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Mundial y muerte

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ANÍBAL DURÁN
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Confieso que ignoraba el tema que aquí plantearé, hasta que escuché una nota que el periodista Juan Miguel Carzolio de radio Sarandí le realizó días atrás al Sr. Guillermo Whpei, Presidente de la Fundación por la Democracia.

Nunca había oído hablar de este señor ni de la Fundación que preside.

La citada Fundación es una organización civil sin fines de lucro, desprovista de intereses partidarios, dedicada a la defensa de los derechos humanos y de la democracia.

La lucha por los derechos humanos y la cultura de la paz, son dos ejes esenciales de la Fundación.

Decía el citado Whpei que desde unos años a esta parte en Qatar (donde se jugará el Mundial 2022), ya se han producido 6500 muertes, obreros que son empleados en temas de infraestructura como estadios, carreteras, hoteles de lujo. Vaya paradoja: se invierten millones de dólares en todo lo que atañe a la organización del Mundial, pero se olvida lo esencial: pobres obreros, en su mayoría migrantes muy humildes que vienen de India, Pakistán, Bangladesh, Sri Lanka, Filipinas, Kenia, que viven y trabajan en condiciones miserables.

Entre 14 y 16 horas diarias trabajan, narraba el Presidente de la Fundación, con una temperatura rondando los 50 grados. El 95% de la fuerza laboral son precisamente extranjeros, no cataríes y reitero de estratos sociales bien bajos.

¿Ante ello qué hace la FIFA, con todo su poderío económico y su poder influyente sobre el mundo? ¿Qué hacen las Asociaciones agremiadas a la FIFA, cuando son enteradas de esta realidad? El Ec. Alejandro Cavallo le contaba al periodista Carzolio que la entidad rectora del fútbol recauda en un año normal, 1000 millones de dólares y cuando hay un mundial, en el entorno de los 3 mil a 4 mil millones de dólares.

Comencemos por decir que el Mundial del año entrante, ya nació “mal parido” cuando se le adjudicó a Qatar. Los cuestionamientos por ello fueron palmarios. Pero parece que la fuerza del dinero, arrolladora e inmisericorde, todo lo arrasa.

Premios Nobel de la Paz, como la guatemalteca Rigoberta Menchú y el expresidente de Polonia, Lech Walesa han intervenido e hicieron sentir su voz de protesta.

Nos consta que esta Fundación precisamente junto a los citados Menchú y Walesa y otras personalidades del mundo, se reunieron con el Papa Francisco, quien deferentemente los atendió.

Producto de esa reunión, se remitió desde el Vaticano una carta al Presidente de FIFA, Gianni Infantino, narrando lo que viene sucediendo en Qatar. Relataba Whpei que hasta el momento, caso omiso a dicha epístola.

Es más, Whpei estima que fallecen en la actualidad 12 personas por semana, construyendo la infraestructura para el Mundial. Luce pavoroso: se prevén los fallecidos de aquí al año próximo.

¿Cómo se puede alentar una situación así, con estadios que van a ser muy modernos, pero que estarán bañados en sangre? ¿Cómo se sostiene tanta hipocresía? ¿O es que el show debe continuar pese a todos los pesares?

Algunas Federaciones o Asociaciones como la Noruega, se ha planteado que si clasifica para el Mundial, pone en duda su participación. También Alemania sin llegar a tanto, ha puesto el tema encima de la mesa.

El rotativo inglés The Guardian, que ha hecho un minucioso estudio sobre este episodio y viene haciendo un seguimiento, manifiesta que las causas de las muertes son diversas, entre ellas heridas contundentes debido a caídas desde gran altura y asfixia por ahorcamiento. Lo más común, se dice, refiere a fallecimiento por “causas naturales”…

Pese a denuncias de organismos de derechos humanos y del propio Vaticano, el gobierno de Qatar no ha esclarecido los hechos. Se reclaman autopsias cuando se estipula muerte por causas naturales y allí seguramente, el intenso calor y las condiciones infrahumanas de vida entran a tallar.

El Comité Organizador del Mundial relativiza todo este episodio. Manifiestan que han sido transparentes con el tema y que las cifras de muertes son inexactas, minimizando lo que viene sucediendo.

Infiero que la Asociación Uruguaya de Fútbol está enterada de estos insucesos y mirando la cosa desde fuera, el sentido común indicaría que debería pedir explicaciones a la FIFA y constatar el grado de verosimilitud respecto a lo que expresa la Fundación para la Democracia.

Es dable pensar que si intervienen dos premios Nobel de la Paz y hasta el Sumo Pontífice, entre otras personalidades y/o organizaciones de derechos humanos, algo debe estar sucediendo en Qatar que no precisamente se condice con la seguridad y salud en el trabajo.

Aboguemos para que no se haga la vista gorda con el tema y que la infraestructura para el Mundial no se siga construyendo merced al precio de vidas humanas, como si fuera mercancía perecedera, de uso limitado.

Un Mundial bañado en sangre: de confirmarse lo expuesto, sería canallesco. Pura hojarasca y el cerno, podrido.

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