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El mundo y la nación rusa esperaban que anuncie el fin de la guerra en Ucrania con la victoria de Rusia sobre los nazis ucranianos, o bien, por el contrario, que declare oficialmente la guerra que hasta ahora ha calificado de operación militar especial de desnazificación.
Paradójico y revelador. Que en un mismo acto Vladimir Putin pudiera anunciar, o bien el final de la guerra o bien su comienzo, evidencia la compleja trama del conflicto. Y también exhibe una fragilidad en la situación del presidente ruso: si no pudo anunciar el final de la guerra con un triunfo de Rusia, es porque sus fuerzas controlan demasiado poco territorio en relación con lo que justificaría cantar victoria. Y si tampoco pudo declarar oficialmente la guerra justificándola en el ingreso de la OTAN al conflicto suministrando armas a Zelensky, es porque la inmensa movilización de reservistas que eso implicaría podría acrecentar velozmente el malestar que estaría creciendo en la población que ha empezado a sentir en sus bolsillos el costo de la invasión de Ucrania.
Era el día indicado para hacer un anuncio grande. La celebración más adecuada para anunciar el acontecimiento que marca la historia, ya sea anunciando la victoria del ejército invasor o, por el contrario, declarando la guerra para movilizar las fuerzas de reserva y lanzar sobre las defensas de Ucraniana una ola gigantesca de rusos armados. Pero Vladimir Putin no anunció nada. Se limitó a repetir la justificación de esta guerra catastrófica que él inició a pesar de que Ucrania no había atacado a Rusia ni financiaba terrorismo en Rusia ni saboteaba la economía rusa ni nada que pudiera considerarse objetivamente una agresión. Y esa justificación suena a patraña tejida con hilos de teoría conspirativa.
Ante las tropas que desfilaban en la Plaza Roja, el presidente de Rusia se limitó a defender su decisión de invadir el país vecino, calificándola como “decisión correcta” para que “no haya sitio para los nazis”.
Hablar del intento ucraniano de conseguir armas nucleares y de preparar una ofensiva contra Donestk y Luhansk que luego continuaría con sobre el territorio ruso, suena a teoría conspirativa.
El ejército ruso logró imperar sobre Mariupol, dejando a Ucrania sin salida al Mar de Azov. El puñado de ucranianos que aún resisten en la acería Azovstal están luchando heroicamente, pero sólo pueden subsistir sin rendirse y, en modo alguno, pueden iniciar un contraataque para recuperar la ciudad y su estratégico puerto.
Pero controlar Mariupol no alcanza para cantar victoria, porque los invasores aún no pudieron doblegar la resistencia en Kharkiv. Tampoco controlaron Mikolaiv, por lo que no logran la posición desde la cual avanzar sobre Odessa para unir el territorio del Donbas con Transnistria, la parte de Moldavia controlada por separatistas pro-rusos en el Transdniester.
Sin esas conquistas, es difícil declarar la victoria y dar por terminada la guerra. No poder hacerlo en el día de la conmemoración del triunfo soviético sobre el ejército de Hitler en lo que Stalin llamó Gran Guerra Patria, exhibió debilidad de Putin en el frente ucraniano; mientras que no haber declarado la guerra para movilizar multitudinarios contingentes de reservistas, exhibió debilidad del presidente ruso en el frente interno.
Aunque los aparatos de inteligencia occidental no han podido hasta ahora generar divisiones y conspiraciones en el Kremlin, y aunque la propaganda oficial y la censura siga imponiendo a los medios un discurso único sobre la guerra en Ucrania, es posible que las muertes de soldados rusos, la prolongación del conflicto y el impacto que está empezando a tener en la economía y el bolsillo de los rusos, empiece a generar en el Kremlin temor a un creciente descontento social que derive en protestas y en inestabilidad política.
En definitiva, fantasmas mucho más reales que los nazis de los que habla Vladimir Putin.
Que Ucrania tenga próceres oscuros de la Segunda Guerra Mundial, como Stepan Bandera, además de grupos fascistoides que engendraron paramilitarismo como el que dio origen al Batallón Azov, no alcanza para que el argumento del nazismo para justificar la catástrofe humanitaria que está causando la invasión no suene a lo que es en realidad: una patraña.