expulsadas por el hambre, la miseria, la falta de libertades individuales y la vulneración de sus derechos. A nado entre tiburones. O cruzando las selvas y pasos de frontera más hostiles para rajarse de un tirano que los aplasta.

Gente que deja atrás sus hogares, familias y títulos profesionales para venir a un paisito frío y chato a repartir panchos en una moto.

No insista con exigirle a los candidatos frenteamplistas que digan lo que usted quiere que digan. Deje de pedirles que exhiban una moral y una coherencia de la cual ayunan. Lo mejor es que hablen, que se expresen, que se entusiasmen y se muestren tal cual son.

Solo así usted podrá lograr que sus dudas se le escabullan tan rápido como atletas cubanos en una competencia en Miami.

Cuando ellos hablan, nosotros escuchamos. Siempre con el entendimiento lo más alerta posible para poder comprender toda la información que, por ejemplo, una palabra en apariencia inocente como “trampita”, tiene para ofrecernos.

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