La hoz, el martillo y el águila

Una iniciativa presidencial orientada a fundir el águila de bronce que lucía en su popa el acorazado alemán Graf Spee, nave de la armada de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, hundida en 1939 por naves británicas en “la batalla del Río de la Plata” (donde reposan sus restos), despertó álgido cruce de ideas de calibres varios. Ante el alboroto se dispuso que el bronce -cual bella durmiente- siga su sueño en el depósito de los “Fusileros Navales” donde reposa.

La propuesta presidencial consistía en fundir el artefacto de cuatro toneladas de peso, asociado a la Alemania nazi, impulsora de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto en el pasado siglo para transformarla en una paloma de la paz a ser instalada simbólicamente en algún lugar visible de nuestro país.

El águila está presente en la historia y el escudo de Alemania desde su pasado romano-germánico hasta nuestros días. Este país y organizaciones judías han expresado reiteradamente su temor a que el objeto pudiese ser subastado y adquirido por personas o instituciones que contribuyan a ensalzar al nazismo.

Nunca se ha atendido en nuestro país a la declaración que por unanimidad aprobase el Parlamento de la Unión Europea el 19 de setiembre de 2019, en nombre de los derechos humanos y de los principios democráticos, en vísperas del Día Europeo en Conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y del Nazismo, al conmemorarse a su vez el 80º aniversario del estallido de la Segunda Guerra mundial.

Ella recuerda que en el origen de esa guerra y del Holocausto, se halla el acuerdo entre José Stalin, cabeza del régimen comunista en Rusia, y Adolfo Hitler capitoste de la Alemania nazi, quienes por medio del Pacto Molotov-Ribbentrop de no agresión de agosto de 1939, se repartieron Europa en zonas de influencia: a partir de allí aplastaron soberanías con sus tanques y dominaron a pueblos pacíficos bajos sus estandartes totalitarios.

La declaración recuerda que mientras el nazismo fue juzgado en Núremberg, los crímenes del estalinismo permanecieron impunes. E incluye una sugerencia a los miembros de la Unión para que se enseñe desde la escuela lo ocurrido, incluyendo algo que muchos países europeos han hecho, que es la prohibición del uso de símbolos nazis y comunistas. En la Declaración se destaca que la élite y la propaganda de la Rusia actual siguen encubriendo los crímenes del pasado. La tragedia de Ucrania contemporánea, posterior a esa Declaración, no hace más que reafirmar la vigencia de su contenido.

Lo expuesto ilustra la dificultad para que la esvástica y la hoz y el martillo, por lo que simbolizan, tengan exhibición pública en las democracias (aunque los dos últimos luzcan cotidianamente a la vista de todos nosotros).

El rescate en 2006 del águila y otros objetos fue posible dentro de la legislación aplicable y con permisos del Estado concedidos a los hermanos Alfredo y Felipe Etchegaray y el fallecido buzo Héctor Bado (representado actualmente ante la justicia por sus herederos). Rescatada, tuvo una breve exposición al público hasta que el gobierno de la época dispuso su depósito en la Armada. Se sucedieron instancias judiciales que trataron la posibilidad de su venta y el reparto del producido entre el Estado y los rescatistas. Una sentencia de la Suprema Corte de Justicia reciente falló inapelablemente que los derechos de los rescatistas caducadaron y que el águila es propiedad exclusiva del Estado. Ante lo ocurrido: ¿quedará depositada “ad infinitum”?

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