Massa, Macri y el “juguete rabioso”

El ballotage será un duelo entre “el juguete rabioso” y su autor, que no es Roberto Arlt, sino Sergio Massa. No porque el ministro de Economía haya inventado a Javier Milei, un fenómeno que se incubó solo y en los sets de televisión, sino por haberlo ayudado a construir una candidatura competitiva.

El objetivo de Massa al armarle listas de candidatos, alistarle un ejército de fiscales y arrimarle al sindicalista Luis Barrionuevo, era lanzar “el juguete rabioso” contra la coalición del centro-liberal, para dividir los votos de ese más del 60% de argentinos que no quiere otro gobierno en el que esté el kirchnerismo, ni siquiera relegado a un tercer plano.

Las que vinieron a renglón seguido fueron escenas increíbles. La política argentina parece una novela de Arlt, con toques de García Márquez. Intrigas y traiciones en una atmósfera asfixiante, con lo increíble sucediendo a cada instante.

El candidato que aparecía tercero en las encuestas, resultó el más votado en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Y el candidato que salió tercero en las PASO, fue el más votado en la primera vuelta.

Parecía que no habría más sorpresas, pero irrumpió otra que sacudió el tablero político iniciando un tembladeral que aún no se sabe qué va a derrumbar, qué va a dejar en pie y qué nuevo engendro sacará de la grieta que supura odios.

Como Bullrich no esperó la mínima cantidad de días necesarios para separar su derrota de su salto a los brazos de Milei, la noticia causó un sismo al que difícilmente sobreviva Juntos por el Cambio (JxC). También tensionó al Pro y dirigentes como Emilio Monzó, Rogelio Frigerio, Pablo Avelluto y Horacio Rodríguez Larreta rechazan aliarse a una agrupación ultraconservadora con violencia retórica y gestual.

La primera señal del tembladeral fue el paso que dio Bullrich empujada por Mauricio Macri. Pareció que ambos le hacían a JxC el harakiri con la motosierra de Milei.

La segunda imagen fue la de un caballo de Troya en el que el macrismo puro y duro intenta llegar hasta donde no lo llevaron los votos: el gobierno nacional.

Como en una novela de intrigas políticas, Macri se está adueñando del juguete rabioso que tanto le gusta y que relegó a su propia coalición a un lapidario tercer puesto, al quitarle la mitad de los votos.

Por sus desvaríos y estridencias, Milei está rodeado de ultras. Salvo algunas pocas personas con prestigio y equilibrio, como la empresaria Diana Mondino, abundan fundamentalistas de la Escuela Austriaca que se la pasan proponiendo desmesuras desopilantes.

Está claro que el Milei en estado puro que existió hasta ahora y que están tratando de que mute a una versión moderada y presentable, sumado a la incontinencia barbárica de sus allegados más consustanciados con él, generaron la ola de pánico que a último momento le permitió a Sergio Massa ganar la primera vuelta.

Schockeado por el inesperado segundo puesto que no había pasado nunca por su cabeza, Milei empezó a entender lo que le falta para llegar a presidente y para poder gobernar. Por eso al otro día del revés electoral, empezó a desdecirse de sus propuestas más extremas, a silenciar a sus desbocados allegados y a ofrecerle a Macri ser su caballo de Troya con macristas agazapados en su interior.

Con muchos de sus principales exponentes silenciados y sintiendo el peligro de ser desplazados por impostores macristas, la dirigencia de LLA entró en ebullición. Puede haber una diáspora. El problema de los que se irían es que no tienen dónde ir. No hay otro partido de extrema derecha con posibilidades de ganar una elección. Y los partidos de centro no los recibirían por considerarlos impresentables.

También Unión por la Patria sentirá el impacto del sismo. Y el principal afectado será el kirchnerismo, de por sí relegado bajo la conducción de Massa, aunque en virtud del piso de votantes que aporta obtuvo muchos lugares en las listas.

El kirchnerismo seguirá empequeñeciéndose a la sombra de Sergio Massa, quien no tiene pensado hacerlo revivir sino, a lo sumo, brindarle un final con cuidados paliativos.

Aunque Milei, Macri y Bullrich lo repitan como loros, esta no parece una final entre demócratas-liberales y kirchneristas. Los libertarios no son demo-liberales y Massa es oportunista, turbio, zigzagueante y políticamente jabonoso, pero no cree en el populismo izquierdista que embelesa a Cristina Kirchner.

Siempre ha sido un pragmático de centroderecha. Carece suficientemente de escrúpulos como para valerse de los fondos públicos y de su potestad como ministro para repartir subsidios y exenciones impositivas a mansalva, con el objetivo de ganar una elección. No tuvo límites éticos a la hora de darle armas al juguete rabioso para que le robe votos al centro demo-liberal.

Pero Mauricio Macri no marcó la diferencia. Tampoco tuvo escrúpulos a la hora de ayudar al candidato ultraconservador cuando estaba en competencia contra su propia candidata, ni hubo límites éticos impidiéndole justificarse diciendo que fue su hija, la pequeña Antonia, quien le pidió que hiciera eso: el harakiri a su coalición con la motosierra de Milei.

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