En aquel lejano 24 de noviembre de 1859, la aparición de la primera edición de "El origen de las especies, por medio de la selección natural", encendió una mecha explosiva en el seno de la sociedad inglesa que hizo volar por los aires una parte importante del conocimiento científico y las creencias más arraigadas de la gente. A juzgar por el hecho de que esa primera edición (1.250 ejemplares) se agotó el primer día de venta, parece obvio que las polémicas ideas planteadas en sus páginas, ya habían trascendido, tanto en el ámbito científico como en el seno de la sociedad londinense.
Sin proponérselo, con este trabajo Charles Darwin entró en la inmortalidad, pues cambió el mundo. Puso en tela de juicio ideas muy arraigadas, principalmente la que tiene que ver con la aparición y dinámica de las especies vivientes, incluido el propio homo sapiens. Hasta Darwin se creía que las especies eran bien diferentes entre sí, y que siempre lo habían sido. Predominaba la idea estática de las formas de vida. Se aceptaba que, desde que una planta o un animal aparecieron, siempre fueron iguales hasta el presente, sin experimentar cambios, y menos aun se manejaba la posibilidad de que una especie podía dar origen a otra diferente. Todo ello reforzado por el creacionismo por separado de las especies sostenido por las religiones, así como la idea de "inmutabilidad" de las especies.
El gran mérito de Darwin fue tener su mente abierta a toda la información que se cruzó en su camino, sobre todo aquella disponible en la misma naturaleza. Reconocía que las ideas pueden surgir por sí mismas en aquellas mentes que se han preparado para recibirlas, produciendo en ellas una súbita iluminación y colmándola de felicidad. Con respecto a su viaje como naturalista en la expedición del capitán Fitz Roy, a bordo del velero Beagle, afirmaba: "fue, con mucho, el acontecimiento más importante de mi vida y el que determinó toda mi carrera." Cinco años recorriendo parte del mundo —incluidas amplias zonas de Sudamérica— le permitieron cosechar una experiencia científica única. A partir de entonces, en los 23 años siguientes se dedicó a realizar reflexiones, meditaciones y exámenes repetidos de los datos de sus propias observaciones o de las de otros, hasta producir el famoso libro.
Su teoría se basa en unas pocas ideas claves: 1) Los organismos vivos se reproducen en general en un número superior al que es posible mantener vivos. 2) Aunque todos los individuos de una especie parecen iguales entre sí, todos tiene pequeñas diferencias o variaciones (mutaciones); unas les confieren algunas ventajas para sobrevivir y otras, desventajas. 3) Como muchos morirán, tienen mayor probabilidad de perecer los segundos (selección natural). 4) Al sobrevivir los "más aptos", heredarán sus ventajas a sus hijos —próxima generación. Cuando las mutaciones se consolidan, permiten la formación de nuevas especies. Aunque no existía la genética, Darwin esbozó intuitivamente su existencia. Abonó el terreno que haría germinar las semillas de la genética mendeliana. Curiosamente, Gregor Mendel en 1866 publicó su artículo "Experimentos con planas híbridas" que en el siglo XX sentó las bases de la genética como ciencia, pero nadie lo tomó en cuenta. El desarrollo de la genética no hizo más que reforzar la teoría darviniana de la evolución por selección natural. Darwin fue el último gran científico que elaboró una teoría revolucionaria del conocimiento biológico, trabajando solo y sobre la base de la observación y el razonamiento.