Publicidad

No era chiripa

Compartir esta noticia
SEGUIR
RODRIGO CABALLERO
Introduzca el texto aquí

El aumento de los casos positivos de Covid-19, ocurrido en las últimas semanas, resta fuerza a la teoría que asegura que la vacunación masiva de la BCG habría sido determinante en el éxito uruguayo respecto a la pandemia.

La multiplicación de los contagios contribuyó a diluir, también, la creencia de que alguna enzima presente en la yerba mate pudiera otorgar especial inmunidad a los habitantes de este suelo, tan aficionados a la telúrica infusión.

Hasta ahora no se ha registrado una disminución sensible en el consumo de la bebida típica, ni tampoco ha trascendido que el efecto de la BCG se haya interrumpido de golpe por obra y gracia de algún misterio de la química o la biología. O de ambas juntas. En ese aspecto, todo sigue igual.

Por eso es cada vez más firme la hipótesis de que la escasez de contagios en Uruguay no es otra cosa que la consecuencia de la conducta responsable de los ciudadanos. Del apego a los protocolos y de la cabal comprensión de que una nueva realidad, anunciada por el Presidente recién electo, Luis Lacalle Pou, aquel triste viernes 13 de marzo, había comenzado.

Eso que por unos meses nos hizo creer que éramos mejores que el resto del mundo y que, más allá de las ideas políticas, todos formamos parte de una misma comunidad cuyo bienestar se encuentra por encima de todo lo demás. Lo mismo que generó el Maracanazo del 50, que Gardel haya nacido en Tacuarembó o ser los inventores del dulce de leche.

Es que tal vez, por un tiempo, supimos ser mejores. Quizá por algunos meses fuimos ejemplo de comunidad como ningún otro pago del planeta.

Por qué no habríamos de pensar que fue real. Que la magia ocurrió y que fue obra de cada uno de nosotros y de todos nosotros juntos. Es preferible creer eso y no colgarle las medallas a un azar que en algún momento llevó a algún jerarca del MSP a definir la obligatoriedad de la BCG. Tampoco a la evolución, o a quien quiera que haya hecho de los orientales los mayores consumidores de mate del orbe.

Fue el pueblo y no la chiripa quien le cortó los caminos al bicho. El mismo que, de un tiempo a esta parte, se lanzó, en un frenesí constructivo, a tender puentes y más puentes para facilitar el cruce del Covid-19 entre un organismo humano y otro. Parafraseando a la senadora Lucía Topolansky, debo decir: yo lo vi.

Yo vi a la gente llegando a Tres Cruces, desde todas partes del país, para votar en las elecciones municipales. Vi a miles de activistas LGTB marchando por 18 de julio, acompañados por los candidatos frenteamplistas a la IMM; compartiendo abrazos, bailes, vino y porro. Vi manifestantes arracimados frente al Palacio Legislativo, elevando sus reclamos a quien correspondiera. Vi barras de jóvenes en los bares de moda, riendo y bebiendo cerveza artesanal. Hasta llegué a ver al Presidente recibiendo a la futura embajadora uruguaya en España sin que ningún retazo de tela le cubriera la sonrisa presidencial.

Y entre medio de todo eso, vi a la realidad que decía: “no somos mejores que nadie”.

Ahora la famosa perilla va a ser girada en sentido horario, en contra de la apertura. Van a apretar las clavijas y los uruguayos, que nos creímos tan buenos, vamos a tener que aceptar la marcha atrás.

Ojalá, al menos, que lo hagamos con vergüenza, sabiendo que la embarramos solitos, por propio mérito.

Por habernos vuelto a creer el cuento de Maracaná.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premiumRodrigo Caballero

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad