Razón y corazón

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La semana pasada, con mi amigo y correligionario Santiago Gutiérrez presentamos el libro “Blancos, razón y corazón”.

Buena parte de este la escribimos en forma epistolar -vía mail- como consecuencia del aislamiento que en su momento nos impuso la pandemia.

La intención original fue la de plasmar en papel y en forma más o menos ordenada algunas ideas que de manera aleatoria se nos venían a la cabeza sobre cuestiones que entendemos importan a todos los blancos.

Ser de generaciones distintas, de ascendencias diferentes, y criados en sectores del Partido Nacional que históricamente han sido considerados por muchos como contrapuestos, nos marcó un desafío que para varios era insoslayable: entendernos y coincidir.

A toro pasado, podemos decir que estamos seguros de haber superado la prueba con éxito. Es más, diría sin temor a equivocarme que con gran suceso. Nos entendimos y coincidimos. En mucho, en casi todo. Y en lo que no, nos comprendimos.

Pero ambos creemos que esto no fue causa de inspiración divina, o superior inteligencia de nuestra parte, sino todo lo contrario. En todo caso el éxito reflejado en el entendimiento de dos blancos de orígenes tan diversos no es nuestro, sino de toda nuestra colectividad. Hemos crecido en la unidad.

De un partido, que hace ya bastante tiempo supo dejar de lado las rencillas, y enfocar en que varios sectores dentro de una misma colectividad, unidos por principios y valores rectores no representan división, sino todo lo contrario: complementariedad.

Complementariedad que se traduce necesaria- mente en fortaleza.

Los diálogos dejan la evidencia en su devenir que en nuestro partido, el Partido Nacional, el partido de las libertades, hay sitio para todos, que nos une el amor por la libertad, el Estado de Derecho, la equidad, la dignidad de las personas, y la protección de los débiles, los desfavorecidos, y las minorías.

Deja patente que con ansiedad nos desvela buscar un futuro mejor.

Y queda claro que en esa búsqueda wilsonistas y herreristas somos parte fundamental de un mismo equipo que se conforma por lo mejor que cada corriente ha legado.

En el prólogo del libro, Facundo Ponce de León utiliza la metáfora del pájaro con sus dos alas para representar esta dicotomía dependiente.

Es muy cierto que las alas importan, pero de nada sirven al cuerpo si no se mueven coordinadas, con simetría, y con la debida y sincronizada cadencia.

Juan Martín Posadas, en el epílogo nos dice: “Es menester tener muy presente que el Partido Nacional ha sido históricamente un agente de conciliación. Nunca rehuyó batalla alguna contra la opresión y no calló ninguna denuncia contra los abusos de poder, pero siempre mantuvo una mirada larga, aquella que divisa un futuro nacional, el cual si no es con todos, si es con exclusiones, nunca podrá ser verdaderamente nacional.”

Esa es nuestra verdadera esencia. Por algo hace casi cien años nos rebelamos cuando el gobierno se sublevó.

Porque no dejamos pasar una cuando campea la injusticia.

Nuestro más profundo deseo es que este libro sea un disparador de discusiones entre los buenos blancos. Nos encantaría que más blancos se preguntaran ¿de donde venimos? ¿Quienes somos? ¿A dónde vamos?

El partido necesita de la acción fermental y apasionada de sus miembros basada en los firmes cimientos de nuestra propia filosofía política, la que con ideas y ejemplos delinearon Oribe, Berro, Saravia, Herrera, Wilson, Lacalle Herrera, Jorge Larrañaga y Lacalle Pou, entre otros.

Filosofía que no es más que el amor a la Patria traducido en acciones decididas para hacer de esta una tierra más libre, donde los individuos verdaderamente se sientan en plenitud para desarrollarse.

Una acción que entienda que hoy, en esta época de avances -y de brutales retrocesos desde el punto de vista de la dignidad humana- los ejércitos de la noche -por citar a Mailer- no descansan.

Toman formas nuevas, creativas, disruptivas, que socavan la esencia más pura y trascendente del hombre y de la democracia sometiéndonos permanentemente al riesgo de la condena sumaria de la cancelación, de la marginación política, simplemente por disentir, por pensar distinto, por no seguir al cardumen, o por no rendir pleitesía a los falsos ídolos promotores de la decadencia woke.

Nuestra tarea de blancos, esa a la que intenta-mos contribuir con nuestro libro es la de pensar, discutir, y luchar con todas las fuerzas para que esto no suceda.

Ver a Luis ponerle la banda presidencial a un nuevo presidente blanco es nuestra máxima aspiración para seguir dando batalla por ese ideal.

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