No cualquier “diálogo”

Por estas horas el gobierno electo anunció que convocará a los partidos y a otras organizaciones a un diálogo sobre la seguridad social, incluso más amplio, lo definió como de “la protección social”. No sabemos en qué consistirá. Esperaremos la invitación formal.

Como en las bases de gobierno del FA las convocatorias a “diálogos” superaban la decena sobre diversos temas, más que un instrumento parece un recurso para diluir definiciones.

La relación entre oficialismo y oposición, más precisamente con nuestro Partido Nacional, no será otra cosa que civilizada y democrática. La relación institucional está asegurada, sería imposible que no lo fuera. En nuestro ADN está grabado a fuego el respeto por la voluntad popular y la democracia. Por lo tanto la relación se basa en el respeto, que además debe ser siempre recíproco, y el que debe ejercerlo antes que nadie es quien tiene la responsabilidad de gobernar. Su actitud también define el talante y la profundidad de esa relación.

Días pasados una futura jerarca, quien será número dos del ministerio del Interior, no tuvo mejor idea que ironizar con la frase que más refleja la personalidad y la trayectoria de Jorge Larrañaga, “hay orden de no aflojar”. Ese camino, aún previo a asumir, presagia una falta de tacto y voluntad sincera de un vínculo político leal y de respeto.

Si el camino es el agravio a compañeros, más aún cuando ya no están, la cosa será difícil. Por eso como en el truco, el “mano” marca la jugada.

Con respecto a la aceptación a sentarse a una mesa, lo primero es tener claro que no siempre corresponde enredarse en cabildeos si el que invita no pone claramente un mapa de ruta. El diálogo por sí solo no dice nada, puede ser una perdida estéril de tiempo, y una frustración que enrarece más de lo que ayuda. El diálogo natural es en el Parlamento y en sus comisiones.

Hay circunstancias, como la que se llevó adelante por nuestro gobierno sobre la seguridad social, que partió de definiciones muy precisas. Primero un artículo de la LUC que creó el ámbito institucional: una comisión de expertos, con objetivos muy precisos. No fue un saludo a la bandera, se hizo un mapa de ruta concreto, con objetivos claros.

La seguridad social se reformó y se hizo por razones que todos conocemos, la principal: el curso demográfico de nuestra población que lleva a que fuera inviable el sistema anterior. Vivimos más y nacemos muchos menos. El colapso del sistema era cuestión de tiempo.

El PIT, y sectores del FA la llevaron a plebiscito en la elección pasada y un contundente 61% la ratificó. Es obvio que después de esta expresión popular, ampliamente mayoritaria, ir por un camino oblicuo que deje sin efecto ese pronunciamiento es rematadamente antidemocrático.

El gobierno electo está en la disyuntiva de satisfacer a sus sectores más fuertes que votaron y militaron por la derogación de la reforma jubilatoria, o hacerle caso a su equipo económico que quiere y sabe que la reforma que hicimos es la que se debía hacer y la única posible en lo sustancial. Como tiene un debate interno planea licuar las definiciones en un “gran diálogo nacional”. Como acá nadie es zonzo, lo mejor es además agregarle a la ensalada dialogante otros temas, cosa que dure mucho y no llegue a nada.

Lo políticamente correcto, lo que requiere poca explicación, es esperar que llegue la invitación del gobierno y decirle que sí porque según el manual de politología de lo correcto, negarlo tiene costos. La pregunta es si no tiene costos, también, sumarse a una posible puesta en escena que intenta cambiar lo que nosotros aprobamos y la ciudadanía ratificó en plebiscito. El costo más grande es burlarse de la voluntad mayoritaria. Si cambiamos lo que votamos hace dos años y que está recién comenzando su transición, sería inexplicable.

El “diálogo” no puede ser vacío ni inocuo, mucho menos una contradicción con nuestro pensamiento. Las frustraciones pueden ser muchas pero es grande aquella de meterse en una dinámica que conduce a la nada y pasar a ser responsables de un camino sin salida.

Por eso el mapa de ruta antes de responder debe ser muy claro: para qué la invitación y qué se pretende de ese dialogo. Pero además quiénes integran la mesa porque los partidos en definitiva son donde se expresa la soberanía. Eso no quiere decir exclusivos depositarios de las opiniones, pero no es lo mismo un partido político que un sindicato o las cámaras empresariales, o lo que sea.

Por eso el Partido Nacional debe tener un rumbo claro, firme. No dudar en estar lejos de cualquier estrategia que pueda significar confundir y retroceder en los avances logrados. Mucho menos ser instrumento para ocultar las diferencias internas del FA y hacernos corresponsables de mediar en esa interna.

Gobernar es hacerse cargo y para eso la ciudadanía votó mayoritariamente al FA. Tienen la legitimidad de las urnas, no necesariamente la razón.

No hay que enredarse en un show. Diálogo no es revoltijo, ni confusión.

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