Se marchó. Me hubiera gustado decir sin pena ni gloria, pero ni esa máxima le va. Me refiero al presidente argentino Alberto Fernández, que mañana domingo entregará la banda presidencial a su sucesor Javier Milei.
Con Fernández termina el peor gobierno de Argentina en los cuarenta años de Democracia que -justamente- se cumplen mañana 10 de diciembre. Un país con más de 40 por ciento de pobres, una inflación por encima del 140 por ciento anual y una economía destrozada por donde se la mire, es el legado del presidente saliente. Sin contar los escándalos de corrupción que jalonaron su administración. Solo alcanza con recordar dos, la fiesta de cumpleaños de su mujer en la residencia de Olivos cuando todos los argentinos estaban encerrados en sus hogares por la pandemia de Covid 19 y los vacunatorios vip en momentos en que los ciudadanos de a pie se morían por falta de vacunas.
Fue en esos días que Fernández ofreció “interceder” ante los laboratorios internacionales para que Uruguay consiguiera vacunas contra el Covid-19. Era el tiempo en que el saliente jefe de Estado argentino todavía le daba por fanfarronear. ¿Recuerdan que tuvo su eco acá? Fue el hoy presidente del Pit-Cnt, Marcelo Abdala que recogió el guante y a través de las redes sociales le reclamó al presidente Luis Lacalle Pou: “Acepte, Presidente”. Ya sabemos cómo le fue a Argentina con la vacunación y cómo nos fue a nosotros. Luego, Abdala se llamó a silencio y se dedicó a jugar a los autitos chocadores.
Con el fin del gobierno de Fernández, parece que también finaliza la era kirchnerista. Digo, parece, porque con la patota peronista-kirchnerista nunca se sabe. Lo cierto que terminan quince años nefastos para Argentina y también para Uruguay. Hay que tener memoria y recordar lo que Néstor y Cristina Kirchner significaron para nuestro país. Capitanearon, el período más nefasto en la historia de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Él mandó cortar los puentes sobre el Río Uruguay, argumentando que las papeleras que se construían entonces en nuestro territorio, violaban los tratados firmados entre ambos países, y provocarían una catástrofe ambiental. Cinco años duró el bloqueo y provocó enormes perjuicios para el turismo, el transporte y el comercio.
Al cierre de los puentes se le sumaron todas las trabas posibles al comercio y al dragado de los canales en el Uruguay y el Río de la Plata.
Con Fernández las cosas no fueron mejor. Continuaron el mismo curso, y el títere de Cristina Kirchner no hizo otra cosa que seguir tirando barro para esta margen del Río de la Plata.
En las últimas horas nos enteramos que él mismo se comunicó con el gobierno de Beijing, manifestando su disconformidad conque Uruguay avanzara en un Tratado de Libre Comercio con China.
Cuando leí esto, me acordé de una afirmación que hizo el hoy precandidato presidencial del Frente Amplio Yamandú Orsi, en 2021. Entonces, el presidente Lacalle Pou, había planteado en una cumbre del Mercosur la necesidad de Uruguay de concretar Tratados de Libre Comercio fuera del Mercosur. A lo que Fernández se negó y sugirió que Uruguay se alejara del bloque.
“Alberto Fernández es una clase A de la política. Clase A de verdad”, sentenció entonces Orsi. Hasta hoy no se lo ha escuchado retractarse.