Opereta

Es lo que estamos presenciando. Esta comedia de enredos entre un: “yo no fui” y un: “están tirando el mundo abajo”. No llega a ser una gran ópera dramática. Pisemos la pelota un momento y veamos qué es, en definitiva lo que está pasando y qué nos dice de lo que nuestra sociedad está viviendo.

No estamos frente a un delito: el tal Marset no se escapó por el bendito pasaporte. No surge que haya daño material para el Estado. Todo el conventillo y el griterío es en torno a un, muy pequeño y mediocre, forcejeo para pasarle el fardo a otro, evitando dar la cara frente a la gente. Pequeños mártires, repujos, destrucción de pruebas, etc.

Patético.

Pero, mediocre y patética es también la postura de quienes, viendo la oportunidad política, se rasgan las vestiduras y emiten plañideros llamados a los dioses de la virtud y la justicia: “¡Intimemos al presidente que vuelva inmediatamente!” Fallutos. Creer que están en plena cosecha política (y eso no es solo para la oposición, también el Gral. Manini está carroñando, quizás satisfaciendo pequeñas venganzas). ¡Insensatos! ¿Qué creen que van a cosechar? Algún votito, quizás, todavía falta mucho. Pero lo que no hay duda que decantará de todo esto es un agravamiento del desprestigio del sistema y de todos los actores, a ojos de la gente. Algunos, los ya convencidos se regodean por el revolcón que reciben sus adversarios, pero la mayoría de la gente refuerza su convicción de que sean todas iguales. Todo esto es abono para el escepticismo y el rechazo, enfermedad expandida hoy en las democracias contemporáneas.

Culpa tienen también los medios que enmascarados de mensajeros de la noticia están lanzados a una competencia mediática para captar adeptos por la vía del entretenimiento.

¿Y nosotros? De nada sirve refugiarnos en el papel de víctimas. Lo seremos si no hacemos el esfuerzo por enterarnos de lo que ocurre y formar opinión a partir de los hechos. Porque no somos meros espectadores de la opereta: sus efectos nos pegan directamente.

El punto en este episodio no es el narcotráfico. Es la mediocridad reinante, que incluye la falta de patriotismo.

Un pequeño mundo, muy poblado de mediocres (de ambos lados y en las tribunas), que no alcanza a percibir y a calibrar, la realidad y que se arrastra a ritmo de un proceso de selección inversa de su dirigencia política que, con heroicas excepciones, va poblando los cuadros políticos de mediocres y de rojos.

Yo no tengo apuro por la venida del presidente. En cambio sí lo espero con la expectativa de que sacuda duramente el tablado de la mediocridad.

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